Se quitó la humedad del cabello y enrolló la toalla sobre su melena, luego hizo lo mismo con su cuerpo y se dirigió al lavabo, con la mano limpió el vaho condensado en el espejo lo suficiente para mirarse en él. Gimió al ver su imagen reflejada, su rostro parecía más el de un cadáver que el de una persona, las oscuras ojeras hablaban por si misma de las noches de insomnio y pesadillas, su tez pálida y sin vida parecía surcada por arrugas que habían aparecido de repente y que no correspondían a su edad. Varios días llevaba encerrada a cal y canto en su casa, sin querer ver a nadie, sin querer oír a nadie, con la única compañía del silencio, sus inquietos pensamientos y la paciencia de Amy que en cuanto dejaba el trabajo corría a su lado para compartir las largas noches en vela.
Suspirando se dio la vuelta apoyándose en la encimera de mármol, debía salir de su cascarón y afrontar la vida a pesar de los temores que la embargaban, del miedo a que su agresor volviera a atacarla cualquier día y está vez no tener la suerte que alguien la socorriera. De todos modos permanecer entre aquellas paredes de lo que llamaba hogar no era garantía de seguridad, ya traspasaron el umbral de su casa una vez y nada aseguraba que no pudieran hacerlo de nuevo y desconectar el teléfono durante toda la jornada para volverlo a enchufar pocos minutos antes de que su amiga regresara tampoco era una solución, si alguien quería matarla lo haría pusiera las barreras que pusiera. Tembló al imaginar su cuerpo roto tirado en un callejón sucio. Pero debía ser fuerte, por ella misma y sobre todo por su amiga por que su pesar y su angustia la estaban arrastrando y condenando también a ella y no era justo.
Se dirigió al cuarto y de la mesita de noche sacó la tarjeta que días atrás Amanda le había dado, recordaba la charla, los consejos de que buscara ayuda. Repasó con el índice las letras impresas, no podía seguir negando lo evidente iría antes que nada a visitar a ese profesional. Era hora de volver a tomar las riendas de su vida nuevamente y lo haría ese mismo día, abriría su negocio, reiría con sus clientes, regresaría a las flores, a su mundo con valentía.
Tres horas más tarde, vestida con unos vaqueros, un jersey de lana roja de cuello vuelto, botas negras, con el abrigo y el bolso en su regazo esperaba pacientemente en la sala de espera del consultorio del psicólogo que le recomendara el doctor que la atendió en urgencias, no le había comunicado a nadie su intención de visitar al especialista. Nerviosa observó a la señora que amablemente la había atendido y que se afanaba tecleando en el ordenador, la secretaria —una guapa y elegante mujer entrada en la treintena—, alzó la cabeza y le sonrió antes de volver a su trabajo, unos minutos después la puerta lacada en negro de su derecha se abrió por ella apareció un hombre de unos cincuenta años, no era demasiado alto aunque tampoco podía decirse que era bajo, vestido con un traje gris marengo, camisa blanca y corbata oscura se dirigió a ella invitándola a pasar.
Sin dudar se levantó y entró en la sala contigua, para su asombro no era como esperaba, no tenía diván, ni biombos, ni títulos rimbombantes que mostraran los estudios del medico, por el contrario era una habitación luminosa, decorada en tonos calidos, muebles claros que le daban un aire hogareño y acogedor. El escritorio tras el cual tomó posición el galeno no estaba atiborrado de papeles, solo un teléfono, un ordenador y un pequeño tiesto de violetas africanas junto a un porta retratos ocupaban el amplio espacio, el sillón que crujió bajo el peso del hombre al sentarse era de piel marrón al igual que el que le señaló para que ella se sentara en cuanto entraron. Asimismo el caballero no se asemejaba a la idea que llevaba en mente, no es que pensara que sería un ogro ni nada parecido, pero para su agrado el rostro que tenía enfrente, aunque mostraba las señales de la edad, era apuesto y los ojos marrones claros trasmitían calor y confianza. Suspiró y se relajó cuando la voz pausada del doctor la saludó.
—Buenos días señorita Adams, soy Roger Gordon, me alegro que haya decidido visitarme —alargando el brazo por encima de la mesa tendió la mano—, un placer conocerla por fin.
—Gracias por recibirme sin cita —respondió aceptando el saludo un tanto confusa—, para mi también es un placer doctor Gordon.
—Llámeme Roger —añadió volviéndose hacia su computadora—. Lo cierto es que la esperaba hace días, mi colega, el doctor Smith me puso en antecedentes.
—Bueno él me lo recomendó…
—Sí, lo sé —afirmó pulsando algunas teclas—, me habló de su caso y que le prometió visitarme.
Asintiendo recordó la charla con el profesional que la atendió tras el asalto, con los resultados de los análisis en la mano le había hecho unas cuantas preguntas que ella, aturdida por el momento y las medicinas, respondió sin pensar dejando patente más de lo que quería. <<No puedo contarle esto a nadie sin su permiso, soy como un cura atado al secreto de confesión, pero le sugiero que ponga remedio pronto o…>> <<Lo haré, lo prometo>>, fueron sus palabras llenas de vergüenza ante el gesto sombrío. Parpadeó al percatarse que se encontraba perdida en sus pensamientos haciendo caso omiso de lo que su interlocutor le decía.
—Es consciente que tiene un problema ¿verdad? —al verla asentir se llevó un dedo a la sien que ya comenzaba a teñirse de canas—, eso es bueno, ahora relájese, póngase cómoda y yo le haré unas preguntas.
óóóóó
Maldijo por lo bajini y depositó el auricular sobre su base con un golpe seco, era la enésima vez en esos días que llamaba a Rae y la enésima que el sonido de comunicando le llenaba los oídos, quería saber como se encontraba. Amanda les informó a Theo y a él que poco a poco iba recuperándose pero también les hizo saber las pesadillas que la embargaban por la noche, que se despertaba entre gritos aterrorizados y empapada en sudor. Se pasó las manos por el pelo, Dios sabía lo impotente que se sentía por no poder hacer nada, lo que daría por estar con ella y acunarla entre sus brazos, murmurarle palabras de consuelo, y asegurarle que la protegería que la protegería, que nadie, nunca más le haría daño pero ella se escondía tras las paredes de su casa, aislándose del mundo, alejándose de él. Volvió a maldecir agarrando el auricular para insistir una vez más, iba a pulsar el primer número cuando el grave tono de Theo le obligó a levantar la cabeza.
—¡Rachelle!
Desde su mesa vio a su compañero correr hacia la puerta, siguiéndolo con la mirada se detuvo en la figura que estaba parada en medio del corredor. Su corazón se saltó un latido y se incorporó con tanto ímpetu que estuvo a punto de volcar la silla, sin dudarlo avanzó hasta la pareja, al llegar junto a ellos contempló a la mujer que amaba y se le cayó el alma a los pies, estaba más delgada, pálida y unas grandes ojeras azuladas se dibujaban bajo los tristes iris, el apósito aun decoraba su pómulo como recordatorio de la violencia sufrida. Tragó saliva y metió las manos en los bolsillos, le picaban los dedos por tocarla pero sabía que aquello no era una buena idea, así que se limitó a observarla mientras ella hablaba con su colega.
—Hola Rae, ¿Qué tal te encuentras?
Se giró un poco al escuchar la voz de Charlie a su lado y todo su cuerpo se estremeció al ver la calida mirada que el dedicaba, en aquellos orbes color del chocolate volvía a encontrar no al hombre, ni al amante, sino al amigo perdido meses atrás. Quiso recostarse contra él como cuando era una niña y la consolaba hasta hacerla reír. Dio un paso atrás asombrada por sus propios pensamientos y sintió las manos de Theo sosteniéndola por la cintura.
—Estoy bien, gracias —respondió con voz pausada—, he venido a prestar declaración.
—No es necesario que sea ahora —aclaró Lewis acercándola más a él—, podemos esperar a que estés recuperada.
—Me encuentro perfectamente —recalcó sonriendo—, y me gustaría acabar con todo esto de una vez.
—Entonces iremos a una de las habitaciones de interrogatorios —señaló Charlie indicando hacia el fondo—, estaremos más tranquilos.
—De acuerdo.
Una punzada de celos lo recorrió cuando se percató como el rubiales pasaba el brazo sobre los hombros de Rae y ella se recostaba sobre el cuerpo de su colega. Se tragó el amargo sabor de bilis que le subió a la garganta y controló a duras penas el deseo de apartar al gilipollas de un empujón y gritarle que no la tocara, apretando la mandíbula se encaminó tras ellos.
La sala donde la llevaron era pequeña y casi aterradora, un espejo de grandes dimensiones ocupaba una de las paredes, las otras estaban desnudas, una mesa en el centro con un par de sillas, una enorme lámpara pegada al techo que derramaba su luz blanca y potente sobre ella era todo el mobiliario. Tomó asiento mientras Theo salía con la promesa de volver en unos minutos. Nerviosa se mordió el labio inferior sintiendo el calor de la mirada de Charlie, alzó los párpados y todo su cuerpo vibró ante el ardor que ahora se reflejaba en sus orbes. Tembló cuando él suavemente recorrió con los nudillos la mejilla ilesa, dio un respingo cuando de golpe se cortó la caricia al abrirse la puerta, dando paso a Lewis que portaba un vaso con agua y al comisario que traía varios papeles y una grabadora que depositó sobre la superficie plana frente a ella. Bajó la vista avergonzada al encontrarse con las verdosas retinas llenas de demandas.
Tras el saludo de rigor y la pregunta de cortesía sobre su estado el jefe de policía comenzó a interrogarla. Las palmas de Lewis se cerraron sobre sus hombros regalándole tibios apretones para animarla a recordar y para calmarla al llegar a los momentos tensos, por su parte O’Sullivan permanecía apoyado en la pared con un pie sobre el otro y los brazos cruzados, distante pero era consciente que a pesar de la actitud despreocupada que mostraba no estaba perdiendo ni uno solo de los detalles.
—¿Podría decirnos algo que sirva para identificar al agresor?, cabello, alguna cicatriz… —inquirió el inspector.
—No pude verle la cara, la llevaba cubierta con un pasamontañas —se restregó las manos sudorosas sobre la tela de los pantalones— y guantes.
—¿Pudo verle los ojos o los llevaba cubiertos?
Rachelle intentó retener el escalofrió al recordar la fiera mirada.
—Siempre me perseguirán —musitó tragando—, eran pequeños, oscuros y llenos de maldad.
—Sé que está nerviosa, pero intente decirnos algo más que pueda servirnos —insistió el jefe irguiéndose sobre ella.
—No me fijé en nada más, ya le he dicho que iba cubierto y estaba asustada.
—¿Cree que podría tratarse del mismo hombre que la ha estado amenazando?
—Sí… no… —tomó el vaso y bebió un sorbo—, quiero decir que no es la misma persona pero la envió él.
—¿Quién es él? —atosigó el capitán apoyando golpeando la pulida superficie con ambas palmas provocándole un sobresalto.
—Yo… —buscó la mirada de Charlie y se encogió algo intimidada por la actitud del interrogador—, no lo sé.
No había dicho una palabra aunque desde su posición permanecía atento a todo lo que acontecía en la habitación, desde su silencio iba asimilando los cambios en la faz de Rae, desde la palidez de su piel al recordar al insurrecto que casi acaba con ella, al miedo en los claros orbes ante la desmesurada actuación de su superior, sin dudas ese hombre en su afán por conseguir información estaba pasando el límite y la estaba intimidando de tal manera que la tenía al borde del llanto y no iba a permitirlo.
—¡Basta! —barruntó apartándose del muro—, deje de tratarla como si fuera la agresora en vez de la agredida.
—Discúlpeme si he sido algo tosco, señorita Adams —dijo el hombre poniéndose en pie un tanto avergonzado, mirando a unos y otra—, es deformación profesional.
—No se preocupe.
—Bien esto es todo por ahora —tendió la mano abierta que ella estrechó—, cualquier cosa que recuerde, aunque crea que es una tontería sin importancia, no dude en venir, y por favor perdone mi comportamiento.
Una vez el capitán hubo salido se incorporó, sus rodillas parecían gelatina y apenas la sostenían pero necesitaba salir de allí, no soportaba estar aprisionada entre esas cuatro paredes que simulaban querer tragársela mientras recordaba lo sucedido.
—Quiero ir a casa —suplicó a Theo que la rodeó con sus fuertes brazos.
—Ya está —murmuró este sobre su cabeza acariciándole suavemente la columna—, ya pasó.
—Por favor, sácame de aquí —sollozó enterrando la cara sobre su pecho.
El sonido de un portazo la hizo dar un respingo, aferrándose con más fuerza a la camisa del hombre que la sostenía, rompió a llorar.
Continuará…
13 comentarios:
Estoy, las sigo, leo y me gusta lo que leo, consiguen que me ponga en el lugar de Rae y erizarme la piel, y si aunque me llamen pesada sigue sabiendo a poco.
Despacito, despacito... esta mujer es un poquito blandengue, en fin... quizás tenga suerte y se salve de morir, porque parece que lo está deseando... anda que qué pachanga tiene la moza, todo el día llorando!!!
Claro que los tiene a los dos tipos duros a boquita que quieres, je, je... no si no va a ser un mala estrategia, ja ,ja... bss... a las dos
la verdad es que se hace pesado el que le falte algo mas de accion a charli y a la amiga de ella o se ponen al toro o nunca va a lograr nada por lo demas a estado bien pero reconozco que aunque estoy siendo un poquito dura ha habido capis mejores odio a la gente que no se levanta y sigue hacia adelante y rae esta tardando demasiado en actuar aunque parece que va por buen camino
Un trago muy amargo para Rae sin embargo ha sacado fuerzas y ha ído a la comisaria a prestar declaración, cuenta con el apoyo de Theo y eso le infunde valor a pesar de que se siente culpable por no poder corresponderle, tiene un buen dilema por delante.
El psicologo la ayudará a afrontar mejor estos momentos tan difíciles, le ha inspirado confianza.
Cuanta intriga, chicas.
Besos.
Q bueno q Rae buscara ayuda eso le va a servir para q se recupere y pobre no me gusta como esta traumada, pero lo bueno es q tiene personas q le ayudan eso es lo importante,me gusta mucho esta historia saludos chicas besos y abrazos.
dios ya quiero que perdone a Charlie ya que con theo no llega a nada, me encanto el capitulo, nos leemos en el proximo, besos
holaaa chicas que de timpo... como siempre muy refrescante su blog =)
aqui pasando a saludarlas y para decirle que tienen un test en mi blog besos ;)
Rae está pasando por un momento bajo, sin duda, aunque el encerrarse en casa y echarse a morir no resultará de ninguna ayuda. Debería soltarse la melena, abrir la ventana y respirar la brisa con los ojos cerrados durante un minuto, aclarar sus ideas y decidir lo que considera mejor hacer con su vida.
Por otro lado me desconsuela la indecisión en que permanecen los otros tres vértices del triángulo, porque tanto Amy como Theo y Charlie están hoy por hoy un poquito a merced de Rae y sus decisiones. Creo que todos están demasiado torturados y acorralados en su posición.
Esta semana he intentado ser más puntual, tengo que ir trampeando con mi deficiente conexión si quiero mantenerme online.
Un beso y buena semana.
hello mis musas el capitulo estuvo interesante , hummmm Charlie es un metido que hacia alli dentro ? humm no lo he perdonado jiji , aunque el hombrecito se esta redimiendo con ese corazonnnnnn tan saltarin y enamorado , veremos , veremos si se termina de redimir jiji. Este Theo es muy caballero ... Emy lo que te estas perdiendo. chikkas besos.
Pobre Rae ojala mejore y espero que ella y Charlie se arreglen por fin . Les mando un beso y se me cuidan
Excelente capitulo!!!
espero pronto Charlie haga algo para remendar todas las metidas de pata!!
Pobre Rae, en sus peores momentos tiene que ir a la comisaría a declarar, sin ganas pero toiene que sacar fuerzas dedonde pueda.
Theo, nervioso porque Charlie la lleva a la sala de interrogatorios siendo que el la hubiera llevado.
Al final por fin el k la lleva a casa es Theo, medio sollozando se apoya en él, en su pecho, ella se ve mas comoda.
Un capi muy espectacular y muy sensible
saludis vampi
Madre mia, si es que hasta yo me he puesto nerviosa con tanto interrogatorio, jajaj
Que estress por favor, pero lo bueno es que al fin se ha soltado, sacar lo que lleva dentro aunque sea a poquitos es bueno.
Por ahora ya no puedo seguir, pero pronto vuelvo a retomar la lectura, jajaj
Un beso mis niñas, escribis que da gusto, es una lectura que engancha que no veas.
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