Alargó la palma buscando el interruptor, pero esta fue inmovilizada en la pared por una pequeña. Frunció el ceño por el estremecimiento que lo poseyó ante el tibio contacto.
—Prefiero la oscuridad —musitó Rachelle junto a él.
—Yo no —aseveró molesto por la sacudida que dio su miembro ante el susurrante tono.
—Enton... entonces será mejor que te marches —dio un paso atrás afirmando las balbuceantes palabras, cuando de pronto se vio pegada al membrudo cuerpo.
—Ni hablar Rae —murmuró mordisqueándola el labio inferior—, has despertado mi hambre y ahora debes saciarla—, confirmó tomando posesión de la jugosa boca.
Le parecía estar en un sueño, pero la ardentía que irradiaba la poderosa figura y el duro bulto que le presionaba el vientre le confirmó que era real. Charlie estaba con ella. No sabía por cuanto tiempo, lo único que tenía claro es que pensaba disfrutarlo como si fuese el último deseo de un moribundo.
Resbaló las agitadas manos por el torso masculino lentamente, se detuvo un tanto atemorizada al llegar a la cinturilla del pantalón, aunque necesitaba tocar su piel y quemarse con el calor que emanaba a través de la tela, no resultaba fácil superar la indecisión que siempre había regido su vida.
Desprendió los labios para buscar su mirada y se encontró con una ladeada sonrisa bailando en el rostro de Charlie que sin apartar los ojos de ella cruzó los brazos y agarrando la maleable prenda por el dobladillo fue subiéndola hasta sacarla por la cabeza, dejando a la vista un musculoso y formado tórax. La colgante mandíbula volvió a su ser cuando le aprisionó las muñecas obligándola a posar las palmas en la ardiente dermis. Sin abandonar la presión de sus articulaciones y con una enervante parsimonia fue bajando por el estomago, hasta que la llevó a las caderas antes de comenzar el camino de ascenso para acabar de nuevo en los trabajados pectorales.
—Tócame —conminó Charlie con un tono gutural.
Inhaló ante la incitante orden posando los ojos sobre los plenos labios. Se alzó sobre la punta de los pies para mordisquearlos y bordearlos con la lengua, hasta que él con un gruñido los atrapó en un voraz beso. Sonrió halagada. Nunca había escuchado ese sonido en un hombre.
Arrastró los impacientes dedos por los compactos hombros hacia la espalda acariciándola, se deslizaron por los costados y gozaron cuando el nervudo vientre se estremeció ante su contacto. Emocionada por la respuesta y rechazando la vergüenza, pues esa noche no tenía cabida, dejó que las falanges siguieran el camino hacia el codiciado objetivo y se curvasen alrededor de la erección que pugnaba por salir a través de la prenda. Deslizó la palma arriba y abajo deleitándose con el jadeo que brotó de él.
Se estaba volviendo loco, no, ella le estaba volviendo loco con sus enervantes caricias y la enardecida boca. ¿Cómo era posible que una mujer tan ridículamente tímida fuese tan apasionada? Esa no era la Rachelle que conocía de toda la vida, seguramente fue abducida al entrar en la cocina y un extraterrestre ocupó su lugar. <<Puta mierda>>, pensó estremeciéndose bajo la juguetona manita que ahora ascendía por su entrepierna, nunca le habían gustado las películas de marcianos, pero si a alguien se le ocurría gritar “corten” le mataría a golpes.
Completamente encendido amasó las nalgas femeninas al tiempo que oscilaba la pelvis, mas no era suficiente, la quería desnuda. Tanteó la columna hasta hallar el principio de la cremallera del molesto vestido, de un enérgico tirón lo abrió y lo dejó resbalar hacia abajo sin dejar de apreciar con las yemas la sedosa dermis. ¿Quién iba a decirle que poseía semejante tacto?
Alzó los parpados y cuando estos se acostumbraron a la oscuridad, buscó la cama. Tenía que llevarla allí o la tomaría de cualquier manera y no es que le importase, cualquier sitio servía para una buena follada, él lo sabía bien, pero la dulce y sorprendente Rae se merecía otra cosa. Es lo único que la daría antes de... Dejó escapar un largo gemido al percibir los traviesos dedos cerrarse sobre él. Definitivamente tenía que llegar al colchón. Echó a andar poco a poco mientras el frotamiento se acentuaba hasta que pensó que explotaría. Bendito alíen.
Supo que había llegado al destino cuando ella perdió el equilibrio, con cuidado e impidiendo que cayera la inclinó hasta dejarla tumbada sobre la colcha quedando a horcajadas sobre ella. La escasa luz que se filtraba a través de las rendijas de la persiana apenas le dejaba ver, pero poder contemplar a través de la exigua iluminación la negra prenda que caía floja sobre sus caderas, el liso sujetador y esa lengua perfilar obscena los hinchados labios le sacó de sus casillas. De un salto descabalgó de sus muslos ansioso por deshacerse de la ropa e ir a su encuentro.
Desabotonarse los vaqueros le pareció una tarea larga y desquiciante, pero cuando el endurecido pene saltó dichoso de la opresiva prisión y ella sollozó prendiendo la mirada en él, supo que había valido la pena esos eternos segundos.
Ese hombre era sencillamente magnífico y estaba ahí para su uso y disfrute. A pesar de haber confirmado que era real, la tentación de pellizcarse y asegurarse al cien por cien se hacia casi insoportable, pero ¿y si al hacerlo despertaba y volvía a la cruda realidad? Oh, no, de eso nada.
En la tenue claridad sus ojos siguieron el movimiento de sus brazos y la boca se le secó al contemplar lo que hacía unos instantes había tocado. Eso sí tenía que pellizcarlo y palparlo. Se incorporó, se deslizó hasta el borde la cama y sin desprender la mirada de la gruesa erección la asió con una palma. El silbante sonido que Charlie dejó escapar entre los dientes la apremió a elevar la vista. Cuanto le hubiese gustado observar en ese momento su rostro, pero la oscuridad era necesaria, porque si él viese su rolliza figura estaba segura que huiría y lo peor es que lo haría riéndose. Una cálida gota cayó sobre su muñeca y los lacerantes pensamientos se disiparon. Rozó con el pulgar la inflamada cabeza extendiendo la humedad por él, mientras que con la otra mano le bajaba los pantalones hasta los tobillos. Sonrió cuando él la aprisionó con la suya para que al desembarazarse del todo de las prendas, junto con el calzado, ella no pudiese soltarle, <<como si eso fuese posible>> pensó acariciándole muy despacio a la vez que apretaba las suaves bolsas haciendo que se pusiese tenso. Satisfecha con el resultado acercó la boca al miembro, que lloroso como un niño le exigía consuelo, paladeando el exquisito néctar. Dibujó con la lengua el recorrido hasta los acerados testículos, los chupó sin dejar de sobar la enorme verga y se deleitó con el profundo siseo que salió de él.
Su mente y su cuerpo eran un fulgurante volcán a punto de explotar. Esos mareantes y húmedos toques eran el mejor castigo que un hombre podía desear. Tuvo que rectificar cuando la sedosa boca cubrió su glande y jugueteó con él arañándole con los dientes y calmándolo enseguida con el mojado músculo, sin duda eso era aún mejor tortura.
Movió con lentitud las caderas hacia delante al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás y gemía sin remisión. Esos labios eran un pecado igual que los apagados sollozos que provenían de ella.
Volvió la vista hacia su verdugo, enredó los dedos en la rubia cabellera y empujó para ser cubierto entero. Notar el final de su garganta estuvo a punto de rematarle y con prontitud salió de la empapada cueva. Sin ningún tacto le agarró del pelo y de un tirón, se apoderó con furia de su boca. Percibir su propio sabor le resultó tan terriblemente placentero que el dominio que regía normalmente su vida desapareció como arte de magia.
Con la rapidez de un superhéroe, se separó y se agachó para buscar entre los bolsillos de su vaquero un condón, el condenado se le cayó un par de veces, rasgó histérico el precinto y la mandíbula que había apretado ante el placer de su propio tacto al colocárselo, cayó laxa cuando posó la vista en Rae. ¡Santo Dios! ¿Qué escondía esa mujer debajo de esas anchas vestiduras? Estuvo tentado de darse la vuelta para encender la lámpara y explayarse tendidamente con esa curvilínea y plena figura, pero sabía que no le haría ninguna gracia y lo último que quería era estropear el momento, antes se cortaba su quejoso sexo que le reclamaba a voz en grito sumergirse dentro de ella y como que se apellidaba O´sullivan eso no lo haría jamás.
Degustar al hombre de había ocupado su mente día y noche a lo largo de tantos años era algo que no se podía describir y el escucharle disfrutar la hizo levitar y le dio ánimos para seguir dándole más placer, hasta que la separó de él haciendo que las dudas de su inaptitud la agobiasen, pero su temor desapareció cuando sus labios fueron salvajemente devorados por los de Charlie.
La protesta cuando volvió a abandonarla murió sin llegar a salir al verle encorvado buscando algo. Imaginando de qué se trataba, un incandescente fuego se introdujo en ella a través de los pies y reptó hasta poseerla, se quitó la agobiante ropa intentado refrescar algo su piel, pero no sirvió de nada, el calor cada vez iba a más y sus muslos se humedecieron sabedores que pronto lo tendría entre ellos. Se arrastró hasta el centro del lecho rezando para que esa noche nunca terminase.
Tenía que palpar esas ondulaciones y asegurarse que no eran un espejismo, puso una rodilla encima del colchón y luego la otra repasando lentamente el voluptuoso cuerpo que yacía sobre el cubrecama, detuvo la mirada en las bragas que la cubrían, una ridícula prenda demasiado grande y fea que pronto iba a hacer desaparecer. Inclinándose hacia delante depositó un tierno beso en la cadera al tiempo que enredaba las yemas en el elástico arrastrándolo, mientras su boca reseguía el camino que la tela iba abandonando hasta llegar a los tobillos. Una vez liberada de la sosa ropa interior, y como si de un famélico felino se tratase se fue acercando a su presa poco a poco hasta que quedó encajado entre sus piernas. Rodeó el tenso pezón con la lengua mordisqueándolo, mientras que con la mano frotaba y pellizcaba el otro. Gimiendo suavemente Rae hundió los dedos en su cabello atrayéndolo hacia ella, enervándolo con ese gesto. Cubrió el otro pecho lamiendo y tironeando la endurecida punta con los dientes, mientras deslizaba la palma posicionándola en el monte de Venus. Frotó la zona gozando al sentirse impregnado con el rocío y deslizó un dedo en el estrecho canal haciéndolo girar, emborrachándose con el espeso líquido, con los suaves contoneos de su pelvis y con los graves jadeos que brotaban de la tersa garganta.
Llegó a su límite al percibir las punzantes uñas clavarse en sus brazos, o se introducía en Rachelle o llenaba la goma sin haber llegado a disfrutarla. La levantó sujetándola por las nalgas, se posicionó en la anhelante entrada y cuando ella respiró fuerte al percibir la punta de su miembro la penetró de una única embestida. Cerró fuertemente los párpados para no explotar ante la angostura que le circundó. Era tan estrecha que si no hubiese sido porque no encontró ningún impedimento en su avance hubiese jurado que era virgen. El roce de unas yemas en su antebrazo le volvió a la crepitante realidad. Rae le miraba mordiéndose el labio, no podía ver su expresión, pero no hacía falta ser muy listo para imaginarla. Lentamente salió de su interior y volvió a introducirse con la misma parsimonia, cuanto más le envolvían los tersos músculos de Rachelle más aumentaba él el ritmo, hasta que el sudor impregnó su piel y en su mente sólo hubo una cosa. Placer.
Exhaló fuerte cuando el duro falo la llenó, hacía mucho que no estaba con un hombre y durante un instante se sintió rara, pero esa sensación desapareció tan rápido como llegó. Ahora necesitaba que se moviera y la hiciese sentir deseada y plena. Le acarició para hacerle notar su urgencia y agarró entre su puño la tela que había bajo ella al empezar el acompasado movimiento de las caderas.
Cada vez que retrocedía y retornaba hundiéndose hasta el centro mismo de su ser, su corazón golpeaba con más saña en el pecho haciéndole creer que reventaría en millones de pedazos, pero no le importaba, tenía por fin a su Charlie colmándola como tantas veces soñó.
Le rodeó la cintura con las piernas y dejó que los fuegos artificiales explosionasen en derredor con el fuerte clímax.
Creyó morir cuando las temblorosas paredes vaginales se estrecharon a su alrededor y se dejó llevar al escuchar su nombre reverberar por la habitación, cayendo sobre ella. Convulsionó sin parar hasta que poco a poco la calma regresó a él y se echó a un lado cubriéndose la cara con el brazo, esperando a que sus pulmones volviesen a su ser.
Percibió un movimiento a su lado, la suave mejilla reposó sobre él al tiempo que una placentera exhalación le enfrió la sudorosa piel. Con un leve gruñido separó un tanto la extremidad para ver el alborotado cabello antes de volver a posicionarla sobre sus ojos.
Unos minutos después la reposada respiración le confirmó que su rezo había sido escuchado, lentamente apartó de encima, se levantó de la cama y se vistió sin apenas retirar la vista de la mujer que dormía boca abajo sobre la arrugada colcha, temiendo que de un momento a otro despertase. No le importaría volver a hacerle el amor y el traidor que ahora se encontraba dentro del vaquero se lo confirmó dando un pequeño salto, pero tan seguro como que él era el mayor cabrón de la historia que Rae querría hablar y eso no podría hacerlo. El fin que le llevó ahí prácticamente ya estaba hecho, sólo le quedaba una cosa por realizar y se alzaría como ganador. Frunció el ceño ante esa palabra, ahora no se sentía como tal. Se encogió de hombros mientras salía de la habitación, seguro que cuando se viese con la corona de laureles y el suculento premio le sabría a gloria ese vocablo.
Dio al interruptor del pasillo y cuando el par de apliques se encendieron, sonrió triunfal, sí, con eso sería suficiente. Regresó al dormitorio y apuntó hacía la bella durmiente con el móvil, buscó la cámara y se quedó con el dedo sobre el botón.
—Vamos hombre, tú no tienes conciencia —se regañó en voz baja—, aprieta de una puñetera vez.
La yema presionó la tecla grabando en la memoria del teléfono el cuerpo que le había hecho gozar como hacía tiempo no lo hacía ninguna.
—Lo siento Rae —musitó antes de abandonar la alcoba y la vida de la que había sido su tímida amiga.