
El salón estaba atestado, las personas se pegaban unos a otros, revolviéndose incómodos por la estrechez y el calor, pero nadie quería perder su lugar para ver el desarrollo del juicio.
Niall ocupaba su lugar en la mesa principal, con Brianna a su derecha y Aldair a su izquierda, en el centro de la sala, escoltados por varios de sus hombres, se encontraban Muriel y Liam, la primera con la vista bajada y el segundo mirando al frente, con la barbilla alzada y la mirada desafiante.
Niall se puso en pie y los presentes comenzaron a acallar sus voces a la espera de las palabras de su señor.
-Ya todos conocéis el motivo de esta sesión, los nefastos crímenes de qué se les acusa a Muriel y a Liam, -tragó saliva intentando bajar el nudo que se formaba en la garganta-, de asesinar al antiguo Laird del clan, de intentar acabar con la vida de mi esposa-, los dedos de Brianna entrelazaron los suyos tras la mesa -, así como de levantar calumnias para acusarla de brujería, las cuales muchos de vosotros creísteis, haciéndome sentir vergüenza de mi pueblo por la actitud desagradecida hacia una mujer que os prestó su ayuda desinteresada..
Fueron muchos los que bajaron la cabeza ocultando su turbación, pero pronto la gente comenzó a gritar lanzando insultos e improperios contra los acusados.
Niall elevó su mano libre y todos callaron de inmediato.
-Son acusaciones muy severas, confirmadas además por ellos mismos, pero soy un hombre que defiende la justicia, así que antes de dictar mi sentencia os concederé la oportunidad de defenderos.
-Jamás afirmé haber intervenido en la muerte de vuestro hermano, ni en el envenenamiento de vuestra esposa -espetó Liam.
-Cierto, más vuestra huida os declaró culpable.
-Me asusté cuando ella me acusó, todos sabemos la influencia que Muriel ejerce sobre vos. ¡Pero yo soy inocente!
-Desgraciadamente así fue en una época, más afortunadamente para mí se hizo la luz y pude ver su maldad.
-Vos lo habéis dicho, ella es pura maldad –exclamó Liam señalándola.
-¿Cómo os atrevéis? -chilló Muriel, su gélida mirada desprendía veneno, se abalanzó sobre él pero unas fuertes manos la sujetaron impidiéndoselo, se revolvió furiosa para enfrentarlo-. Siempre fuisteis mí aliado, ¿quién vertió la amanita que le produjo las extrañas visiones a Aidan haciéndole caer del caballo? Vos, ¿quien vertió la belladona en la cerveza que iba destinada a Brianna, y que por desgracia, tomó Niall en su lugar? De nuevo vos, negadlo si podéis-, desvió despacio la vista hacia él-. Creedme Niall, jamás hubiese podido hacerlo sin su cooperación.
-¿Por qué? ¿Acaso mi hermano no os dio vuestro lugar? -preguntó asqueado – explicadme el motivo por el que necesitabais su colaboración.
- Por que os amo, desde el primer día en que os vi quise que fuerais mío -sollozó- Liam me deseaba y aproveché la oportunidad que ese deseo me brindó para convencerlo que me ayudara.
-Suficiente Muriel.
-No, no lo es -dijo alzando la voz-. ¿Tenéis idea de lo que es tener un marido al que odias mientras amas a su hermano? Sí, detestaba a Aidan por estar de acuerdo al suscribir aquella alianza que me unía a él desde que era casi una niña, el bastardo de mi padre me obligó a yacer con él para consumar ese maldito acuerdo. Sí, deseaba la muerte de vuestro hermano cada vez que sus manos tocaban mi cuerpo, sólo mi cobardía y pensar que erais vos quien me hacia el amor, me ayudaron a soportarlo.
-¿Acaso pretendéis insinuar que Aidan os violó?
-No, pero no supo negarse, nunca tuvo vuestra fortaleza ni vuestro valor.
-Y por eso decidisteis que era mejor uniros a esa rata de Liam- bramó enfurecido.
-Os aseguro que mi unión con él no fue placentera, no podéis imaginar el asco que sentí cuando me poseyó- lloró mirando a Liam de soslayo- pero no me arrepiento de ello, pasaría de nuevo por todo con tal de reteneros a mi lado.
El corazón de Niall palpitaba a toda velocidad, su visión se tiñó del color de la sangre y a pesar que los ensordecedores latidos retumbaban en sus oídos, las crueles palabras de Muriel se filtraban hasta su cerebro llenándolo de ira, tan sólo al sentir la calida mano de Brianna apretando la suya, pudo controlar su odio y no lanzarse a por aquella arpía y estrangularla.
-¡Basta! No sois más que una vulgar ramera disfrazada de dama, cualquiera de las fulanas de las tabernas es más digna que vos. No quiero oír más aberraciones que salga de vuestra viperina boca -cerró los ojos con fuerza intentando aplacar la furia y el instinto asesino que lo recorría, no creía lograrlo, pero sus nervios se apaciguaron al notar el torso de Brianna adhiriéndose a su cuerpo sin llegar a soltar su mano.. Abrió los ojos y la miró.
-Tened valor mi amor, estoy con vos -musitó al ver la agitación que lo recorría -sé que sois justo y noble, y vuestra decisión debe estar marcada por eso, no os dejéis cegar por la vileza.
Niall asintió, agradeciéndoselo con una sonrisa, antes de dirigir la vista al frente.
-Agradeced a mi esposa que perdone vuestra vida, por que os aseguro que mis manos tiemblan por querer cerrarse sobre vuestro cuello y apretar hasta arrancaros el último aliento vuestra miserable vida, pero eso me colocaría al mismo nivel que vos, mi sed de venganza no manchara mis manos con vuestra asquerosa sangre, viviréis para pagar cada una de vuestras maldades –deshizo despacio el enlace con Brianna para apoyar ambas manos sobre la mesa antes de sentarse-. He escuchado atentamente cada una de vuestras palabras y he tomado una decisión, una que debí tomar tan pronto mi hermano recibió sepultura, si vuestra hermosura no me hubiese obnubilado. Mañana, al despuntar el alba, seréis conducida de vuelta a vuestro padre, Duncan McDonell sabrá que hacer con vos.
-¡No! Os lo pido por Dios, -suplicó cayendo de rodillas – no me devolváis a él.
-Mi veredicto es inamovible. ¡Alzaos! vuestras lágrimas ya no me conmueven.
-Tened piedad de mí -sollozó Muriel.
-¿Piedad? -Golpeó con los puños sobre la mesa-, ¿acaso vos la tuvisteis con mi hermano? O ¿acaso fuisteis clemente con mi esposa?
-Sois conocedor de la crueldad de mi padre, me azotará, me torturará –chilló horrorizada-, no dudará en matarme.
Entonces guardad vuestro llanto y vuestras peticiones de benevolencia para cuando estéis ante él -elevó la voz entre sus gritos histéricos para dirigirse a dos de sus hombres-, apartadla de mi presencia, llevadla a sus aposentos y mantenedla vigilada.
La izaron sujetándola de las axilas y la sacaron casi a rastras, mientras vociferaba rogando compasión, revolviéndose sin cesar, la gente se apartó para dejarles pasar, muchos mostraron su repulsión escupiendo a su paso.
-Tened paciencia -informó a Liam que seguía custodiado-, ahora me ocuparé de vos.
Apenas abandonaron el salón, Muriel recobró la compostura deteniéndose en seco, obligando a los hombres a parar también. Tras alisarse las faldas de su vestido, se irguió mirando al frente.
-Soltadme, malditos gusanos –exigió sacudiéndose-, puedo caminar sola.
Se miraron indecisos, mas la liberaron de su agarre encogiéndose de hombros. Comenzaron a subir a su zaga, al llegar casi al final de las escaleras que accedían a los dormitorios, se apartaron para dejar paso a una de las criadas que bajaba cargada de ropa, Muriel no dejó escapar la oportunidad que apareció ante ella, tomando a la desprevenida muchacha del brazo, la lanzó con fuerza contra sus guardianes que se apostaban contra la pared. Aprovechando el pequeño tumulto, Muriel continuó ascendiendo, corriendo como nunca antes. Llegó sin resuello a las almenas, los improperios de sus vigilantes acercándose raudos, la impulsó a sus trémulas piernas a aproximarse al muro y encaramarse, no sin esfuerzo, a él.
-Deteneos señora -gritó uno de ellos.
-No regresaré junto a mi padre, prefiero morir aquí, que entre sus despiadadas manos.
-Avisad al Laird, trataré de evitar que condene más su alma –susurró a su compañero, que tras asentir partió a toda velocidad.
Brianna observó como Niall intentaba reponerse de lo sucedido instantes antes, había aprendido a conocerlo durante los meses de convivencia, por fuera continuaba siendo El Lobo, fuerte, orgulloso, invencible, mas por dentro sus heridas sangraban y tardarían mucho en cicatrizar. Se acercó más a él, acariciando su brazo lentamente. La entrada de un hombre corriendo al salón parándose delante de ellos, impidió que las palabras de ánimo fluyeran de su boca.
-¿Qué ocurre Cian?
-La señora escapó y está en las almenas dispuesta a saltar al vacío –contestó sin apenas respiración.
Los murmullos se elevaron hasta alcanzar la algarabía.
-Debéis hacer algo, mi señor –instigó Brianna .
-Vuestra esposa tiene razón, amigo -confirmó Aldair.
-Sí –aseveró poniéndose en pie-, subiré arriba.
-Voy con vos -dijo ella.
-No, quiero que me esperéis en vuestros aposentos.
-No pienso dejaros solo en este momento.
-Aldair me acompañará.
-Y yo también lo haré –recalcando cada palabra con un golpe seco de su dedo en su abultado bíceps, tras lo cual, comenzó a caminar hacía la salida, dejando a ambos atónitos, se detuvo unos instantes y los miró por encima del hombro. -¿Pensáis venir o vais a quedaros ahí como dos pasmarotes?
-Vaya una mujercita cabezota os habéis conseguido –rió dándole una palmada en la espalda.
-Sí -sonrió con orgullo-, he tenido suerte ¿verdad?
-La mejor del mundo, amigo.
Echaron a andar tras ella y cuando ambos llegaron a su altura, Niall enlazó su cintura y la atrajo hacia él, depositó un beso en su frente cuando le miró sonriendo.
Liam paseó la vista por la desértica sala, debido a la acción de Muriel la horda de curiosos salió en tromba, sólo los dos hombres que se encargaban de su custodia permanecían cerca de él, ambos charlaban relajados sin prestarle apenas atención, casi grita de alegría al ver que la suerte volvía a ser su aliada y no pensaba dejar escapar la oportunidad. Sólo tuvo que esperar hasta que uno de ellos le dio la espalda para arrebatarle la espada, moviéndose velozmente la tomó y enterró el frío acero entre sus costillas, el otro hombre no corrió mejor fortuna, aunque pudo hacerle frente, fue incapaz de superar a Liam en destreza y acabó uniéndose a su compañero en el suelo, bajo un charco de sangre.
Abandonó con rapidez el salón, escondiéndose entre las sombras para evitar ser visto, se asomó con cautela al exterior, y tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada, la ramera había tenido el detalle de querer suicidarse a espaldas de la entrada al castillo, sin saber que con ello abría el camino de su libertad. Corrió adentrándose en los solitarios establos, montó en su caballo y partió al galope como alma que lleva el diablo.
Cuando llegaron arriba, encontraron a Muriel subida en el muro contemplando el vacío, su vestido se arremolinaba a su alrededor agitado por el viento. Niall dejó a una angustiada Brianna a cargo de Aldair y se acercó a ella.
-Bajad de ahí, Muriel. –musitó pausadamente.
-Niall -giró el torso para mirarle con los ojos colmados de terror-, no regresaré bajo el yugo de mi tirano padre.
-Bajad y hablaremos de ello -trató de tranquilizarla.
-¡Mentís! –Gritó deslizando un pie hasta el borde-, me llevareis con él.
-Os juro por mi vida que discutiremos el asunto –tendió una mano para que ella la tomase-, creedme.
-Nunca me amasteis, ¿verdad? -murmuró tristemente-. Os he amado intensamente Niall y siempre lo haré.
-Escuchadme, por favor -adelantó un paso.
Antes de que pudiera acercarse lo suficiente como para agarrarla, le dedicó una melancólica sonrisa y saltó. Niall se precipitó hasta el borde tratando de asirla, pero sólo alcanzó a ver su cuerpo rebotó contra la muralla antes de estrellarse contra el suelo.
Oyó el grito ahogado que Brianna dejó escapar cuando Muriel se arrojó al vacío, vio a su gente correr hacia el cadáver de la infortunada, cerró los ojos murmurando una leve plegaria por el alma de aquella mujer que enferma de amor, sembró tanta maldad. Parpadeó para evitar que las lágrimas fluyeran, a pesar de todo sentía una profunda pena por la pérdida de aquella joven vida. Lentamente se volvió hacia su esposa que seguía junto a Aldair, estiró los brazos y sin dudarlo ella corrió a refugiarse en ellos, la estrechó contra él y la abrazó con todas sus fuerzas, sintiendo su calidez, mientras en su pecho su corazón latía desbocado.
-¿Os encontráis bien? -preguntó él junto a su oído.
-Sí, ¿y vos?
-Ahora que estáis conmigo, sí. Nunca me dejéis Brianna.
-Estaré con vos siempre mi amor, incluso cuando nuestros cuerpos alimenten la tierra, seguiré con vos en la eternidad.
Brianna sintió como sus pies se despegaban del suelo cuando la alzó por la cintura para ponerla a su altura, entrelazó los brazos en su cuello, sus labios se buscaron fundiéndose en un ardiente beso que caldeó cada centímetro de su piel.
CONTINUARÁ...