AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 29)

La parte racional de su cerebro le decía que tenía que alejarse de ella, escapar de sus caricias, de sus atenciones, mas la parte irracional que desde que la viera era la que lo dominaba por completo, le ordenaba quedarse, disfrutar de lo que le ofrecía, aceptar lo que llevaba meses anhelando, necesitando. Pensar, tenía que pensar, pero ¿como iba a hacerlo si hacía un buen rato que su sangre abandonó su cabeza para instalarse en la entrepierna? Las pocas fuerzas que le restaban se iban esfumando a marchas forzadas y casi desaparecieron al sentir los suaves labios posarse sobre los suyos. Apretó los ojos, frunció los labios y la soltó. En ese mismo instante Megan dejó de besarlo y apoyó la mano sobre su pecho, su corazón comenzó a bombear con más fuerza, tan rápido que creyó que le iba a estallar, varios segundos después el sensual trasero de su mujer abandonó su regazo.

Abrió los ojos de golpe, ella había dado un paso adelante y le daba la espalda, ocultándole el precioso rostro que sabía que estaría salpicado de dolor al verla cabizbaja y con los hombros hundidos. Alzó las manos que se crispaban sobre los brazos del sillón y la agarró por la cintura, oyó el grito de sobresalto que emitió cuando tiró de ella para sentarla sobre sus muslos y sonrió al ver la sorpresa en sus brillantes iris mientras sus dedos ascendían lentamente por la columna camino de su nuca. Se demoró un instante en aquellas retinas que lo miraban dudosos antes de descender hacia los carnosos labios entreabiertos, tragó saliva sonoramente y se removió inquieto cuando asomó la rosada punta de su lengua y la pasó por el inferior, dejándolo húmedo y brillante.

Lo había intentando, Dios sabía que lo había hecho, pensó enredando los dedos en su suave cabellera, pero simplemente ya no podía más. Recostándola sobre él la besó.

Megan se aferró a sus hombros y deslizó las manos por ellos hasta alcanzar su cuello que rodeó con los brazos. Tembló de arriba abajo cuando los dientes de su marido mordisquearon su labio inferior tirando de él, suspiró al percibir la lengua experta acariciar la suya, se estremeció cuando las curtidas manos con lentitud desquiciante recorrieron sus costados en busca de los sensibles senos, gimió cuando los pulgares encontraron por encima del vestido los endurecidos y doloridos pezones que clamaban por ser tocados, acariciados. Con la mente en blanco respondió a la tortuosa boca que la devoraba con igual ímpetu y se derritió bajo las avariciosas manos que la recorrían encendiéndola de deseo.

Fue Megan, la que temiendo ahogarse al quedarse sin aire, la que terminó el beso entre jadeos. Observó el rostro tenso y la pasión que destilaba los negros ojos de su marido, que continuaba sujetándola por la cintura manteniéndola sentada sobre él. Megan casi gimió de placer al sentir el endurecido miembro bajo su trasero. Aun temiendo caer por el temblor que sacudía sus rodillas se puso en pie, tomándolo de la mano tiró de él.

Colt apenas podía moverse y no sólo porque la excitación había hecho que su cuerpo estuviese duro como una roca o porque el rostro sonrosado y los labios hinchados de su esposa hicieran que su miembro presionara salvajemente contra la basta tela de los vaqueros, eran tantas las sensaciones dormidas que despertaron, los recuerdos que había mantenido bajo siete llaves los que ese beso había liberado, que sus músculos se negaron a responderle.

—Ven —volvió a tirar de él. Con gran esfuerzo consiguió ponerse en pie.

Sin soltarlo caminó hacia el interior de la cabaña, cruzaron el pequeño salón y llegaron al dormitorio, sin decir palabra lo condujo hasta el borde de la cama. Con calma le arrebató el bastón sobre el que se apoyaba y lo tiró sin miramientos lejos de ambos. Sonrió ante su incredulidad.

—No lo vas a necesitar —explicó empujándole con suficiente fuerza para que se sentara sobre el lecho que crujió bajo su peso.

—Opih, ¿qué...? —trató de incorporarse pero ella se sentó a horcajadas sobre los muslos y le empujó dejándolo tumbado.

—Maldito indio arrogante —contestó tironeando de la camisa para sacarla del pantalón—, maldito estúpido orgulloso.

—Megan —dijo con voz ronca cuando los botones saltaron en todas direcciones y los labios femeninos recorrieron su pecho desnudo-. Es…, espera…

—Y una mierda Colt Elliot —manifestó lamiéndole la clavícula, mientras llevaba las manos hasta su cinturón desabrochando la hebilla—, he esperado meses para tenerte así y no estoy dispuesta a esperar un segundo más.

—No…, yo… -dejó escapar un gemido cuando con dedos temblorosos recorrió su erección por encima de la tela antes de comenzar a desabotonar los cierres de la bragueta, liberando a su palpitante pene de la incómoda prisión para encerrarlo en la suavidad de sus manos-. Dios, Megan.

—Y no me digas que no eres un hombre —sonrió con los ojos brillando de lascivia—, tengo la prueba de lo contrario entre mis dedos.

—Joder, joder, joder -exclamó cuando acunó sus testículos y los apretó con suavidad—, para Megan, te lo suplico.

—No -cerrando el puño de nuevo sobre la enorme erección se inclinó hacia él-. Tócame, bésame Colt.

Pero él no pudo tocarla ni besarla, sus manos se agarraban a la sábana y boqueaba como pez fuera del agua tratando de respirar. Sintió la sonrisa de su esposa y la caricia que le dedicó con la lengua a sus labios abiertos antes de atacar su cuello. Aire, necesitaba aire.

—Megan, si esto es una vengan…za -chilló cuando subió la palma de la mano por su longitud y la bajó lentamente-. Jesús, para por lo que más quieras—, suplicó entre jadeos—, hace meses que no estoy con una mujer, no voy a aguantar ni un minuto.

—Muy bien —con un destello maléfico en los ojos y voz seductora, aceleró el movimiento haciendo que él arqueara las caderas—, olvida tu ego de macho arrogante y no te reprimas, pero eso sí, te aseguro que después nada te salvará, serás mío.

—No, bruja —exclamó en un instante de lucidez, bruscamente le apartó las manos de su entrepierna, se incorporó sobre los antebrazos y la sujetó por la cintura buscando su hambrienta mirada—, no deseo derramarme entre tus dedos, quiero enterrarme en ti cariño, quiero sentirte, quiero que grites mi nombre cuando te haga mía.

Megan se levantó de sus muslos, se sacó el vestido por la cabeza y lo tiró al suelo. Colt se puso en pie, se quitó la camisa y a patadas lanzó los zapatos y los pantalones a un rincón, volvió a sentarse en la cama y contuvo el aliento al ver a la mujer que se encontraba frente a él en ropa interior. Devoró con la vista aquellos turgentes pechos atrapados bajo el encaje negro, deslizó los ojos por la satinada piel hasta las sugerentes braguitas. Sin poder aguantar un segundo más en tener aquel tentador cuerpo a su lado, alargó los brazos y la atrajo hasta él acariciando sus caderas, sus costillas...

Megan, impaciente y mojada hasta la médula, interrumpió el gesto para quitarse el sujetador y las braquitas. Desplazó la mirada desde su boca a su erguido miembro viril, se mordió el labio inferior y volvió a empujarlo hasta dejarlo tumbado, se montó sobre él que sin demora acunó entre sus manos los delicados pechos. Megan echó la cabeza hacia atrás y jadeó al percibir el ansiado contacto de los largos dedos sobre sus duros pezones, casi sin resuello por tan placentera caricia se inclinó hacia delante, aprisionando las inquietas manos bajo su cuerpo, para besar el amplio tórax, que con la respiración entrecortada por la excitación ascendía y descendía frenéticamente, ansiando sentir la cálida piel de Colt pegada a su boca. Lamió la clavícula y se embriagó con el sabor a sal y a hombre que surgía de la ardiente dermis ahora impregnada de una patina de sudor. Mordisqueó la áspera barbilla rozándola a continuación con la punta de la lengua hasta dejarla deslizar por las comisuras de los carnosos labios, fundiéndose en un apasionado beso.

Borracho de pasión Colt buscó entre sus pliegues y la encontró completamente empapada por el deseo que los incendiaba a ambos, dejó resbalar dos dedos hacia la húmeda cueva y sonrió de placer cuando las paredes se estrecharon aprisionándolos en su interior. Megan gimió sobre sus labios antes de tomarlo entre las manos y guiarlo hacia su sexo, clavó sus ojos en los de él, parecían carbones ardientes que la quemaban con su fuego y sin dejar de mirarlo lo fue introduciendo en ella poco a poco, centímetro a centímetro hasta que se llenó por completo. Se quedó quieta sintiendo como la colmaba y las emociones perdidas volvían de nuevo al hogar.

Colt detuvo las caricias sobre su adorado cuerpo completamente extasiado cuando con una lentitud agobiante fue bajando sobre él, arqueó el trasero presuroso por entrar profundamente en su interior. Cuando por fin sus pelvis estuvieron unidas, las sensaciones casi olvidadas lo fueron golpeando por entero, la seda de Megan lo envolvía devolviéndolo a la vida. Arqueó la cadera necesitado de más, de mucho más, llevó las manos a su cintura y la ayudó a levantarse un poco, ella osciló el cuerpo provocando que un siseo escapara de entre sus apretados dientes.

Ella le apartó las manos, se apoyó en su torso y fue subiendo y bajando, marcando su propio ritmo. Lo vio abrir y cerrar los ojos, tomar aire y soltarlo, morderse el labio y jadear, sintió como las amplias palmas apresaban sus nalgas, le acariciaban la espalda y la sujetaban por la cintura mientras combaba las caderas en lentas y largas embestidas que se convirtieron en rápidos embates tras los cuales con un largo y ronco gemido estallaba en su interior, al mismo tiempo que ella comenzaba su caída libre por el mundo del placer.

Poco a poco Megan bajó de la nube del éxtasis para volver a la realidad. Colt la observaba sonriente mientras jugueteaba con un mechón del castaño cabello que como una cortina caía sobre su pecho, le devolvió la sonrisa y se acostó a su lado. Los fuertes brazos de su esposo la rodearon y la pegaron a él haciendo que la cabeza descansara en el hueco de su hombro, Megan colocó una mano en su tórax y enredó los dedos en el suave vello que cubría los planos pezones, su corazón aún latía veloz. Con un suspiro entrelazó una pierna entre las de Colt y los párpados se cerraron completamente relajada por la intensidad del acto y por las delicadas caricias que él no dejaba de dedicarle a su cadera.

—Te amo —susurró adormilada por los vapores del placer.

Había sido como subir al cielo y tocar las esponjosas y blancas nubes con las manos, pensó Colt mientras sentía los dedos de su mujer revolotear sobre su pecho. Siempre había sido así con Megan desde la primera vez, ella era tan dulce, tan hermosa, tan generosa que sería mucho lo que se perdería si se quedaba junto a él. Las dudas volvieron a golpearlo, ¿qué pasaría si, como había dicho Bob y como tanto deseaba, aceptaba el regalo que le daba la vida? ¿Qué pasaría si ella se diera cuenta del error que había cometido permitiéndole regresar? Oyó su declaración de amor y su corazón se saltó un latido.

—Yo también te amo —dijo casi como un lamento.

Bajó la vista al oír su respiración regular, estaba dormida. Quizá era el momento de levantarse, vestirse y escapar. Como si fuera partícipe de sus pensamientos, se removió entre sus brazos y se agarró a su cintura. Curvó los labios y la apretó más a él. Una noche, decidió, una noche para disfrutar de su pequeña Megan. Cerró los ojos y suspiró ¿de donde sacaría fuerzas para renunciar al calor y al amor que aquella mujer le brindaba?, escudriñando su mente en busca de alguna respuesta se durmió.

Continuará...