miércoles, 30 de marzo de 2011

EL PRECIO DEL AMOR (CAPÍTULO 3)


Alargó la palma buscando el interruptor, pero esta fue inmovilizada en la pared por una pequeña. Frunció el ceño por el estremecimiento que lo poseyó ante el tibio contacto.

—Prefiero la oscuridad —musitó Rachelle junto a él.
—Yo no —aseveró molesto por la sacudida que dio su miembro ante el susurrante tono.
—Enton... entonces será mejor que te marches —dio un paso atrás afirmando las balbuceantes palabras, cuando de pronto se vio pegada al membrudo cuerpo.
—Ni hablar Rae —murmuró mordisqueándola el labio inferior—, has despertado mi hambre y ahora debes saciarla—, confirmó tomando posesión de la jugosa boca.

Le parecía estar en un sueño, pero la ardentía que irradiaba la poderosa figura y el duro bulto que le presionaba el vientre le confirmó que era real. Charlie estaba con ella. No sabía por cuanto tiempo, lo único que tenía claro es que pensaba disfrutarlo como si fuese el último deseo de un moribundo.

Resbaló las agitadas manos por el torso masculino lentamente, se detuvo un tanto atemorizada al llegar a la cinturilla del pantalón, aunque necesitaba tocar su piel y quemarse con el calor que emanaba a través de la tela, no resultaba fácil superar la indecisión que siempre había regido su vida.
Desprendió los labios para buscar su mirada y se encontró con una ladeada sonrisa bailando en el rostro de Charlie que sin apartar los ojos de ella cruzó los brazos y agarrando la maleable prenda por el dobladillo fue subiéndola hasta sacarla por la cabeza, dejando a la vista un musculoso y formado tórax. La colgante mandíbula volvió a su ser cuando le aprisionó las muñecas obligándola a posar las palmas en la ardiente dermis. Sin abandonar la presión de sus articulaciones y con una enervante parsimonia fue bajando por el estomago, hasta que la llevó a las caderas antes de comenzar el camino de ascenso para acabar de nuevo en los trabajados pectorales.

—Tócame —conminó Charlie con un tono gutural.

Inhaló ante la incitante orden posando los ojos sobre los plenos labios. Se alzó sobre la punta de los pies para mordisquearlos y bordearlos con la lengua, hasta que él con un gruñido los atrapó en un voraz beso. Sonrió halagada. Nunca había escuchado ese sonido en un hombre.

Arrastró los impacientes dedos por los compactos hombros hacia la espalda acariciándola, se deslizaron por los costados y gozaron cuando el nervudo vientre se estremeció ante su contacto. Emocionada por la respuesta y rechazando la vergüenza, pues esa noche no tenía cabida, dejó que las falanges siguieran el camino hacia el codiciado objetivo y se curvasen alrededor de la erección que pugnaba por salir a través de la prenda. Deslizó la palma arriba y abajo deleitándose con el jadeo que brotó de él.

Se estaba volviendo loco, no, ella le estaba volviendo loco con sus enervantes caricias y la enardecida boca. ¿Cómo era posible que una mujer tan ridículamente tímida fuese tan apasionada? Esa no era la Rachelle que conocía de toda la vida, seguramente fue abducida al entrar en la cocina y un extraterrestre ocupó su lugar. <<Puta mierda>>, pensó estremeciéndose bajo la juguetona manita que ahora ascendía por su entrepierna, nunca le habían gustado las películas de marcianos, pero si a alguien se le ocurría gritar “corten” le mataría a golpes.

Completamente encendido amasó las nalgas femeninas al tiempo que oscilaba la pelvis, mas no era suficiente, la quería desnuda. Tanteó la columna hasta hallar el principio de la cremallera del molesto vestido, de un enérgico tirón lo abrió y lo dejó resbalar hacia abajo sin dejar de apreciar con las yemas la sedosa dermis. ¿Quién iba a decirle que poseía semejante tacto?

Alzó los parpados y cuando estos se acostumbraron a la oscuridad, buscó la cama. Tenía que llevarla allí o la tomaría de cualquier manera y no es que le importase, cualquier sitio servía para una buena follada, él lo sabía bien, pero la dulce y sorprendente Rae se merecía otra cosa. Es lo único que la daría antes de... Dejó escapar un largo gemido al percibir los traviesos dedos cerrarse sobre él. Definitivamente tenía que llegar al colchón. Echó a andar poco a poco mientras el frotamiento se acentuaba hasta que pensó que explotaría. Bendito alíen.  

Supo que había llegado al destino cuando ella perdió el equilibrio, con cuidado e impidiendo que cayera la inclinó hasta dejarla tumbada sobre la colcha quedando a horcajadas sobre ella. La escasa luz que se filtraba a través de las rendijas de la persiana apenas le dejaba ver, pero poder contemplar a través de la exigua iluminación la negra prenda que caía floja sobre sus caderas, el liso sujetador y esa lengua perfilar obscena los hinchados labios le sacó de sus casillas. De un salto descabalgó de sus muslos ansioso por deshacerse de la ropa e ir a su encuentro.
Desabotonarse los vaqueros le pareció una tarea larga y desquiciante, pero cuando el endurecido pene saltó dichoso de la opresiva prisión y ella sollozó prendiendo la mirada en él, supo que había valido la pena esos eternos segundos.

Ese hombre era sencillamente magnífico y estaba ahí para su uso y disfrute. A pesar de haber confirmado que era real, la tentación de pellizcarse y asegurarse al cien por cien se hacia casi insoportable, pero ¿y si al hacerlo despertaba y volvía a la cruda realidad? Oh, no, de eso nada.

En la tenue claridad sus ojos siguieron el movimiento de sus brazos y la boca se le secó al contemplar lo que hacía unos instantes había tocado. Eso sí tenía que pellizcarlo y palparlo. Se incorporó, se deslizó hasta el borde la cama y sin desprender la mirada de la gruesa erección la asió con una palma. El silbante sonido que Charlie dejó escapar entre los dientes la apremió a elevar la vista. Cuanto le hubiese gustado observar en ese momento su rostro, pero la oscuridad era necesaria, porque si él viese su rolliza figura estaba segura que huiría y lo peor es que lo haría riéndose. Una cálida gota cayó sobre su muñeca y los lacerantes pensamientos se disiparon. Rozó con el pulgar la inflamada cabeza extendiendo la humedad por él, mientras que con la otra mano le bajaba los pantalones hasta los tobillos. Sonrió cuando él la aprisionó con la suya para que al desembarazarse del todo de las prendas, junto con el calzado, ella no pudiese soltarle, <<como si eso fuese posible>> pensó acariciándole muy despacio a la vez que apretaba las suaves bolsas haciendo que se pusiese tenso. Satisfecha con el resultado acercó la boca al miembro, que lloroso como un niño le exigía consuelo, paladeando el exquisito néctar. Dibujó con la lengua el recorrido hasta los acerados testículos, los chupó sin dejar de sobar la enorme verga y se deleitó con el profundo siseo que salió de él.

Su mente y su cuerpo eran un fulgurante volcán a punto de explotar. Esos mareantes y húmedos toques eran el mejor castigo que un hombre podía desear. Tuvo que rectificar cuando la sedosa boca cubrió su glande y jugueteó con él arañándole con los dientes y calmándolo enseguida con el mojado músculo, sin duda eso era aún mejor tortura.
Movió con lentitud las caderas hacia delante al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás y gemía sin remisión. Esos labios eran un pecado igual que los apagados sollozos que provenían de ella.
Volvió la vista hacia su verdugo, enredó los dedos en la rubia cabellera y empujó para ser cubierto entero. Notar el final de su garganta estuvo a punto de rematarle y con prontitud salió de la empapada cueva. Sin ningún tacto le agarró del pelo y de un tirón, se apoderó con furia de su boca. Percibir su propio sabor le resultó tan terriblemente placentero que el dominio que regía normalmente su vida desapareció como arte de magia.

 Con la rapidez de un superhéroe, se separó y se agachó para buscar entre los bolsillos de su vaquero un condón, el condenado se le cayó un par de veces, rasgó histérico el precinto y la mandíbula que había apretado ante el placer de su propio tacto al colocárselo, cayó laxa cuando posó la vista en Rae. ¡Santo Dios! ¿Qué escondía esa mujer debajo de esas anchas vestiduras? Estuvo tentado de darse la vuelta para encender la lámpara y explayarse tendidamente con esa curvilínea y plena figura, pero sabía que no le haría ninguna gracia y lo último que quería era estropear el momento, antes se cortaba su quejoso sexo que le reclamaba a voz en grito sumergirse dentro de ella y como que se apellidaba O´sullivan eso no lo haría jamás.

Degustar al hombre de había ocupado su mente día y noche a lo largo de tantos años era algo que no se podía describir y el escucharle disfrutar la hizo levitar y le dio ánimos para seguir dándole más placer, hasta que la separó de él haciendo que las dudas de su inaptitud la agobiasen, pero su temor desapareció cuando sus labios fueron salvajemente devorados por los de Charlie.
La protesta cuando volvió a abandonarla murió sin llegar a salir al verle encorvado buscando algo. Imaginando de qué se trataba, un incandescente fuego se introdujo en ella a través de los pies y reptó hasta poseerla, se quitó la agobiante ropa intentado refrescar algo su piel, pero no sirvió de nada, el calor cada vez iba a más y sus muslos se humedecieron sabedores que pronto lo tendría entre ellos. Se arrastró hasta el centro del lecho rezando para que esa noche nunca terminase.

Tenía que palpar esas ondulaciones y asegurarse que no eran un espejismo, puso una rodilla encima del colchón y luego la otra repasando lentamente el voluptuoso cuerpo que yacía sobre el cubrecama, detuvo la mirada en las bragas que la cubrían, una ridícula prenda demasiado grande y fea que pronto iba a hacer desaparecer. Inclinándose hacia delante depositó un tierno beso en la cadera al tiempo que enredaba las yemas en el elástico arrastrándolo, mientras su boca reseguía el camino que la tela iba abandonando hasta llegar a los tobillos. Una vez liberada de la sosa ropa interior,  y como si de un famélico felino se tratase se fue acercando a su presa poco a poco hasta que quedó encajado entre sus piernas. Rodeó el tenso pezón con la lengua mordisqueándolo, mientras que con la mano frotaba y pellizcaba el otro. Gimiendo suavemente Rae hundió los dedos en su cabello atrayéndolo hacia ella, enervándolo con ese gesto. Cubrió el otro pecho lamiendo y tironeando la endurecida punta con los dientes, mientras deslizaba la palma posicionándola en el monte de Venus. Frotó la zona gozando al sentirse impregnado con el rocío y deslizó un dedo en el estrecho canal haciéndolo girar, emborrachándose con el espeso líquido, con los suaves contoneos de su pelvis y con los graves jadeos que brotaban de la tersa garganta.

Llegó a su límite al percibir las punzantes uñas clavarse en sus brazos, o se introducía en Rachelle o llenaba la goma sin haber llegado a disfrutarla. La levantó sujetándola por las nalgas, se posicionó en la anhelante entrada y cuando ella respiró fuerte al percibir la punta de su miembro la penetró de una única embestida. Cerró fuertemente los párpados para no explotar ante la angostura que le circundó. Era tan estrecha que si no hubiese sido porque no encontró ningún impedimento en su avance hubiese jurado que era virgen. El roce de unas yemas en su antebrazo le volvió a la crepitante realidad. Rae le miraba mordiéndose el labio, no podía ver su expresión, pero no hacía falta ser muy listo para imaginarla. Lentamente salió de su interior y volvió a introducirse con la misma parsimonia, cuanto más le envolvían los tersos músculos de Rachelle más  aumentaba él el ritmo, hasta que el sudor impregnó su piel y en su mente sólo hubo una cosa. Placer.


Exhaló fuerte cuando el duro falo la llenó, hacía mucho que no estaba con un hombre y durante un instante se sintió rara, pero esa sensación desapareció tan rápido como llegó. Ahora necesitaba que se moviera y la hiciese sentir deseada y plena. Le acarició para hacerle notar su urgencia y agarró entre su puño la tela que había bajo ella al empezar el acompasado movimiento de las caderas.
Cada vez que retrocedía y retornaba hundiéndose hasta el centro mismo de su ser, su corazón golpeaba con más saña en el pecho haciéndole creer que reventaría en millones de pedazos, pero no le importaba, tenía por fin a su Charlie colmándola como tantas veces soñó.
Le rodeó la cintura con las piernas y dejó que los fuegos artificiales explosionasen en derredor con el fuerte clímax.

Creyó morir cuando las temblorosas paredes vaginales se estrecharon a su alrededor y se dejó llevar al escuchar su nombre reverberar por la habitación, cayendo sobre ella. Convulsionó sin parar hasta que poco a poco la calma regresó a él y se echó a un lado cubriéndose la cara con el brazo, esperando a que sus pulmones volviesen a su ser.
Percibió un movimiento a su lado, la suave mejilla reposó sobre él al tiempo que una placentera exhalación le enfrió la sudorosa piel. Con un leve gruñido separó un tanto la extremidad para ver el alborotado cabello antes de volver a posicionarla sobre sus ojos.

Unos minutos después la reposada respiración le confirmó que su rezo había sido escuchado, lentamente apartó de encima, se levantó de la cama y se vistió sin apenas retirar la vista de la mujer que dormía boca abajo sobre la arrugada colcha, temiendo que de un momento a otro despertase. No le importaría volver a hacerle el amor y el traidor que ahora se encontraba dentro del vaquero se lo confirmó dando un pequeño salto, pero tan seguro como que él era el mayor cabrón de la historia que Rae querría hablar y eso no podría hacerlo. El fin que le llevó ahí prácticamente ya estaba hecho, sólo le quedaba una cosa por realizar y se alzaría como ganador. Frunció el ceño ante esa palabra, ahora no se sentía como tal. Se encogió de hombros mientras salía de la habitación, seguro que cuando se viese con la corona de laureles y el suculento premio le sabría a gloria ese vocablo.

Dio al interruptor del pasillo y cuando el par de apliques se encendieron, sonrió triunfal, sí, con eso sería suficiente. Regresó al dormitorio y apuntó hacía la bella durmiente con el móvil, buscó la cámara y se quedó con el dedo sobre el botón.

—Vamos hombre, tú no tienes conciencia —se regañó en voz baja—, aprieta de una puñetera vez.

La yema presionó la tecla grabando en la memoria del teléfono el cuerpo que le había hecho gozar como hacía tiempo no lo hacía ninguna.

—Lo siento Rae —musitó antes de abandonar la alcoba y la vida de la que había sido su tímida amiga.

 Continuará…




sábado, 26 de marzo de 2011

EL PRECIO DEL AMOR. Capítulo 2 Parte 2ª



Charles estudió a la joven que le rehuía descaradamente la mirada, sonrió para sus adentros, a pesar de que ya debía haber cumplido los 30, Rachelle Anderson era incapaz de ocultar que se sentía atraída por él. Emitía señales alrededor como si fuera una baliza en medio del mar. A él siempre le había hecho gracia ver su piel teñirse de grana cuando la saludaba, o el tartamudeo que aparecía de repente cuando le hablaba. La verdad era que le tenía estima, la apreciaba como amiga y no quería hacerle daño, por eso había simulado no ver los ojitos de corderito degollado con que ella solía contemplarlo y seguiría actuando de igual manera de no ser porque ahora las cosas eran... Cortó sus pensamientos al verla dar un paso hacia el portal.

—Una cerveza.
—¿Cómo dices? —preguntó sorprendida.
—Me debes una cerveza —aclaró empujando la enorme puerta y colándose en el interior—, dejé la mía a medias.
—Si, pero...
—Si no tienes me vale un café —tras prender el interruptor que llenó de luz amarillenta el lugar se encaminó hacia el ascensor, ella no se había movido del sitio—. ¿Vamos?

Atónita, se encaminó hacia el elevador que él mantenía abierto esperando, se metió en el pequeño cubículo y pulsó el tres, con un suave vaivén el aparato se puso en marcha y comenzó a subir. Con caballerosidad él sostuvo la puerta para que saliera y luego la siguió por el pasillo enmoquetado en tonos Burdeos hasta su casa.

Aunque por fuera aparentaba estar calmada, por dentro los nervios la atenazaban, no era la primera vez que Charlie iba a su casa, pero si la primera que lo hacia solo y de noche. Le tembló la mano cuando trató de meter la llave. Se le resbaló cuando él apoyó el codo sobre el marco y sintió el calor de su cuerpo pegado al suyo. Sintiéndose como una idiota se agachó, alzó la vista cuando unos largos dedos rozaron los suyos y se perdió en unos ojos color chocolate de mirada intensa, por un instante se quedó admirando aquel viril rostro, mentón cuadrado cubierto de una barba de un par de días, labios plenos y carnosos que se moría por besar, nariz aristocrática. Tragó saliva al ver el destello que brilló en los oscuros ónices y deseó levantar la palma y enredarla en las ondas que se formaban en su cabello un tanto largo. Avergonzada apartó la vista y sacó las trémulas falanges llevando la llave entre ellas.

Charlie miró a Rachelle y en los límpidos orbes pudo leer cada uno de los pensamientos que le cruzaban por la cabeza, ver el deseo desfilar en las trasparentes retinas. <<Tímida e inocente>> pensó satisfecho, iba a ser tan fácil.

—Déjame a mi —arrebatándole el llavero abrió y se apartó para que ella entrara.

Con los nervios crispados dio al interruptor dejando que la única bombilla del recibidor llenara de luz la estancia, le guió hasta el salón y con una voz que más parecía un chillido le pidió que se acomodara antes de dirigirse a la cocina. Una vez en ella abrió el grifo y metió las muñecas bajo el chorro de agua tratando de atemperarse. <<Deja de comportarte como una imbécil o se dará cuenta>>, se recriminó a si misma. Soltó un grito cuando unas manos se posaron sobre sus hombros.

Sentado en el sofá de flores recorrió la habitación de paredes blancas salpicadas con algunos cuadros de paisajes primaverales, un mural color nogal ocupaba el paño de enfrente donde resaltaba un gran televisor y una mini cadena, sobre las impolutas baldas, algunos libros y dvd's descansaban junto a un par de viejos portarretratos, sonrió al atisbar su imagen y la de su hermano Tony cuando eran unos adolescentes. Continuó con el escrutinio cuando el dolor por la pérdida empezó a hacer mella en él. En un rincón una mesa de cristal coronada por un magnífico centro floral y rodeada de unas cuantas sillas que hacían juego con el mural, junto a la ventana un sillón de orejas de tapizado idéntico al tresillo.
Todo estaba limpio, ordenado, olía a hogar, nada que ver con el caos y la frialdad de su apartamento, pero no estaba allí para disfrutar de la calidez del salón de Rachelle.

Sigiloso como un felino fue a su encuentro, de espaldas y con la cabeza inclinada sobre el fregadero no se percató de su presencia hasta que la tocó, lamentó no haber sido más ruidoso al escuchar el sonido asustado que escapó de ella.

—Lo siento —se disculpó dándole la vuelta, percatándose del temblor que la recorría.
—Yo..., —tragó sonoramente al percibir las yemas deslizarse por sus brazos—, la cerve... za.
—Olvídate de ella Rae —susurró arrastrando su nombre mientras daba un paso adelante acorralándola contra la pila.
—¿Qué... qué estás haciendo? —en un inútil intento de huir se pegó más él.
—¿Tu que crees? —demandó con un malicioso brillo en los ojos antes de agachar la cabeza y capturar su boca.

El cuerpo se le volvió de gelatina cuando los labios plenos se posaron sobre los suyos quemándole la fina dermis. Cuando la juguetona lengua se abrió paso entre sus dientes y tanteó la suya invitando, incitando a ser correspondida un millar de puntos luminosos brillaron tras sus párpados. Sin acordarse de respirar se aferró a su camiseta para no caerse y respondió al envite del húmedo músculo, dando y recibiendo, saboreando, disfrutando de algo que jamás creyó posible. Protestó cuando él se apartó, levantando los ojos lentamente observó la confusión en su rostro.

No esperaba aquello, dulzura tal vez, pero la pasión desbordada de aquella mujer en un simple beso lo había sorprendido hasta lo más hondo. El sabor afrutado de su boca lo emborrachó mas la entrega lo descolocó, Dios Santo, aquel abandono lo golpeó en el centro mismo de su ser. Ella continuaba mirándolo sin entender, con los labios aún mojados y entre abiertos pidiendo más y la complació, sin dudarlo volvió a devorarla mientras las palmas resbalaban de su cuello a los brazos y la cintura para aferrar las nalgas y apretarla contra él. Temblando como un colegial bajo el inocente contacto que recorría su espalda, se tragó los jadeos que emanaban de ella.

—Vamos al dormitorio —exigió con voz ronca lamiendo el lóbulo de la oreja.

Oyó su petición entre los vapores del deseo que la envolvían, apretó los muslos cuando su núcleo palpitó al notar como los pezones se endurecían bajo la tela del sujetador y del vestido cuando él acunó sus senos, se mordió el labio inferior y se apretó contra aquellas impetuosas presas temiendo despertar y que todo fuera un sueño. No, era real, Charlie O’Sullivan la estaba besando, tocando como a una amante...

—Necesito hacerte el amor Rae.

Por entre las espesas pestañas observó sus pupilas dilatas, en el centro de su vientre notaba la dureza de su hombría restregándose contra ella, haciéndole saber con el pujante gesto lo que le había pedido un segundo antes. Sintiéndose como la dueña del mundo se apartó de él sólo lo suficiente para asirlo de la mano y guiarlo a su alcoba.


Continuará...


miércoles, 23 de marzo de 2011

EL PRECIO DEL AMOR. Capítulo 2 parte 1ª.


Admiramos a la gente valiente, no a la que se cree fuerte ni lucha por demostrar algo…, a la gente como tú valiente.
Con todo nuestro afecto para LIDIA.


Rachelle miró la hora y como cada tarde desde hacía una semana, puntual como un reloj, fue directa hacia el escaparate, buscó con los ojos hasta encontrar la moto aparcada unos metros más allá. Con disimulo se puso a arreglar los centros que con orgullo exponía en sus vitrinas, unos minutos más tarde vio aparecer al objeto de su secreto deseo. Enfundado en unos vaqueros de cintura baja que se pegaban a sus muslos y a sus caderas y con una camiseta negra que se ajustaba a su torso dejando patente lo atlética de su anatomía, Charles O’Sullivan bajó los pocos escalones que separaban el edificio de policía de su vehiculo, soltó el casco y se lo colocó tras ajustarse la bolsa al hombro, con agilidad pasó una de las largas piernas por encima del asiento de cuero negro de su Honda CBR 954, arrancó y se perdió calle abajo. Con el suspiro de una quinceañera se apartó del ventanal y regresó tras el mostrador deseando que alguna vez él pudiera verla como a una mujer, rió de sus tontos anhelos, un hombre como ese no se fijaría en ella ni en un millón de años, pero en sueños era suyo cada noche.
El sonido del teléfono la sobresaltó, sonrojada hasta la raíz del cabello tomó el auricular y contestó.

—Floristería La inspiración de RAE —dijo acelerada, nadie respondió al otro lado, el sonido de una respiración entrecortada era lo único que podía escuchar— ¿Oiga? ¿Quién es?

Con un encogimiento de hombros dejó el aparato sobre su base cuando desde el otro lado colgaron, seguramente había sido un error.
Tras dar un último vistazo a la tienda decidió que ya era hora de marcharse a casa, tomar una buena ducha y tumbarse un rato en el sofá.

óóóóó

La Brujas Locas era el local de moda de la ciudad, un garito con poca clase pero que al parecer gustaba mucho ya que cada sábado por la noche se ponía a reventar. La fachada del edificio simulaba un cielo oscuro salpicado de estrellas y entre las cuales —una a la derecha y otra a la izquierda— dos chicas con escasa vestimenta y montadas en unas psicodélicas escobas te daban la bienvenida, el neon rojo que parpadeaba anunciando el nombre le daba un aspecto de prostíbulo más que discoteca, pero hoy mandaba Amy y como le gustaba el lugar la siguió hasta el interior adentrándose en el mismo infierno, dejando atrás a los gorilas que franqueaban la puerta y a la hilera de personas de todas las edades y aspectos haciendo cola en las taquillas para pagar religiosamente el precio un tanto exagerado que costaba la entrada. Era una suerte que las chicas entraran gratis.

óóóóó

Lo que menos le apetecía era quedar con sus compañeros aquella noche, pero una cosa había llevado a otra y ahora estaba en la mesa de un bar tomando la segunda cerveza. Bebió un largo sorbo del dorado líquido y reposó la espalda en la incomoda silla escuchando sin interés la conversación que estaba teniendo a su alrededor, aunque cuando Michael les explicó su última idea rió ante su ridiculez, presentarse a un disparatado concurso televisivo, cuando el resto comenzó a tirarle patatas fritas el chico desistió un poco desilusionado. Apurando el último trago se puso en pie.

—Eh O’Sullivan —dijo Rick al verlo dejar un par de billetes sobre la mesa— ¿ya te largas?
—¿Qué Martínez no puedes vivir sin mi?
—Me mata quedarme sin tu presencia —respondió con sorna llevándose ambas manos al pecho poniendo cara de sufrimiento—, pero sobreviviré. Diviértete tú que puedes.

Sin contestar se giró para salir del bar, ya estaba en el dintel cuando una mano sobre su hombro lo detuvo, volteó la cabeza para encontrarse con los ojos verdosos de su compañero Theo Lewis.

—¿Qué pasa?
—Me gustaría hablar contigo, a solas —pidió casi en un susurro.
—Voy a las “Las brujas”, así que larga o se me escaparan las mejores — cuando el otro asintió salieron a la noche fresca del otoño y comenzaron a caminar.
—He oído ciertos rumores por la comisaría —empezó a decir.
—¿Haces caso de los chismes de los muchachos? —demandó enganchando el bolsillo trasero de los vaqueros con el pulgar.
—No, pero escuché tu nombre y bueno… —tomó aire—, la verdad es que indagué un poco y no me gustó enterarme de ciertas cosas.

Charlie se detuvo en seco y miró al hombre que estaba a su lado, Lewis era un tipo agradable, atractivo y encantador, pero al mismo tiempo podía resultar demasiado pedante por su seriedad y su responsabilidad.

—No creo que sea de tu incumbencia lo que haga o deje de hacer con mi vida —exclamó un poco exasperado.
—Entonces es cierto —masculló incrédulo—, no puedes hacerlo.
—Mira Theo ahora sabes por que nadie te invita nunca a sus fiestas, eres un plasta —añadió ya a las puertas del local—, ¿entras?

Sin decir nada el joven se dio la vuelta y se apartó de él como si fuera un apestado, encogiéndose de hombros se encaminó hacia la taquilla.

No podía decir que estuviera aburrida por que eso sería poder ponerle un nombre a su estado. Desde que habían llegado se había visto relegada a un rincón, Amy trataba por todos los medios incluirla en la conversación o más bien gritos, pero estaba visto que los chicos que las acompañaban no tenían ningún interés en ella, mientras que su amiga se veía agasajada de cumplidos, claro que tampoco podía culparla de su atractivo y su simpatía, ni que el vestido de punto negro se ciñera a su cuerpo de forma espectacular haciendo que los dos hombres se la comieran con los ojos. Desvió los suyos hacia su propia figura y exhaló al rememorar la bronca cuando la fue a recoger a su casa y la vio con aquella ropa. Dijera lo que dijera su amiga, ella jamás podría embutirse en un traje ajustado sin parecer el muñeco Michelin, o lucir unos vaqueros apretados sin que sus caderas se asemejaran a una tarta enorme, no ella no era sexy y nunca lo sería. Sintiéndose ridícula entre ellos se disculpó con la excusa de ir al baño para estar un rato a solas.

Abriéndose paso entre la muchedumbre, que parecía enloquecida por la estridente música, se encaminó hacia los lavabos, iba tan concentrada en sus propios pensamientos que no se percató del hombre que había frente a ella hasta que se estrelló contra él. Muerta de la vergüenza musitó un perdón apenas audible y se dispuso a continuar cuando una mano le asió el brazo, alzó la cabeza y quiso que la tierra la tragara. Había chocado contra Charles O`Sullivan.

—Hola Rae —dijo él acercándose a su oreja para que pudiera escucharlo.
—Hola —saludó rezando para que no se le doblaran las rodillas que le temblaban peligrosamente.

Charlie contempló a la mujer que tenía delante y sonrió, conocía a Rachelle desde que era una niña, pues su hermano Tony y ella habían sido grandes amigos. No era lo que un varón llamaría guapa, pero su rostro poseía cierto encanto que llamaba la atención, quizá fueran los labios sonrosados o aquellos ojos azules tan claros, tan limpios, siempre había pensando que eran los más bonitos que había visto nunca. La recorrió con la mirada observando el amplio vestido que llevaba y su sonrisa se agudizó, era cierto que sus iris eran hermosos pero el resto se trataba de echar mano de la imaginación y no es que provocase el ponerla en marcha precisamente. La soltó cuando ella dio un leve tirón apurada, le divirtió su azaramiento aunque los parpadeantes focos no le dejaban ver con claridad se jugaba la paga de un mes que debía estar sonrojada. Rachelle Anderson era tan tímida que asustaba.

—Perdona no me di cuenta.
—Espera mujer —volvió a asirla—, ¿estas sola?
–No, con Amy y unos… amigos —señaló hacia el fondo.

El miró hacia donde le indicaba, en uno de los reservados los tres jóvenes se reían a mandíbula batiente.

—Ahora si me disculpas necesito ir al lavabo.

La vio perderse tras el muro que separaba los baños del resto y volvió a mirar al grupo, uno de los chicos se levantó como si estuviera molesto, observando por encima del borde de su vaso de cerveza pudo comprobar el por qué, apenas el tipo se dio la vuelta, la pareja se enzarzó en un desenfrenado ritual de emparejamiento. De soslayo miró hacia el rincón y cuando vio a Rachelle salir la detuvo.

—Mejor esperas —aconsejó haciendo un gesto—, no creo que les guste mucho que les interrumpas.

Temiendo lo que iba a encontrarse, dirigió la vista hacia el lugar y el alma se le cayó a los pies, no podía creer lo que estaba viendo, Amy le había prometido que…, mierda, menos mal que había llevado su bolso con ella. Lo mejor que podía hacer era irse a casa, ya le mandaría un mensaje a esa traidora más tarde, por lo menos alguien se estaba divirtiendo y a juzgar por lo que veía bastante.

—¿Quieres una copa? —la profunda voz de Charlie le rozó el cabello provocándole un escalofrío.
—No gracias, creo que será mejor que me marche —respondió mirándolo de soslayo y tratando de que sus labios se curvaran hacia arriba mientras intentaba controlar el ligero temblor la poseía, odiaba ponerse tan nerviosa cuando lo tenía cerca.
—No tan rápido —ella se giró al sentir los dedos cerrarse sobre su brazo—, no puedes ir sola por ahí a estas horas—, sin ningún disimulo miró derredor embriagándose con los curvilíneos cuerpos que plagaban el lugar, con desgana apartó la vista de las hembras que se retorcían con la canción que el dj acababa de pinchar y la dirigió hacia la mujer que estaba a su lado- te acompaño.
—No es… —se interrumpió cuando tras dejar el vaso sobre la barra puso una mano sobre su espalda y la instó a salir del local.

La suave brisa que le golpeó el rostro le alivió un poco el calor que le quemaba la cara, ya era bastante engorroso que él la hubiera parado en una discoteca llena de mujeres despampanantes, por supuesto la hubiese saludado Charlie era un hombre educado, pero entablar una conversación y que ahora se molestara en acompañarla a casa era otra cosa.
 La zona en la que vivía era bastante tranquila, estaba bien iluminada y nada peligrosa, de hecho que ella supiera no se había producido ni una simple pelea de vecinos y aunque no le asustaba regresar sola, lo cierto es que agradecía tener a un policía a  su lado, su poli, al que amaba tanto que sin haberle tocado ni una sola vez, se sabía de memoria. Aspiró levemente cuando el suave viento le llenó las fosas nasales con la acaramelada fragancia de Allure, mezclada con su piel, que él emanaba un extraño ardor se instaló en su estomago, nadie olía tan bien como él.
 De reojo miró al hombre que silencioso caminaba a la par y que en esos instantes frunciendo el ceño parecía muy lejos de allí, seguramente estaba planeando regresar para ligar con alguna rubia de bote, normal ¿cómo iba a querer estar con una ridícula gordita que además era un muermo? Si hasta ella también saldría por patas si pudiese. Volvió a mirar al frente dejando que el sonido de los zapatos repiqueteando en la acera llenara sus oídos.

Tras poco más de veinte minutos de paseo y una conversación de besugos, se adentraron en una calle bien iluminada, dejaron atrás una hilera de casitas adosadas hasta llegar al bloque de apartamentos donde vivía, un edificio no demasiado alto, de ladrillo visto y grandes ventanas. Tras detenerse en el portón, rebuscó en su bolso hasta encontrar la llave, la metió en la cerradura y abrió un tanto la puerta de hierro.

—Bueno ya hemos llegado —dijo examinando el suelo como si este fuese su salvavidas—, gracias por acompañarme.

Continuará...

*No os perdáis la segunda parte de este capítulo el próximo sábado.


lunes, 21 de marzo de 2011

SOKALY DA LA BIENVENIDA A LA PRIMAVERA

miércoles, 16 de marzo de 2011

EL PRECIO DEL AMOR - CAPÍTULO 1




Habían pasado 13 meses desde que había abierto su pequeño segundo hogar, pero hasta la fecha no lograba evitar pararse unos minutos delante del escaparate, ensimismarse con la cantidad de colores que plagaban la vitrina adornándola con sus múltiples formas y exhalar lentamente ante el rótulo que, por si algún despistado no había percibido en que consistía su tienda, le daba su acreditación “Floristería La Inspiración de R.A.E.” Esto último le había provocado en numerosas ocasiones ganas de registrarlo en una mini grabadora o escribirlo en una hoja y entregársela a quien le preguntase en que consistían esas siglas. Rachelle Adams Edison, su nombre y apellidos, R.A.E. justo como siempre la llamaba él, Charles —Charlie como le gustaba hacerse llamar— y que tan buena gala hacía de su apelativo, porque significaba un hombre y él lo era con todas las letras, uno fuerte y varonil que nunca sería suyo.

Con un suspiro meneó la cabeza, lo único que conseguía al pensar en él era una terrible desazón y se adentró en su acogedor y oloroso mundo, dando la vuelta al cartel que avisaba de su apertura.
Allí siempre se sentía segura, dueña de si misma. Ahí no había cabida para la vulnerabilidad, ni para la debilidad, ni para la falta de confianza. En ese diminuto santuario ella era Rachelle con todas sus letras, una mujer hecha y derecha que recién había cumplido los 30, con toda la vida por delante y... ¿a quién pretendía engañar? Unas míseras horas no podían reemplazar todas las que se le venían encima como una pesada losa de mármol en cuanto traspasaba la puerta corriendo el cerrojo, mostrándole un panorama desolador ante los días venideros, donde la soledad sería su única compañía y las visitas de sus viejas amigas su mayor alegría. No esperaba formar una familia o llenar su casa de niños traviesos, ¿cómo iba a hacerlo si no interesaba a nadie?
Con sólo echarle un vistazo uno se daba cuenta que no valía ni un centavo, los odiosos kilos de más se negaban a abandonarla, su piel no tenía ningún lustre, su rubio cabello jamás conoció el concepto de la palabra brillo, los ojos eran de un azul tan claro que molestaban si fijabas durante demasiado tiempo la vista en ellos, la nariz excesivamente pequeña, en definitiva no existía nada en su persona que se pudiera salvar, excepto quizá su voz, siempre le habían dicho que tenía un tono dulce y armonioso, capaz de embelesar si uno cerraba los párpados y se dejaba llevar por la imaginación. Esa era ella, una ilusión.
Aún recordaba el día que le dio por buscar el significado de los nombres de sus conocidos, le pareció interesante comprobar lo mucho que acertaban con las personas que los llevaban y cuando llegó al suyo, no supo si reír o llorar, cordero, así tal cual. Se había mirado al espejo y con apabullante tristeza verificó que eso era ella, toda carne.

Un tintineo en la puerta la obligó a dejar atrás el pasado y poner una sonrisa en su cara antes de girarse, la alegría fue plena cuando le vio. Su primer y más fiel cliente, el señor Anderson, Tom para los amigos entre los que ella se encontraba desde que inauguró la tienda.

—Buenos días, jovencita —la saludó alegre un hombre de pelo gris y con los años reflejado en su cuerpo.
—¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta que me llames así?
—Sí, por eso lo hago —le guiñó un ojo—, no por otra cosa.
—Gracias por levantarme la moral —musitó simulando sentirse ofendida.
—Sabes que es una broma, eres una muchachita y deliciosa por cierto.
—Fingiré que te creo.
—Debes aceptarlo, es la realidad —se llevó la palma al corazón—. Ay, si tuviera 40 años menos...
—Si fuese así yo no existiría.
—Cierto, nos quedaremos como estamos, yo sufriendo viendo como me desairas y tu disfrutando con ello.
—Vamos Tom, sabes que si supiera que me amas dejaría mi soltería de lado.
—¿Te estás insinuando?
—Siempre, pero me ignoras —dijo siguiéndole el juego.
—Eso nunca, aunque sabes que esto de aquí —palmoteó el tórax, justo en el lugar donde reposaba su mano—, sólo ha latido y latirá por mi Grace.

Ella bien lo sabía, pues en todos esos meses sólo había dejado de ir por allí si se encontraba enfermo, en caso contrario aparecía todas las mañanas en busca de la flor entre las flores porque era la preferida de su mujer, el pensamiento. Aún recordaba el día que le explicó que simbolizaba y como él se echó a llorar afirmando mientras la abrazaba desconsolado la verdad de ello, porque la añoraba con mucha nostalgia y no había un solo instante que no pensase en ella, en el amor de su vida.

—Que no daría yo por sentir algo así y ser correspondida en igual medida.
—Mi querida Rachelle, te mereces descubrirlo y por eso sé que pronto tu deseo se hará realidad —aseguró deslizando un dedo por su mejilla.
—¿También eres vidente además de un adulador? —preguntó intentando restarle importancia a lo que todo su ser anhelaba.
—Y de los mejores, así que estate preparada que en cualquier momento llama a tu puerta.
—Entonces seguro que será alguna de Avón.

Los dos rompieron a reír diluyendo así el pesar que empezaba a apoderarse de ella. Sabía que siempre sería una solterona, su implacable timidez cuando no conocía a la gente —aunque extrañamente desaparecía una vez entraba en su precioso Edén— y la nula seguridad en si misma harían que jamás encontrase el amor, sobre todo cuando éste ya tenía nombre y miraba a todas las mujeres menos a ella.

—¿Quieres que te prepare el pedido?
—Por favor —le señaló el reloj que llevaba en la frágil muñeca—, porque mira la hora que es y mi Grace se enfadará si llego tarde a la cita.
—Si es tan buena gente como tú, lo dudo —expresó introduciéndose en el diminuto invernadero que había mandado hacer y donde ella misma cultivaba alguna de las plantas que vendía.
—Es mejor, mucho mejor.
—Entonces te estará esperando con su especial sonrisa.
—Espero que eso sea en breve —susurró rememorando la faz de su adorada esposa.
—¿Cómo has dicho? —preguntó apareciendo con el colorido pensamiento envuelto en un transparente papel.
—Que me apena que mañana sea domingo y no pueda verte —cogió el delicado paquete mientras depositaba un billete en el mostrador.
—A mi también, pero pasará rápido y enseguida será lunes.
—Y sigue el consejo de este viejo, sal, diviértete y mira a tu alrededor.
—¿Mirar para qué?
—Para encontrar a tu futuro marido.
—Pero ¿no iba a llamar a mi puerta? —inquirió elevando una ceja.
—Niña, no me vaciles como vosotros decís —se dirigió hacia la salida con una sonrisa—, quiero buenas nuevas el próximo día que te vea—, exigió cerrando tras de si.
—A la orden —se cuadró haciendo el gesto de un soldado.

Que bien le venía siempre la visita de Tom, era como una jarra de agua fría en un terrible y sofocante verano. Más de una vez había sentido la tentación de abrir los festivos sólo para verle y charlar unos minutos con él, pero sabía que si lo hacía Amy se le echaría encima como si de una jauría de hambrientas leonas se tratase. Sonrió ante la comparación porque físicamente no tenía nada que ver con esos salvajes felinos, era dulce, extrovertida, hermosa, con una melena larga y oscura, con un cuerpecito que ya quisiera ella para sí y todos los hombres que pasaban por su lado y con un corazón que no le cabía en el pecho, aunque cuando había que sacar genio lo tenía y en abundancia, pero rara vez lo mostraba. Era amada, como su nombre reflejaba, por todos los que la conocían. Le había tocado la lotería el día que se conocieron en el instituto y le hizo el gran honor de hablarle pidiéndole los apuntes de física en vez de a cualquiera de los otros alumnos, convirtiéndose así en su mejor amiga. No quería pensar que hubiese sido de su persona sin el mullido hombro donde había llorado centenares de veces y sin las severas charlas que le daba de vez en cuando, consiguiendo así que siguiese adelante.
El sonido del teléfono le hizo dar un brinco y tuvo que coger aire para tranquilizarse antes de asirlo.

—Floristería la inspiración de R.A.E.
—Buenos días señorita —al otro lado de la línea sonó una voz fingiendo un tono austero.
—Buenos días tenga usted, ¿en qué puedo servirle? —requirió mordiéndose los labios para no soltar la carcajada.
—Quisiera hacer un pedido.
—Para eso estamos, dígame en qué consistiría.
—Discoteca Brujas Locas, 23.30
—De esa flor ya no me queda.
—La planta la ponemos nosotras con nuestros cuerpos. Ve pensando en que te pondrás porque esta noche saldremos a matar.
—No digas tonterías, Amy —rió—, tú eres la que matas, yo sólo causo desmayos con mi singular belleza.
—Que tonta eres. Te recogeré a y cuarto, no se te olvide que te quiero bella, así que saca el maquillaje y ponte algún trapito sexy, ah y cena alguna fruslería porque el plato fuerte será alguno de los macizorros que frecuentan el lugar.
—Yo...

Miró el auricular cuando la loca de su amiga colgó dejándola con la palabra en la boca. ¿Cómo era posible que alguien, después de haber sido traicionada por su novio, pudiese ser la alegría de la huerta? Menudo rana resultó ser, bueno, más bien abeja, porque se había dedicado a ir de flor en flor hasta que se encontró una noche de frente con el insecticida de Amy y lo dejó muerto —por desgracia no literalmente— en medio de la pista con su sorprendido ligue mirándoles a ambos. Como había disfrutado ese momento y que orgullosa se sintió de ella, porque con el corazón destrozado supo salir adelante.

Con un suspiro dejó las manos sobre el mostrador y comenzó a tamborilear con los dedos. No quería salir, pero no había forma de decirle lo contrarío. Una especie de quejido salió de su garganta al pensar en la larga noche que le esperaba contemplando como todos se acercaban a Amy pasando por encima de ella sin dedicarle una simple ojeada, como si fuese invisible. De repente irguió los hombros y levantó la barbilla.

—Vamos Rachelle no hay que perder la esperanza, quizá con un poco de suerte tengas algo que contarle a Tom el lunes.


Continuará... 

domingo, 13 de marzo de 2011

LA NUEVA HISTORIA DE SOKALY

A partir del próximo miércoles podréis disfrutar de una nueva novela recién creada por nuestras locas cabecitas.

Esperamos que os guste y disfrutéis con las aventuras y desventuras de los personajes.





Sinopsis:

La vida de Rae Edison gira tranquila alrededor de sus plantas, mientras su corazón late desbocado desde hace años por Charlie O´Sullivan. Sabe que él nunca se fijará en una mujer como ella, pues nada en su persona es digno de mención además sus inseguridades no son de gran ayuda a la hora de relacionarse con la gente y mucho menos con el hombre que ama, hasta que un día un encuentro fortuito la lleva a hacer realidad su sueño, sentirse deseada por el guapo agente.

Charlie O’Sullivan pasa la vida entre su trabajo y los placeres que le proporciona el sexo femenino. Para él no existe Rae más allá de una amistad, pero las circunstancias le llevan a meterse en su cama, algo que jamás hubiese hecho de no ser por una acuciante necesidad de dinero que lo llevan a participar en un ingrato juego.

¿Podrá Rae superar sus complejos y hacerse valer, aunque el cambio le haga sufrir?
¿Será capaz Charlie de dejar atrás su vida y entregarse sin restricciones a su amiga?
¿Lograran sortear los obstáculos que encuentren en el camino y pagar el precio que el amor les exige?




jueves, 10 de marzo de 2011

"EL ROSTRO DE LA INOCENCIA" LOGRA EL 2º LUGAR



Hace unas semanas subimos una entrada compartiendo con todos vosotros el relato que,  junto con otros 31, enviamos al concurso que Irene organizaba en su estupendo blog. Muchos de vosotros nos hicisteis el honor de leerla y comentar y lo cierto es que tanto en nuestro espacio como en el del certamen la historia ha obtenido muy buenas críticas, lo que nos satisface enormemente.

Hoy, después de que todos los relatos fueran publicados y tras una semana de votaciones, tenemos el inmenso placer de anunciar que El rostro de la inocencia ha obtenido el segundo lugar. Tenemos el corazón agitado y pleno de alegría.
Fueron muchos los puntos que recibimos, a pesar de no publicitar las votaciones, sobre todo de gente desconocida y por ello os damos las gracias profundamente.

Queremos dar nuestra más sincera enhorabuena a los dos autores que han obtenido el primer y el tercer puesto. Compartir el podium con nuestra Karol y con Marcos, respectivamente, es un privilegio.

Aprovechamos para felicitar desde aquí a todos los compañeros de aventura que nos han deleitado con su talento y sus buenas historias.

Este es el precioso diploma que acredita nuestra argenta posición.


Irene, vemos que el fotochoped y tu ya sois grandes amigos.

domingo, 6 de marzo de 2011

COINCIDENCIAS ASOMBROSAS VII



ABRAHAM LINCOLN Y J. F. KENNEDY

Abraham Lincoln y J. F. Kennedy. Grandes hombres y grandes presidentes, pero sorprendentemente tuvieron más cosas en común:

Abraham Lincoln fue elegido al congreso en 1846.
John F. Kennedy fue elegido al congreso en 1946.

Abraham Lincoln fue elegido Presidente en 1860.
John F. Kennedy fue elegido Presidente en 1960.

Ambos estuvieron muy interesados en mejorar los derechos civiles.
Sus esposas perdieron hijos cuando todavía estaban en la Casa Blanca.
A ambos Presidentes los mataron un viernes, de un disparo en la cabeza.

¿Continuamos?
La secretaria de Lincoln se apellidaba Kennedy
y la de Kennedy, Lincoln.

Ambos fueron asesinados por sureños,
y reemplazados por sureños con el mismo apellido: Johnson.
Andrew Johnson, quien reemplazó a Lincoln, nació en 1808.
Lyndon Johnson, quien reemplazó a Kennedy, nació en 1908.

A los dos asesinos (John Wilkes Booth y Lee Harvey Oswald)
se les conocía por sus tres nombres, algo no muy practicado en la cultura
norteamericana y fueron asesinados antes de ir a juicio.
La suma de las letras de ambos nombres dan el mismo número: 15.

¿Queréis más?
A Lincoln le dispararon en el interior de un teatro llamado “Ford”,
a Kennedy le dispararon dentro de un coche “Lincoln”, hecho por la compañía “Ford”.
Lincoln se encontraba sentado en el teatro en el balcón 7; Kennedy se encontraba en
el vehículo 7 de la caravana presidencial.

Y por último, pero no menos misterioso.
Una semana antes que lo mataran, Lincoln estuvo en Monroe, Maryland
y una semana antes que lo mataran, Kennedy estuvo con Marilyn Monroe.

Tantas similitudes me dejaron anonadada ¿y a vosotr@s?



EL NÚMERO 33 Y LOS MINEROS CHILENOS

33 fueron los trabajadores chilenos que quedaron atrapados.
33 días tardó la perforadora del plan B, la Schram T-130, en terminar el tunel hacia la superficie.
El rescate de los mineros empezó el 13-10-10, y si se suman los tres se obtiene 33.
El mensaje que los mineros pudieron enviar el 22 de agosto, decía “Estamos bien en el refugio los 33″; La suma de los caracteres da exactamente 33 si se cuentan los espacios.
El día en que encontraron dicha nota, fue el domingo con el que terminaba la semana 33 del año.
Esa misma fecha también encierra otro misterio: 22 + 8 + 2 + 0 + 1 + 0 = 33.
El traslado desde la mina hasta el hospital demora 33 minutos
Entre otras curiosidades que relacionan dicho número con esta historia chilena, podemos citar también que la clásica canción “chi chi chi le le le…” es del año 33.

Menos mal que esta coincidencia terminó bien, aún así, es un número a tener en cuenta ¿o no?

DIPLOMA CONCURSO BELLAS Y BESTIAS CON "EL BESO DE LA MUERTE"

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DIPLOMA CONCURSO EL BIEN Y EL MAL CON "EL ROSTRO DE LA INOCENCIA"

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PREMIOS LITERARIOS

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