Tercer capítulo En silencio llegaron a su casa y en silencio entraron en ella dirigiéndose al salón.
Se quitaron los abrigos.
-¿Quieres tomar algo? -le preguntó mientras se giraba para mirarle, encontrándole justo a su lado.
Sus pupilas se dilataron, su respiración se volvió espesa y sus labios se abrieron para poder capturar algo de aire.
Los ojos de Alexander bajaron hasta ellos, se inclinó hacia adelante, tirando de ella hacia él y cubrió sus labios con los suyos. No pudo evitar soltar un largo gemido, la necesitaba con tanta intensidad que dolía. Nunca había encontrado una mujer que hiciese arder su sangre como lo hacia ella.
Y pensar que ese hombre se la podría haber quitado para siempre, pero ya no haría daño a ninguna mujer, nunca más.
Sus brazos se deslizaron hacia abajo por su espalda y sus manos se posaron sobre la curva de sus nalgas amoldándola a su cuerpo.
Introdujo la lengua más profundamente en su boca. Sabía tan bien como olía.
Gimió cuando él comenzó a restregarse contra ella, subió sus manos enterrándolas en su suave y negro pelo, acercándolo más y haciendo que el beso se volviese más posesivo.
Necesitaba tocar su piel, así que comenzó a sacar su camisa del interior de su pantalón y a desabrochar los botones, pero le temblaban tanto las manos que fue incapaz de hacerlo. Él no perdió tiempo y tiró de ella haciendo que los botones saltasen por todos lados, quitándosela de golpe.
No pudo evitar soltar una carcajada, él estaba tan desesperado como ella y eso le gustaba.
Su boca fue apresada de nuevo con un beso hambriento y sus lenguas se enzarzaron en una lucha.
Deslizó las manos a lo largo de sus esculturales brazos, volviendo a subir por ellos, tocó sus anchos hombros, su firme y fuerte espalda, su musculoso pecho y cuando rozó su duro abdomen, él se separó de ella, con el pecho subiendo y bajando rápidamente y sus verdes ojos reluciendo de pura pasión, y se acabó de desnudar a gran velocidad.
Ella observó con mirada hambrienta su cuerpo, le recorrió lentamente, quería guardar en sus retinas cada pulgada de ese hermoso y espectacular cuerpo, dejó para último lugar su... "¡Jesús! ya lo creo que es un dios, y de los grandes", quiso seguir mirando, pero él se acercó a ella y empezó a empujar su jersey hacia arriba, acariciando la piel que destapada, enviando ondas eléctricas por todo su cuerpo y haciéndola temblar.
Cuando su sujetador amarillo desapareció y él atrapó sus pezones pellizcándolos, su cabeza cayó hacia atrás soltando un profundo gemido.
Oír ese gemido de placer le despertó una fuerte lujuría que hizo temblar su cuerpo. Ardía en la necesidad de enterrarse en ella.Tenía que marcarla, esa mujer le pertenecía y todos tenían que saberlo.
Jurando suavemente la puso sobre el sofá, separando sus piernas y colocándose entre ellas.
Su espalda se arqueó cuando la boca de él aferró uno de sus pezones comenzando a succionarlo y a lamerlo.
Necesitaba más de él y todavía había demasiada ropa de por medio. Agradeciendo que sus pantalones sólo tuviese un botón de clip y cremallera, se la bajó, al mismo tiempo que rozaba con los nudillos su carne cálida y firme.
Él se incorporó con rapidez, le quitó las botas, los calcetines y tiró de sus pantalones con brusquedad.
Sus fuertes y grandes manos se deslizaron con suavidad por sus piernas y sus dedos rozaron la zona interior de sus muslos, volviendo a bajar de nuevo y subiendo lentamente, haciéndola padecer una dulce y lenta agonía.
El olor de su feminidad saturó sus fosas nasales y sin previo aviso, rompió su tanga y la tocó, introduciendo un dedo a través de sus rizos, un gruñido ronco salió de su garganta al encontrarla húmeda y preparada para él.
Los gemidos de ella y su dulce olor le estaban volviendo loco, haciéndole perder el control de su cuerpo y provocando que sus colmillos afloraran en todo su explendor.
Su corazón empezó a cabalgar como un caballo desbocado y no tanto por el placer que estaba sintiendo, sino por el miedo a perderla cuando ella se diese cuenta.
Estaba a punto de llegar a la cumbre, pero sintió que algo iba mal y abrió los ojos quedándose paralizada.
No podía creer lo que estaba viendo... colmillos, de la boca de Alexander salían unos enormes colmillos.
-No te haré daño -le dijo él con apenas un susurro,- jamás podría hacértelo.
Le miró a los ojos, no sólo había un desgarrador deseo en ellos, había tanto amor, que sólo importó una cosa, él, y daba igual que fuese vampiro, porque en todo caso, era su vampiro.
Acercó la boca a la de él y con la respiración entrecortada por la pasión todavía latente, simplemente le dijo -Ámame.
Sintió que su corazón le daba un vuelco al oirle decir eso. El miedo que antes había en sus ojos, había sido reemplazado por otro sentimiento igual de fuerte, pero maravilloso y especial.
Siglos de soledad se acababan de evaporar por una simple y poderosa palabra.
Hizo desaparecer el milímetro que separaba su boca de la de ella, introduciendo su lengua profundamente y explorándola con pasión.
Se deslizó en su interior lentamente, mirándose ambos a los ojos. Ella se arqueó y él, con un profundo gruñido, empujó con una fuerte embestida.
Ella jadeó siguiendo el ritmo de las embastidas de él.
Su cuerpo comenzó a estremecerse y entonces, entre la niebla de la pasión, la oyó.
-Hazlo -le dijo con voz áspera y débil.
La miró y supo que no era un sueño, ella giró la cabeza para darle total acceso.
Acercó la cabeza rozando con la lengua el lugar donde su pulso latía fuertemente, sus colmillos se abrieron paso a través de su piel y un fuerte y largo gemido arrasó su garganta.
La explosión de energía y deseo que sintió le hizo gritar el nombre de él y su cuerpo se convulsionó al alcanzar el mayor orgasmo de su vida.
Él sintió sus temblores, llegando al climax justo cuando separó la boca de su cuello.
Ella era su sueño hecho realidad.
Ella era suya.
Recordó lo que le había dicho antes, "Ámame", y por supuesto que lo haría, consagraría su vida a amarla.
Fin.
De verdad que espero que os haya gustado esta pequeña historia, sobre todo a mi Mariola linda, por cierto, siento no haberte entregado el regalo envuelto y con lazo, pero sé que ya se lo pondrás tú, incluso me imagino donde se lo pondrás, jeje.