Me miras, te miro y el cuarto empieza a empequeñecer. El
aroma del deseo invade el espacio y como fieras nos abalanzamos uno a por el
otro, sin palabras, sin promesas, sin mentiras, sexo por sexo, placer por
placer. Sonido de telas rasgadas por el ansia, caricias primitivas que
calientan y humedecen. Tus dedos hurgando en mí, los míos rodeándote.
No hay esperas, no se necesitan cuando ambos chorreamos de
pasión.
Jadeo al chocar mi
espalda contra la pared, me levantas las piernas para que rodee tus caderas. Echo
la cabeza atrás y acojo todo tu esplendor.
Gemidos
entremezclados al ritmo lento y poderoso de tu pelvis.
Lames, succionas,
arrasas… mientras sales y entras una y otra vez. Araño, muerdo, poseo… mientras
me voy derritiendo con los envites cada vez más acelerados.
Y estallo en mil pedazos llenándome de tu líquido calor. Siento
tus dientes clavarse levemente en mi hombro, cuando mi lengua se impregna del
sabor salino de tu piel. Curvo los labios, de nuevo aplaqué tu hambre y saciaste
mi sed.
Nunca existirá amor
entre dos personas como nosotros pero, está escrito que siempre nos faltará
tiempo y nos sobrará la ropa.
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