SENTIMOS MUCHO NO HABER SUBIDO CAPÍTULO LA SEMANA PASADA, PROBLEMILLAS VARIOS NOS LO IMPIDIERON. HOY NOS HEMOS RETRASADO PORQUE EL BLOG SE NOS SUBLEVÓ Y COMO PODÉIS APRECIAR SIGUE SIN ESTAR DE NUESTRA PARTE, PERO COMO NO PODÍAMOS VOLVER A DEJAROS SIN ÉL, ESPERAMOS QUE SEPÁIS DISCULPAR COMO QUEDÓ, NO ASÍ AL BLOG, POR LO TANTO LE PODÉIS INSULTAR TODO LO QUE QUERÁIS Y MÁS, JAJAJA.
GRACIAS POR SEGUIR AL PIE DEL CAÑÓN.
Sabía que debía respirar, pero lo que su cerebro le dictaba su cuerpo se negaba a obedecer, pendiente tan sólo de la imagen tan impactante que se encontró al acceder al baño.
Se había despertado al percibir la falta de calor que desprendía la poderosa figura del policía e inmediatamente se sintió ridícula, ¿cómo era posible que en tan escaso tiempo se hubiese acostumbrado a tenerle tumbado a su lado? Enfadada consigo misma volvió a su posición inicial al borde de la cama, debía poner distancia o a saber como terminaría la cosa, sonrió tristemente, por supuesto que sabía qué podría suceder, los dos acabarían en ese colchón aunque uno encima del otro. Dispuesta a volver a dormir cerró los párpados con fuerza justo en el instante en que un apagado sonido se ancló en sus oídos. Sentándose de golpe en el lecho prestó atención al murmullo que venía de fuera intentando distinguir que podía ser, frunció el ceño confundida ¿qué era eso? ¿Acaso...? <<Oh, Dios mío, Charlie>>. Con el corazón encogido por el temor a que le hubiese sucedido algo, echó a un lado las mantas y sin ponerse las zapatillas salió rápidamente de la habitación.
Y ahí estaba ahora, con la conmoción y el fuego explotando a través de los poros de su piel, usurpando el lugar de la preocupación que gorgoteaba hasta hacía un instante por todo su ser.
Con el aliento atascado en la garganta, se quedó paralizado ante la inesperada visita. Lo único que podía hacer era vocear dentro de su testa una palabrota detrás de otra, levantando el volumen con cada blasfemia hasta que sus orejas vibraron mostrando su disgusto. ¿Alguna vez dejaría de comportarse como un gilipollas con esa mujer? Mierda, como si no fuese suficiente con esa bocaza que tenía ahora le había pillado masturbándose como un calentorro adolescente con las hormonas disparadas. Maldijo una vez más antes de darse cuenta de que aunque Rae se encontraba pasmada, había algo más que se revelaba tanto en su sonrojado rostro con los labios ligeramente abiertos, como en los claros orbes titilando con un ardor que hizo que su sangre se acelerase quemándole entero.
Con una inexorable lentitud y envalentonado por lo que su vista absorbía como un hambriento, deslizó el apretado puño hacia adelante. Dejó escapar un siseante jadeo entre los apretados dientes al restregar la palma en la llorosa cabeza impregnándola con el abundante líquido y, controlando el placer que le recorrió por la untuosa palpación, comenzó a acariciarse premiosamente de arriba a abajo.
Oh si, esto era estar en la gloria, con ella enfrente viéndole tocarse y endureciéndose cada vez más debido a la ardiente mirada que, fija en él, no se perdía ningún detalle.
Se le escapó un gemido cuando la sonrosada lengua bordeó la apetitosa boca, joder, daría parte de su vida si esta engullese su inflamado glande y lo lamiese hasta dejarle seco. Los ojos se estrecharon ante la imagen que tan nítidamente apareció en su pirexia mente. ¿En la gloria? No, esto era estar en el sofocante infierno, pero que ni Dante se atreviese a sacarle de allí, a no ser que fuese para hacer realidad el desesperante deseo de sentir ese húmedo músculo de ella alrededor suyo para luego hacerle sollozar cuando le torturase rozándole con los bordes de sus dientes.
Sus pulmones se abrasaron con la pequeña inhalación que entró apresurada cuando, asombrada y dominada por un anhelo como hacía mucho no sentía, oteó como la apretada mano de deslizaba por el erecto miembro. Esto no podía estar sucediendo de verdad, seguramente aún se encontraba en la cama prisionera de un tórrido sueño. Por su bien físico debía pellizcarse para despertar, pero los dedos los tenía atrapando con firmeza la tela del pantalón del colorido pijama y se negaban a desplegarse a no ser que fuese para dejarlos resbalar por el nervudo pene.
Se lamió los resecos labios con nerviosismo. Tenía al hombre que amaba delante suya, desnudo y tocándose lascivamente para ella, sólo y exclusivamente. Juntó los muslos al percibir como un caliente fluido se condensaba entre sus piernas mojándole las braguitas. Con desmedida codicia siguió el movimiento de esos largos y enroscados dedos, quiso desprenderlos uno a uno, chuparlos para llenarse las papilas gustativas con su mareante sabor y llevarlos a su punzante centro, mientras le rodeaba con sus propias falanges y comenzaba a masturbarlo apretándole también los endurecidos testículos, deleitándose con los mismos sonidos que ahora llenaban el pequeño habitáculo, únicamente que estos serían producidos gracias a ella.
Gimió al masajear y hacer rodar entre sus falanges el apretado escroto al tiempo que con la otra palma seguía una y otra vez la longitud de la hinchada verga, haciéndolo estremecerse por el inaguantable deseo de introducirse entre los acogedores pliegues y volver a estar en su añorado hogar. Las caderas comenzaron una serie de acometidas imitando el anhelo que le quemaba como lava. Una ola de calor le recorrió al imaginarse envuelto por su calidez.
—Rae —musitó sin apenas aliento.
Aunque no estaba preparada para chocarse de frente con la realidad y que esta congelase la intensa sensación vivida, se obligó a levantar la vista al escuchar su nombre, para estrellarse contra unas fogosas pupilas que la dejaron débil. Turbada por las emociones que dejaban fluctuar los oscurecidos orbes, se sujetó a la jamba para evitar caer. Lo que estaba observando en ese momento era producto de lo acontecido, nada más. Decepcionada y enfadada, pero con el cuerpo aún en brasas comenzó a voltearse.
—No te atrevas a marcharte.
—Yo...
—Tu —empezó a decir acercándose—, has sentido lo mismo que yo.
—Te equivocas —corrigió sin atreverse a mirarle.
—Mírame —ordenó suavemente a escasos centímetros de ella—. Nunca se te dio bien mentir—, aseguró cuando su negra mirada atrapó la clareada.
—Eres un...
Los labios masculinos apresaron el insulto al cubrirlos con los suyos. Tomó con avidez la jugosa boca deslizando la sedienta lengua con un enloquecedor movimiento, para aplacar la aridez que desde hacia semanas padecía. Le rodeó la cintura con una de sus grandes manos mientras con la otra le aprisionó la nuca estrechándola contra si.
Rachelle emitió un pequeño chillido cuando percibió sus palmas rodeándola para ceñirla contra su desnudo cuerpo, que se transformó en un ahogado sollozo cuando con una rodilla le separó las piernas e inclinándola ligeramente friccionó su muslo contra su centro enviándole oleadas de placer. La tela del pijama y la enorme erección presionando su cadera, no ayudaban a mitigar el sofocante calor ante la sensual caricia. Dejándose envolver por las sensaciones casi olvidadas que él le estaba despertando, deslizó las yemas por los antebrazos, los hombros hasta enredarlos en el revuelto cabello para sentirlo más cerca.
Ella le deseaba, daba igual lo que su golosa boca dijese, se lo había demostrado con su descarado y apasionado comportamiento de hacía unos instantes y ahora, al rodearle el cuello reteniéndole con avaricia contra su curvilínea figura. La necesitaba. Le urgía enterrarse en el rociado núcleo y notar la hinchada cabeza encerrada entre las paredes vaginales.
—Déjame hacerte el amor, Rae —jadeó con voz ronca aprehendiendo su labio inferior entre los dientes.
Su ruego la debilitó y la fiera necesidad que corrió por sus venas la mareó. Se inclinó mas hacia él, hacia el devorador beso que avivaba sus oscuros deseos. Rotó la pelvis frotando con delirante lentitud la dureza que palpitaba entre sus muslos. Oh si, él iba a ser suyo de nuevo. Frunció el ceño ante ese pensamiento. No, aunque eso supondría padecer como una loca por no aplacar el placer que vibraba por todo su ser, ella no sería jamás su juguete de nuevo. Tenía que tragarse las ganas de él y parar esta locura o se vería arrastrada por sus instintos, porque si la desechaba otra vez no podría superarlo.
—No —gimió separándose con ímpetu de él—, no más Charlie.
Un molesto frío comenzó a filtrarse entre la bruma del frenesí que le envolvía al escuchar la negativa, hubiese jurado por su vida que ella ardía con la misma pasión que lo cubría a él, pero fue al alzar la vista hasta sus ojos cuando percibió el brillo de la lujuria mezclado con una turbulenta tristeza que le destrozó el corazón. Quiso abrazarla y apartar el pesar de los vidriosos orbes, pero era mejor dejarla ir en ese momento y tragarse la frustración por el deseo no consumado.
Haciendo acopio de voluntad para no llorar, se giró caminando con flemáticos pasos hacia la salida. Probablemente lo que estaba haciendo ahora era una soberana estupidez, pero de lo que estaba segura era de que su dignidad no pensaba lo mismo.
óóóóó
Llevado por una intensa frustración, dejó que su puño rebotase una y otra vez contra el volante. Le importaba un cojón si la mierda del airbag le saltaba en su puta cara y se la reventaba, por lo menos así dejaría de sentirse un inepto por haber dejado escapar a su presa y sólo pensaría en su nariz golpeada y con un poco de suerte rota. Se lo merecía por confiado. A él nunca, nunca le había sucedido algo así. Tenía que haber sido más espabilado, estar constantemente ojo avizor, meando dentro de una botella si fuese necesario, cualquier cosa siempre que no la perdiese de vista
—¡Joder! —bramó soltando un último golpe.
Llevó a cabo varias respiraciones profundas hasta que poco a poco consiguió que sus pulmones trabajasen con normalidad, sin embargo la cabeza era distinta, la sacudió intentando desprenderse de la ansiedad que tiranizaba sus pensamientos, pero le fue imposible conseguirlo. Aún recordaba como si hubiese sucedido escasos minutos el momento en que, según aparcaba frente al edificio de la mosquita muerta, el rubio policía se paraba al lado de su vehículo, sacaba el móvil y con un tono furioso increpaba a alguien el que hubiese permitido que Rachelle se largase con el otro agente. Se quedó de piedra al escuchar eso y casi estalla en un montón de trozos cuando resultó que se la había llevado lejos y nadie sabia donde. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no salir y liarse a hostias con el memo del novio por permitir que se la quitasen delante de su jeta. No contento con eso y aun sabiendo que hacia mal tuvo que ir a contárselo a Devon. Todavía no entendía como le permitió que le tratase tan despóticamente, si con un soplido ese patético gilipollas saldría volando, pero maldita sea también lo haría su abundante dinero.
Repitió de nuevo el proceso de las largas exhalaciones para tranquilizar tanto la mala hostia como los nervios y volver a ser el de siempre. Un hombre seguro de si mismo.
—Te voy a encontrar, zorra —masculló—, con la ayuda de tu amiguita o sin ella te voy a encontrar—, afirmó mirando a través del manchado parabrisas a una de las ventanas del bloque que tenía en frente.
Ella sin duda debía saber algo, estaban demasiado unidas para que no fuese así. De repente se animó dejando aflorar una voraz sonrisa, esa morena se veía realmente apetitosa, un auténtico bollito caramelizado, no como la insulsa de su amiga, aunque si debía ser sincero consigo mismo para un buen polvo si que serviría. Se volvió a cabrear al recordar su huida.
—Cuando te pille te voy a follar durante horas y luego, hablaremos para ganarme mi sueldo.
Satisfecho con su decisión echó el respaldo hacia atrás, cogió la gruesa manta que había dejado en el asiento del copiloto y se tapó con ella. Con esta no metería la pata, así se quedase helado Rachelle sería suya.
óóóóó
Con las lágrimas bañando sus mejillas y sintiéndose la más imbécil de las mujeres llegó al cuarto, se tumbó en la cama esperando en vano que el calor que la fundía de dentro a fuera se aplacara mientras soñaba con ser diferente, como le gustaría ser más decidida, más valiente, pero no decididamente ella no era aguerrida, sólo una desgraciada que apostó mal y le rompieron el corazón.
Apartando el llanto, jadeó cuando con el movimiento la tela rozó los pezones erguidos y sensibles ansiosos de atención, agudizó el oído tratando de percibir entre el sonido de la ducha algo de lo que imaginaba Charlie estaría haciendo, dándose el placer que ella negó a ambos. La imagen de él tocándose ante ella se dibujó en su cerebro provocándole una nueva oleada de lujuria, se retorció entre las sábanas y apretó los muslos, deslizó la mano por su vientre hasta la cinturilla de su pantalón dispuesta a aliviar la hoguera que la consumía. Cuando la yema del dedo encontró su candente y húmedo centro tuvo que apretar los dientes para retener el potente gemido que vibraba en la garganta.
Tapándose la boca con la palma libre, para ahogar los resuellos que pugnaban por escapar, continuó palpando su canal presionando levemente con el pulgar el abultado montículo al tiempo que sus caderas se cimbreaban al ritmo de sus toques. Los hinchados labios se contrajeron con pequeñas descargas de energía que recorrieron todo su ser preparándola para lo que nunca antes había experimentado a solas.
Mordiéndose el dorso de la mano aceleró la frotación sobre su clítoris, los ojos se le opacaron, los dedos de los pies se encogieron y su pelvis se levantó del colchón por inercia propia cuando la avalancha del orgasmo la sacudió arrasándola por completo.
Entre la jadeante respiración y el golpear incesante de su corazón, se coló el cese del repiqueteo del agua. Apartó las falanges, mientras un exagerado rubor la cubría avergonzada porque él pudiera regresar y encontrarla de esa guisa. Cerró los ojos fingiendo dormir, lo último que deseaba era encontrarse con él y que vertiera sobre ella cualquier humillante comentario.
Continuará...