Se encerró en la trastienda para lamer las ultimas heridas de las que había sido victima, jamás ni en los más pesimistas de sus pensamientos hubiese imaginado que Charlie fuera capaz de humillarla más de lo que ya lo había hecho. Si sólo se lo hubiesen contado sin haber visto con sus propios ojos aquella foto en la página Web, habría dicho que era mentira, a pesar de lo de la apuesta lo habría defendido a capa y espada, pero todo estaba claro ahora despiadadamente claro admitió apartándose una lágrima que rodaba por su mejilla.
Lo cierto es que aún conociéndole de toda la vida, con sus actos le resultaba un total desconocido. ¿Quién era aquel monstruo que se ensañaba con ella de aquella forma tan cruel? ¿Dónde estaba el hombre, que a pesar de ignorarla como mujer, siempre había estado a su lado como amigo? Sacudió la cabeza, quizá nunca existió ese ser maravilloso del que se había enamorado, quizá siempre había sido esa bestia sin corazón ni escrúpulos la que se paseaba delante de ella con sus vaqueros y sus camisetas ajustadas y la ceguera del amor no le permitió ver.
Pasó el dorso por los ojos y se secó la humedad, <<ni una lágrima más>> se dijo a si misma con la espalda pegada a la pared, <<no se merece ni una sola de ellas, ni uno solo de mis pensamientos>>, con mucho esfuerzo se tragó los sollozos. <<Mátalo, sácalo de tu corazón, de tu vida para siempre>>, se ordenó con determinación. <<Arráncalo de ti aunque eso acabe contigo>>. Continuaba con su retahíla de auto consejos cuando un golpe seco seguido de los chillidos de Amy la alertaron, se puso en pie y salió de su escondite.
Llevó las manos a la boca para ahogar un grito al ver a los dos hombres enzarzados en una pelea. Una vez era Theo el que pegaba con saña, al segundo era golpeado por Charlie con el mismo ensañamiento, mientras su amiga danzaba a su alrededor en un vano intento por detener aquella contienda.
Quiso aullar, hacer algo para detener aquella locura, pero no fue capaz de moverse del sitio, como si toda ella se hubiese convertido en una pétrea figura contemplando el intercambio de insultos y puñetazos.
La suplicante voz de su amiga la trajo de vuelta a la realidad, la vio abrazarse al rubio policía que pareció calmarse un tanto ante los lamentos de la chica, resbaló la vista entonces hacia el piso, con cierta dificultad Charlie comenzaba a incorporarse, por un instante sus retinas se encontraron, antes de que volteara la cabeza hacia su compañero observándose como leones dispuestos a volver a la carga.
—¿Qué os creéis que estáis haciendo?
Pestañeó al ver la rabia que destilaban los dos pares de ojos al mirarla. Con una calma que no poseía se acercó a ellos y los contempló, Charlie tenía el labio partido y por la rojez que bañaba su pómulo y el parpado estaba segura que en unas cuantas horas su rostro estaría salpicado de moratones. Por su parte Theo no presentaba mejor aspecto, la ceja hinchada y la sangre que manaba de su nariz, manchando su camiseta rasgada, le daba un aspecto deprimente.
—Esta es mi tienda —alzó la palma al ver que iban a hablar y echó un vistazo para ver como algunas de las flores estaban tiradas por el suelo, aplastadas e inservibles, y que junto con algunos de los jarrones de plástico habían pasado a mejor vida—, no un cuadrilátero de boxeo.
—Fue culpa de él —señaló Amy sin soltarse de la cintura de Lewis.
—No me importa de quien fuera la culpa —interrumpió dando un paso hacia ellos indicando la salida—, quiero que os vayáis ahora mismo.
—Rachelle —exclamó Theo desenvolviéndose del abrazo de Amanda— lo siento de veras, por favor perdóname—, rogó apartándole con dos dedos un mechón que caía por su frente.
Charlie oteó encajando los dientes como los pálidos iris de Rach se alzaban y se clavaban en los del otro destilando dulzura, odió que ella le mirara de esa manera como cuando…, apretó los puños hasta que sintió las uñas clavarse en sus palmas cuando una extraña idea cruzó por su cerebro cegándolo. Rachelle y Theo juntos. No, era una idiotez, una verdadera estupidez si de algo estaba seguro era que ella lo amaba desde hacía una eternidad y el amor no moría de un día para otro. Las pupilas del gilipollas brillaron cuando ella con su pañuelo le limpió, con suma delicadeza, el rojo fluido para acto seguido pasarle las falanges por la maltrecha mandíbula. ¿O si? Tragó saliva por que a pesar que no estaba enamorado, ese gesto le produjo un extraño desasosiego, como si unas tenazas le agarraran las tripas y se las retorcieran, instintivamente llevó una mano a la zona dolorida como si ese gesto le pudiera aliviar de algún modo. El brillo cegador en los hermosos orbes pasó a convertirse en una acuosa tristeza cuando se fijó en él, el rostro resplandeciente que había sonreído tímidamente a Theo era ahora una mascara de hielo que lo miraba con asco, la sonrojada boca era una fría y fina línea que expresaba desagrado y volvió a dolerle todo el interior. La pasión que una vez viera reflejada en ella se había convertido en una gelidez que le congelaba las entrañas. Sintiendo como la bilis subía hasta su epiglotis se armó de valor y tendió una palma hacia ella.
—Rae —su nombre brotó desgarrado cuando la vio dar un paso atrás antes de darle la espalda—, Rae, por favor.
Se encogió por dentro cuando al volver la vista hacia él lo vio parpadear y fijarse en ella, con el asombro dibujado en sus facciones como si la viera por primera vez. Su alma quedó traspasada al ver la consternada cara, con la duda y el desasosiego reflejados en su oscura mirada. Su parte enamorada la empujaba a acercarse, abrazarlo fuerte, escuchar y creer lo que tuviera que decirle, pero fue su parte herida la que se impuso y se apartó cuando el estiró el brazo hacia ella, le destrozó ver la angustia que cruzó su semblante y escuchar el tono desolado con que pronunció su nombre casi termina con ella, se giró quedando casi pegada al torso de Theo para evitar correr a sus brazos.
—Vete —musitó roncamente—, no quiero volver a verte nunca más.
—Por favor —suplicó—, escúchame y luego me marcharé.
—No.
—Sólo te pido 5 minutos de tu tiempo.
—No, nada de lo que puedas decirme justifica tu actitud —respiró profundamente—, jamás podré perdonarte lo que me has hecho.
El silencio se impuso en el local, solo la exhalación fuerte del hombre al que acababa de echar a la calle rompió la tensión, luego unos pasos le hicieron mirar por encima de su hombro para verle dirigirse a la salida con andares cansinos, la cabeza gacha y los omoplatos hundidos. Incapaz de seguir viéndole partir de aquel modo giró la testa y apoyó la frente en el pecho duro que tenía ante ella, al instante los fornidos brazos masculinos la rodearon regalándole el consuelo que necesitaba.
Desde el umbral se revolvió para echar un último vistazo, la escena que divisó le rompió por dentro, Rachelle se abrazaba a Lewis como una vez lo había hecho con él. La rara sensación vivida unos minutos antes volvió a asaltarlo mientras lo ojos empezaban a escocerle y una palabra empezaba a martillearle el cerebro. Celos. No, no estaba celoso y lo sabía, no eran los malditos los que estaban haciendo que todo su ser temblara como una hoja. Perdida, esa era el vocablo adecuado, había perdido a su Rae para siempre. ¿Su Rae? Movió la cabeza y con una última ojeada a la pareja cerró la puerta.
Con incredulidad Amanda estudiaba a Theo y a su amiga que envueltos en un silencioso abrazo permanecían ajenos a su presencia en el centro de la floristería. Sí, aquellos dos parecían hechos el uno para el otro, era una lastima que hubiese tenido que ocurrir algo tan doloroso, para que se encontraran, pero si aquello era bueno para ambos se alegraba por ellos. Sin duda se merecía ser feliz y nadie mejor que un buen tipo como el macizo, y por otra parte él parecía haber encontrado en su amiga a la mujer ideal , tranquila, amorosa, decente…, todo lo que ella jamás sería. Con sigilo se fue alejando de ellos, viendo como las grandes manos masculinas recorrían la frágil columna femenina y sus jugosos labios besaban el sedoso cabello.
Al llegar a la salida los ojos de ambos se encontraron, Amy se detuvo en seco, ya no podía ver el destello de pasión que refulgía en ellos cuando la abordaba tímidamente en la calle. Se mordió el labio, inclinó la cabeza a modo de saludo y se marchó sintiéndose sola, muy sola.
Continuará...