domingo, 31 de octubre de 2010

ESTANTIGUA



Apuro el último trago de mi vino, dejo unas monedas sobre la sucia mesa de la taberna, me despido de mis compañeros de juego y me dispongo a irme a casa. No ha sido una buena tarde, aparte de perder unos cuantos euros al mus con los parroquianos, Juana o “Juanita la bruja” como le gusta que la llamen,  se ha pasado gran parte de ella “deleitándonos” con sus viejas historias de fantasmas y espíritus, cosa que me enerva. No es que le haga mucho caso a esas leyendas, el que más y el que menos sabe que son producto de la imaginación de esa loca, pero lo cierto es que he comprobado que cada vez que ella está cerca no soy capaz de ganar una sola partida.

 Antes me molestaba mucho su desagradable presencia, es una anciana encorvada y ataviada con antiguas faldas y camisolas negras, de figura escueta, manos huesudas y dedos retorcidos por la artrosis, labios finos y blanquinosos que cuando los abría dejada ver unas desdentadas encías, pómulos hundidos y ojos de pupilas blancas debido a la ceguera que padecía desde hacía décadas, el cabello cano lo llevaba recogido en una gruesa trenza que remataba con un trozo de cordel, del que escapaban sucios y enredados mechones que descansaban sobre los hundidos hombros y el arrugado rostro. Los que la conocieron de joven decían que había sido muy hermosa e inteligente, que estuvo prometida a un marinero -bien parecido- de espaldas anchas. Un buen mozo. Un día él se hizo a la mar, como cada atardecer Juana fue al puerto a esperar verlo llegar, pero no regresó, ni ese ni ningún otro día. Esa misma madrugada la vieron internarse en el bosque y dos días más tarde regresó al pueblo gritando su encuentro con la Procesión de las Almas, explicando a quien quería escucharla y a quien no como se había salvado. La pobre Juana había perdido el juicio. Desde ese día -años ha- eran muchos la que la alentaban, entre burlas, a contar su historia a cambio de unas monedas, unos buenos tragos o un poco de pan. No sé si es verdad o mentira, es lo que me contaron los más longevos del lugar al llegar, de eso hace hoy casi 5 meses.

Las carcajadas de unos pescadores que le ofrecen una botella a la desdichada, que se lleva a la boca con avidez, me sacan de los recuerdos, observo una vez más a la anciana que tras limpiarse los restos del caldo que resbala por su barbilla con el antebrazo, comienza su diatriba entre gestos misteriosos para regocijo de los ya embriagados marinos. Ella se gira y clava sus veladas retinas en mí, sonríe con sorna mostrándome sus vacías encías y me dice adiós con la mano antes de girarse hacia sus espectadores que la incitan a continuar. Con una escalofriante sensación ante su gesto, tomo mi capote y salgo a la calle.

El húmedo y gélido viento proveniente del cercano Atlántico me golpea el rostro, se cuela por mi camisa y me cala hasta los huesos. Con premura me cubro con la capa y subo la esclavina hasta cubrir mi cara casi por completo, a pesar de estar a finales de octubre y de que aún faltan casi dos meses para el invierno, aquí la fría estación parece haberse instalado desde hace una semana. Observo el cielo donde, la luna con su panza llena me mira altiva sabiéndose bella  y como algunas estrellas ya titilan cual joyas sobre un manto de terciopelo negro. Una nueva ráfaga hace que me deje de bucólicas contemplaciones y emprenda de una vez el camino hacia mi casa donde me aguarda mi hermosa Rosa.

Con ademán soñador, recordando el cálido y blando cuerpo de mi esposa, voy avanzando por el sendero embarrado por las recientes lluvias, el barro se pega a las suelas de mis gastadas botas haciendo mis pasos pesados y cansinos, una brisa extrañamente helada me roza el cabello, haciendo que mi interior se sacuda y que el pelo de mi nuca se erice, vuelvo a ajustar mi capa y de pronto me detengo. Hay algo raro en el ambiente, miro por encima de mi hombro, entre los grandes helechos que crecen en el borde del camino y no veo nada inusual, mas sé que algo no cuadra. El silencio, ese silencio sepulcral que me rodea, no se oye nada a mí alrededor, ni el crujir de las ramas, ni el ulular característico de los búhos al despedirse el día. Con el estómago encogido por el miedo trato de correr cuando un intenso olor a cera impregna mis fosas nasales, escudriño nuevamente buscando el foco de dicho aroma cuando descubro a mi derecha una intensa y blanquecina luz acercándose. Fijo los desorbitados ojos ante la estampa que se me muestra, dos largas hileras de seres ataviados con túnicas blancas y marrones van arrastrando los pies directamente hacia mí. Sé que debo correr mas no consigo moverme.

Siento como mi interior se sacude por el terror mientras la extraña comitiva continua acercándose lentamente, por primera vez veo al hombre que abre la procesión. Yo le conozco, ahora su tez rosada está pálida, su cuerpo orondo no es más que un saco de huesos bajo la amplia camisa y los holgados pantalones antaño apretados, sus castaños ónices de una viveza apasionada otrora parecen muertos sobre las enormes y violáceas ojeras que llegan hasta sus escuálidos pómulos, es José el antiguo profesor que se marchó con una de sus pupilas dejando mujer y dos hijos abandonados a la vergüenza de las habladurías y a la ira de un padre ofendido. Él me mira y algo destila en sus secos orbes antes de tender los brazos hacia mi y ofrecerme su carga y entonces entiendo. La verdad se abre ante mí como una flor en primavera tiende sus pétalos al tibio sol.

Negando doy un paso atrás y comienzo a rezar. Padre Nuestro…, las palabras se atascan en mi cerebro, no consigo recordar la oración, pruebo con otra Dios te salve María…, tampoco. Me dejo caer de rodillas y entierro la cara en los pies del maestro que permanece impasible a mi miedo y mi dolor, elevo los anegados ojos hacia él suplicando clemencia, como única respuesta vuelve a mover las manos indicándome que tome la cruz y el caldero que porta. No quiero,  pero mis palmas se aferran a ambos objetos mientras me incorporo y ocupo el sitio que ahora me corresponde, oyendo en mi cabeza la risa de Juanita la Bruja, después de todo tenía razón para mofarse, contó la verdad y nunca la creí. Si una sola vez hubiese hecho caso de sus palabras habría sabido como salvarme o tal vez estaba condenado de antemano. Un atisbo de lucidez me trajo su último gesto de despedida antes de que abandonara la taberna, quizá y aun sin verme, sabía que jamás nos encontraríamos. Un aliento gélido me susurra al oído incitándome a moverme.

Con el crucifijo y la marmita abro la procesión de los muertos, precediendo a una corte de almas en pena cuyas tétricas voces van entonando un cántico que llena de afligimiento cada recodo de mi ser.  Deseo mirar hacia atrás para conocer a mis nuevos compañeros de viaje, pero mis vértebras parecen soldadas, separo los labios para gritar mas mis cuerdas vocales parecen aprisionadas por un puño, tan sólo puedo ir hacia delante y esperar. Vagar noche tras noche consumiéndome un poco más con cada ocaso y sin disfrutar del alivio que me supondría la muerte, hasta que otro ser humano ocupe mi lugar como estandarte de la Santa Compaña.

Mariola

Nota: Aunque este relato lo escribí hace algún tiempo y reposaba en el fondo de mi baúl de los recuerdos, quiero agradecer a mi genial e increíble amiga y socia de aventura bloggera, su inestimable ayuda a la hora de darle un repasito y de buscar un titulo apropiado. Gracias Adela.

HE AQUÍ NUESTROS PREMIOS POR EL CONCURSO BELLAS Y BESTIAS.

Como ya os anunciamos ayer en la entrada que subimos, tuvimos el honor de ser las afortunadas ganadoras del 1er concurso que hizo nuestra amiga Karol, pues bien, he aquí los premios que nos otorgaron hoy y que subimos la mar de orgullosas y que queremos compartir con todos por que sin vosotros no lo hubiésemos conseguido.

Para empezar un exquisito diploma y que ya lo hemos dejado fijo abajo (hay que presumir de él).




Continuamos con un libro que está causando furor y al que tenemos ganas de hincarle el diente.



Seguimos con la divina y estupenda portada para nuestro relato creada por la artista de Karol, ¿verdad que es preciosa?


Y por último, pero no menos importante, estaremos un mes en su blog, eso si no nos larga antes por malas inquilinas, jajaja.


Hoy con la ayuda de todos "EL BESO DE LA MUERTE" ha resultado ganador.




Como anunciamos en su momento nos presentamos al concurso Bellas y Bestias que nuestra amiga Karol Scandiu organizó en su blog    www.deseoyoscuridad.blogspot.com.

 Aunque no somos muy dadas a participar en este tipo de cosas, de echo es la segunda vez, la idea nos pareció atrayente, así que tardamos unos escasos 2 segundos en decir: "Allá que vamos las SokAly", además de que nuestra Karol se merecía que la apoyásemos en su original proyecto.

El haber ganado fue una sorpresa, pues no participamos con esa idea y el que tanta gente disfrutase con nuestro escrito nos llena de satisfacción y más cuando todos los relatos eran tan buenos.

Desde esta entrada queremos expresar nuestro agradecimiento a todos los compañeros de aventura por los gratos momentos de lectura,  a todos los que se han tomado unos minutos de su tiempo para dedicarlo a nuestro relato,  a los que con sus comentarios nos alegraron el alma y a los que con sus votos, cada uno de ellos nos caló hondo en el corazón, han empujado a Érebos y Morana a la primera posición  y a nosotras a un estado de emoción increíble.

No podíamos irnos sin dar la enhorabuena a Iris y Gabriela por el segundo y tercer puesto logrado con sus fantásticas historias. Felicitar a Karol Scandiu por el éxito de su concurso.

Y por ultimo, compartir nuestro primer lugar con el resto de participantes porque cualquiera de los relatos se lo merece, así que vamos chicas y chico acompáñennos que aunque estemos apretados cabemos todos en lo alto del cajón.



viernes, 29 de octubre de 2010

CONQUISTADO POR UN SUEÑO CAPÍTULO 30 ( 2ª parte)



Se giró hacia Aldair y casi se echó a reír al ver su cara, tenía los ojos desorbitados y la mandíbula le colgaba peligrosamente, fue entonces cuando se dio cuenta del silencio sepulcral que se había instalado en el lugar. Pasó la mirada por todos los presentes y se empezó a poner nerviosa, nunca en su vida había sido el punto de atención de tanta gente, no sólo los hombres la contemplaban asombrados, sino que las mujeres que en ese momento estaban en el patio habían dejado sus quehaceres abandonados y sus rostros expresaban lo mismo que ellos, un total y absoluto desconcierto.

Estaba a punto de hacer un mutis con el mayor disimulo posible -como si eso hubiese sido posible- cuando oyó un pasmoso sonido que le aceleró el corazón y que rápidamente se extendió aumentando la resonancia. Las mujeres la estaban aplaudiendo y no sólo eso, sino que la vitoreaban excitadas.

-Esa es nuestra señora –gritaba una.
-Ya era hora que alguien pusiese en su sitio a Colin –bramaba la que estaba a su lado.
-Gracias Aldair McRea por haberla traído con vos –chillaba una que llevaba a un niño pequeño apoyado en su cadera.
-Debéis enseñarnos a hacer eso Liana de Edimburgo
-Bien dicho, os vais a enterar Ronald McRea -anunció otra amenazante- la próxima vez que lleguéis borracho y sin dinero.

Todas las miradas se dirigieron al aludido que hacía esfuerzos sobre humanos por disimular —tras su poblada barba— el rubor que lo abochornaba, mientras su esposa continuaba su diatriba, algunos comenzaron a burlarse, pero rápidamente acallaron sus risotadas cuando a su vez sus hembras se unieron a su amiga en sus profusas advertencias.

Viendo el ignominioso espectáculo que producían los regios guerreros, cabizbajos y sin saber que hacer, y como las féminas iban tomando el poder a voz en grito no pudo reprimir que la satisfacción se apoderara de ella, al saberse por una vez al mando, alzó las manos enlazadas sobre su cabeza, en plan campeona y sin dejar de reír comenzó a girar agradeciendo sus ánimos y sus hurras.

Cuando en una de esas vueltas sus ojos se cruzaron con los da Aldair, lo que vio reflejado en ellos le hizo pararse. Sus verdosos ónices relucían con algo parecido al orgullo, aunque lo más probable es que fuera su activa imaginación que la hacía ver cosas que no existían, porque ese cabezota machista era imposible que sintiese semejante emoción hacia ella.

Tal era la conmoción que Aldair sufría en esos instantes, que si ahora mismo un clan rival decidiese atacarles sería incapaz de ponerse en movimiento para defender a su pueblo, así que debía dar gracias al cielo que ese fatídico evento no se produjese.

Cuando vio como Colin osaba tocarla la furia le invadió como un temerario conquistador, rindiéndose a ella. Había dado un paso adelante dispuesto a quitarle las ganas de volver siquiera a rozarla aunque fuese con el pensamiento, pero se quedó de piedra con lo que presenció.
No podía creerse que una mujer, su mujer, hubiese sido capaz de tirar al suelo sin el más mínimo esfuerzo a uno de sus hombres más corpulentos y mejor preparados, si hasta él muchas veces estuvo a punto de ser derrotado en alguna que otra escaramuza durante una de sus luchas. Y ahí estaba ese curtido guerrero, tumbado en la tierra cuan largo era, quejándose como una damisela en apuros.

El sonido de los atronadores clamores le sacó de su estupor. Las hembras que habían presenciado lo sucedido gritaban eufóricas el nombre de Liana, ni una sola de ellas dejaba reflejar en sus rostros y en sus gestos otra cosa que no fuese admiración y una alta dosis de jactancia que las llevó a mofarse e incluso amenazar a sus propios esposos. Mientras la miraba corresponder radiante las felicitaciones recibidas, un potente sentimiento de orgullo le golpeó de lleno. No había nadie como ella, su explosivo carácter, su risa fácil, su amena e inteligente charla, ese cuerpo que le volvía loco y ahora esto, una luchadora nata. No. Liana no era una simple escocesa, ella era mucho más que eso, era su igual.
Lo tenía decidido, su pequeño David esta vez no escaparía de Goliat.

-Bueno, aquí te dejo con tus... superhombres –dijo con una ostentosa sonrisa-. Yo me voy a cabalgar, porque con tantas ovaciones me hinché tanto que se me quitó el apetito.

Echó a andar hacia las cuadras, recibiendo palmadas y enhorabuenas a su paso.
Se lamentó no tener un calendario y un rotulador porque le hubiese hecho un gran círculo en el día de hoy escribiendo: “El gran día de Liana”, aunque lo tachó mentalmente al escuchar la potente voz de Aldair ordenándole  detenerse, nada bueno presagiaba el tono que utilizó. Contó hasta cinco para templarse y se giró despacio, encontrándose con el sudoroso pecho frente a ella, tragó ostensiblemente para ayudar a que las palabras fluyesen por su garganta.

-Sabía que no me dejarías ir sin antes felicitarme. Adelante, estoy lista.
-El esfuerzo debió dañaros la mente, señora.
-Jodio aguafiestas, pues si no tienes pensado halagarme me voy.

Mas todo se quedó en el intento cuando una enorme mano apresó su brazo y la acercó hasta el amplio torso. Cerró los ojos para evitar la tentación de deslizar la yema por la húmeda piel.

-¿Acaso no sabéis que un vil asesino anda suelto por los alrededores? –el aliento de él le revolvió el pelo y la obligó a alzar los párpados.
-Pues cla...

Un quejumbroso alarido la hizo callar y revolverse, una mujer enloquecida agarrando las faldas de su vestido se acercaba a todo correr chillando, entrecerró los ojos e instintivamente se pegó al cuerpo de Aldair al ver los desquiciados orbes de Moira.

-¡Perra del infierno! –bramó lanzándose a por ella sin que nadie lo pudiera evitar- sois una asesina.
-Apartaos de ella –ordenó Aldair empujando levemente a la recién llegada -, no oséis tocar uno solo de sus cabellos u olvidaré que sois una mujer.
-Debe ser ajusticiada, es la culpable de la muerte de nuestro señor Cromwell -espetó a la multitud señalándola con un dedo- , y vosotros estáis aquí divirtiéndoos con sus bufonadas mientras su cuerpo aún está caliente.
-Yo no he...
-¡Callad puta del demonio! -inquirió soltando chispas por los ojos.
-¡Ya basta! -terció Aldair colocando a Liana tras él para protegerla-. Yo soy vuestro único señor al que debéis lealtad y obediencia —dirigiéndose a la concurrencia añadió— mi señora no ha matado a nadie, esta anciana ha perdido el juicio.
-No lo escuchéis ha caído bajo su embrujo, ella lo hizo -insistió Moira al ver a la multitud asentir ante las palabras de su Laird-, la pecadora trajo la desgracia a nuestro clan, Cromwell nos lo advirtió y ninguno le hicisteis caso.
-Sin duda alguna os habéis vuelto loca -argumentó Aldair haciendo un gesto a sus hombres para que la agarraran- apartadla de mi vista.
-Pagareis por vuestra necedad, oídme bien -amenazó Moira cuando dos fornidos highlanders la asieron por los delgados brazos-, haced caso de las señales mi señor, salvadnos de los males que esta hembra porta tras su beata apariencia.
 -Ni una palabra más -exigió alzando una mano al percatarse del ligero rumor que comenzaba a crecer entre su gente- detened esa lengua viperina u os juro por la tumba de mi madre que haré que os la corten.
-Vuestro padre enfermo en cuanto sus pies se posaron en Ceann-uidhe -berreaba Moira mientras era arrastrada- y ahora la sangre de nuestro buen Cromwell baña la tierra que nos acoge, los dioses están hablando ¡escuchadlos!

Aldair se giró hacia una temblorosa Liana y la arropó en el arco de sus brazos, dedicándole tiernas caricias en la espalda para tranquilizarla. Sin duda alguna Moira debía estar rota de dolor por la terrible muerte del sabio anciano, no era ningún secreto que desde su más tierna juventud le profesaba un gran amor no correspondido, pero el ataque hacia su mujer no tenía justificación alguna. Apresándola con más fuerza besó su cabello tratando de transmitirle calor.

-Mi señora es inocente de cualquier cargo impuesto por una desquiciada -rozó su mejilla con el nudillo sin ocultar el amor que sentía por ella-, no sólo porque es incapaz de dañar a un ser vivo y se encontraba en nuestros aposentos cuando el terrible hecho fue acaecido-, oteó desafiante uno por uno a los presentes-, sino porque mi palabra es ley y quien no esté de acuerdo con ella que hable ahora.

Con una cruda mirada retó a cualquiera de los allí reunidos a expresar su disconformidad, ni uno de ellos abrió la boca. Ya iba a encaminarse con ella hacia la fortaleza cuando el golpeteo de los cayados de los otros dos druidas lo detuvieron.

Visiblemente afectados y emocionados por la perdida de su amigo, los ancianos con los hombros encorvados por los años y el abatimiento, arrastraron los pies hasta llegar frente a su Laird, hicieron una leve y costosa reverencia antes de erguir sus cabezas hacia la pareja que recelosos los contemplaban.

-Mi señor –musitó Aballach cuando estuvo a su lado-, la muerte de nuestro contertulio y amigo nos causó un gran pesar, mas debemos aclarar que nuestros pensamientos en nada se asemejan a lo dicho por Moira.
-Así es –continuó Cuddle-, aunque Cromwell era respetado, de todos era sabido que portaba muchos secretos y que era poco comunicador-, dirigiéndose a Liana remató-, no debéis preocuparos señora, el clan os quiere y jamás debéis olvidarlo.
 -Me complace oíros hablar así –aprobó Aldair enlazando los dedos de su compañera-, sé que sois sinceros y  habláis de corazón.
-Yo también les doy las gracias, vuestro apoyo ayudó a mitigar la desagradable sorpresa que me llevé.
-Es nuestro deber y un honor el secundaros, señora —asintió en señal de deferencia—. Ahora si nos permitís, debemos informar a nuestro pueblo que nuestro querido hermano recibirá sepultura antes del ocaso.
-Proceded con vuestra tarea -autorizó el Laird tomando a Liana por la cintura-, y puesto que soy conocedor del infortunio os ruego que disculpéis nuestra marcha, he de llevar a mi señora a nuestros aposentos para que se reponga del agravio sufrido.

Con un leve asentimiento ambos hombres se giraron hacia la multitud que poco a poco iba incrementándose, mientras la pareja se dirigía hacia el interior del castillo.


Continuará...




FELIZ FIN DE SEMANA


martes, 26 de octubre de 2010

CONQUISTADO POR UN SUEÑO - CAPÍTULO 30 (1ª PARTE)



Las voces del exterior la despertaron del apacible sueño. Con desgana se estiró hasta que oyó crujir sus huesos, se giró hasta tumbarse boca abajo y se arrebujó entre las confortables mantas. Abrió los ojos de golpe y se medio incorporó para asegurase de donde estaba. Ya no se encontraba sobre la dura piedra del suelo, sino en la blanda cama.

—Y sola –murmuró tras mirar a su derecha.

La única explicación posible era que Aldair debió subirla cuando se quedó dormida, pues no recordaba haberse acostado ahí por propia voluntad, <<y hay que ver con que sutileza lo hizo, que ni me enteré>>.
Se dejó caer de nuevo sobre la almohada con la mente ocupada de lleno por el hombre que la volvía loca. Seguía sin saber que iba a hacer con él. De lo único que estaba segura era que las cosas no podían continuar así, pero ¿cómo podría solucionarlo?
Un golpe en la puerta le evitó tener que pensar en la respuesta.

—Adelante.
—Siento molestaros, señora –dijo Kirsty asomando la cabeza—, pensé que estabais levantada.
—Iba hacerlo en este instante, vamos no te cortes y pasa –se incorporó sentándose en el borde del lecho—. ¿Por qué hay tanto alboroto ahí fuera?
—Sucedió una terrible desgracia –comentó acercándose hasta colocarse delante de ella y mirándola extrañada al verla con la indumentaria de la noche anterior—, esta madrugada en los establos hallaron a uno de los druidas... muerto.
—¿En serio? ¿Y quién fue?
—Cromwell, señora.
—Bueno, no puedo decir que me apene su fallecimiento, era un hombre insoportable.
—Confieso que opino lo mismo que vos –susurró con la voz muy baja—. Era cruel y no mostraba ningún respeto hacia las mujeres. Más de una vez fui el centro de sus burlas—, admitió compungida.
—Créeme que sé de lo que me hablas, menudo tipejo, en fin correré un tupido velo porque no es de buena educación insultar a los difuntos.
—Tenéis razón, pero es que no es un simple muerto.
—Es verdad, era un sabio y todo eso –dijo gesticulando en el aire con la mano—, pero un tanto mayor así que en cualquier momento podía suceder lo que pasó anoche.
—Eso es cierto, mas resulta que... le asesinaron.
—¿Cómo? –se levantó de golpe—. ¿Quién lo hizo?
—No se sabe, pero nuestro señor lo averiguará ya que nadie ni siquiera Cromwell merecía un final tan horrible –afirmó convencida bajando de nuevo el tono—, porque... le cortaron el cuello, según me contaron se lo encontraron tumbado sobre un gran charco de sangre y con una expresión de terror reflejada en el rostro.
—Joder, que muerte más escabrosa –susurró imaginándose la escena, sacudió la cabeza para quitarse esa espantosa imagen de encima—, y sí, estoy segura que pronto darán con el culpable, mi Aldi no permitirá que un asesino merodeé entre nosotros. Ya que hablamos del señor y para cambiar de tema o tendré pesadillas esta noche, ¿sabes dónde se metió?
—No sabría decirle mi señora, desde que antes del alba se reuniera con su padre y otros hombres, no he vuelto a verle respondió mientras estiraba las sábanas, quizá aún sigan conversando.
—¿Dónde se lleva a cabo esa reunión?
—Sé que se hallaban hace tiempo en el lugar donde encontraron el cadáver, el cual los otros druidas se llevaron para prepararlo para los ritos funerarios.
—Espero que no hayan tocado nada o borrarán las posibles pistas, creo que les haré una visita –se dirigió al arcón y escarbó entre las prendas hasta localizar la camisa que se pondría, así como la ropa interior—, seguro que un punto de vista femenino les vendrá bien.
—Permitidme que lo dude –un color escarlata cubrió sus facciones cuando Liana la miró arqueando una ceja—, me... me refería... a que sois una hembra y para ciertas cosas no se nos tienen en cuenta.
—Pues ya va siendo hora de que cambien –sus labios se curvaron hacia arriba—. Me temo que conmigo llegó la revolución de la mujeres, quizá no consiga que votemos, más que nada porque eso no existe por estos lares, pero se terminó ser el sexo débil. Recuerda bien mis palabras Kirsty. ¡Las féminas al poder!—, bramó con el puño en alto.
—Como vos digáis, señora, como vos digáis –murmuró asombrada y sin saber que pensar al respecto—. Yo..., voy a retirarme, he... de proseguir con mis quehaceres.
—Muy bien, nos vemos luego cuando baje a desayunar.

Observó como se marchó con pasos acelerados y cuando la puerta se cerró tras ella, se echó a reír. La cara de esa chica había sido todo un poema, lástima no tener su cámara porque esa expresión era para haberla inmortalizado y poder soltar una carcajada en momentos bajo de moral.

Se quitó la arrugada ropa con la que había dormido y se arregló deprisa pues no quería perderse la asamblea, pero no logró su cometido, nada más llegar al último escalón se topó de frente con un cabizbajo Baldulf.

—Buenos días, Liana.
—Buenos días, Baldi –se acercó estampándole unos sonoros besos en las pálidas mejillas.
—Debo confesar que esa costumbre vuestra me agrada confesó dándole un ligero golpecito en la barbilla con el nudillo.
—Y a mí me agradas tú. Dime ¿cómo te encuentras hoy?
—Quisiera poder utilizar una de vuestras expresiones y decir que estoy de PM, mas no es así.
—Es por el asesinato de Cromwell ¿verdad?
—Una terrible pérdida la de nuestro querido druida—, comentó apesadumbrado—, y una cruel forma de morir, a traición.
—Lo siento, si puedo ayudar en algo sólo tienes que decírmelo quizá pueda ir al establo y...
—Agradezco vuestro ofrecimiento añadió el anciano tomando sus palmas, pero no es necesario, nosotros nos encargaremos de todo y enseguida será capturado el agresor.
—¿Rechazas mi ayuda por ser una mujer? demandó molesta.
—Desde luego que no respondió un tanto sorprendido, es sólo que no me gustaría que esa hermosa cabeza que poseéis se colme de cosas desagradables.
—No te preocupes por mi testa gruñó ante el deje machista adornado con bellas palabras, te aseguro que mi cabecita no está hueca y mis conocimientos de otra época serían muy útiles para lograr atrapar a esa bestia.
—Perdonadme si os ofendí, mas no os lo dije únicamente por vuestra condición, sino porque os aprecio de corazón y no deseo veros metida en algo tan truculento.
—Quedas absuelto y como yo también te quiero no me gusta verte tan apagado.
—Mi ánimo mejorará aseguró con un apretón de manos.
—Dime ¿cuándo será el entierro?
—Mañana al atardecer, Cromwell será sepultado en lo alto de la colina como su estatus merece explicó contrito, será despedido con todos los honores, el mayor de los druidas recibirá los respetos de su pueblo por su labor y amor hacia el clan, mientras llega la triste hora su gente continuará con sus quehaceres habituales, tal y como él hubiese deseado.

Liana se mordió la lengua para no replicar a las amables palabras de Baldulf hacia el finado, estaba segura que Cromwell tenía la dignidad en el trasero y que un egocéntrico como él disfrutaría mucho si la vida se paralizara para llorar su muerte, pero se guardó su reflexión a buen recaudo, el pobre hombre parecía afectado y no deseaba ser la causa de más aflicción.

—Dejemos ya de discutir sobre este desagradable tema dictaminó al ver la mirada recelosa de Liana y consciente que Cromwell no había sido especialmente agradable con la muchacha, seguro que os complace más ir en busca de vuestro esposo.
—No creo que ese hijo tuyo llegue nunca a ser mi marido.
—Lo será así tenga que obligarlo a golpes aseguró forzando una sonrisa,  no estoy dispuesto a permitir que escapéis de mi lado, aunque tenga de desposaros yo mismo.
—No me tientes, Baldi, no me tientes susurró poniéndole ojitos.
—¿A la paliza o a convertiros en mi esposa? inquirió divertido.
—Ambas son muy atrayentes, así que para evitar caer en la tentación iré a buscarle.
—Lo encontrareis en el patio, entrenando junto a sus hombres indicó cuando la vio echar andar hacia la salida.
—Lo imaginaba respondió agitando una mano en señal de despedida.


Con decisión se dirigió hacia el exterior, parpadeó cuando los rayos del sol le dieron de lleno cegándola por unos instantes. Sonrió al escuchar el familiar sonido, aunque ya no existía ningún rincón que no conociera en aquel castillo, el estruendoso ruido que hacían las armas al entrechocar unas contra otras la hubiese guiado hasta él. Impaciente y nerviosa porque pronto estaría de nuevo frente al testarudo de Aldair y deseosa de disfrutar de la visión de su cuerpo tenso por el ejercicio, se encaminó hacia el patio.

El panorama que se abrió ante sus ojos parecía sacado de una película, la segunda parte de Braveheart como hubiese dicho Carlos. Como echaba de menos a su amigo, sobre todo en estos momentos donde hubiese sido para ella un gran consuelo y su hombro un magnífico pañuelo donde secar las silenciosas lágrimas, además, seguro que le hubiese dado algún sabio consejo con el que la “pesadilla” que era su vida desde hacía unos días se habría terminado. Pero como por desgracia estaba demasiado lejos, ella solita se las tendría que apañar.
Se concentró de nuevo en la paradisíaca visión que tenía enfrente. Definitivamente si tuviese palomitas y una buena butaca se la podría catalogar como una película, algo así como “300”, con un montón de torsos y espaldas sudorosas, con hercúleas piernas en constante movimiento y musculosos brazos levantando grandes espadas, bueno, dos cosas le diferenciaban de ese film, que no eran espartanos y que esas tabletas de chocolate aquí no estaban perfiladas, eran totalmente auténticas. Soltó el aire lentamente mientras se abanicaba con la palma intentando refrescar el acalorado rostro, pero esta se quedó en suspenso cuando localizó a su Gerard Butler particular y al que no cambiaría por ningún rey Leónidas ni nada parecido.
Se mordió el labio inferior al recorrerle pausadamente de la cabeza a los pies. Sus movimientos estaban tan coordinados que había momentos que la luchaba dejaba ser tal para pasar a ser un coreografía, donde la tensión de su cuerpo y de sus gestos dejaban de existir. <<Jesús, lo que daría por bailar un par de lentas con él de nuevo, uff>> pensó al tiempo que se obligaba a ponerse en marcha.

Aldair se hallaba tan concentrado en su lucha con Colin, que hasta que este no paró en seco un golpe con su espada señalando algo tras él, no se dio cuenta que casi todos sus hombres habían dejado la instrucción. No le hizo falta girarse para saber de qué se trataba, porque sólo se podía deber a una cosa, una con unas piernas, caderas, cintura, senos y labios que desde hacía un tiempo le atormentaba durante el día cada vez que la veía y que por las noches invadía sus sueños, despertándole varias veces con el miembro tan endurecido como cuando era un muchacho imberbe.
Se dio la vuelta y se quedó contemplando como se acercaba a él con esos andares suyos tan sinuosos, tragó saliva, estaba visto que los baños en el río y los alivios a los que se sometía en soledad no servían de mucho, o volvía a ser suya pronto o acabaría haciéndole compañía a sus antepasados en el camposanto.

A pesar de la indiferencia que fingió al llegar a su lado sus ojos, que parecían tener vida propia, devoraron el brillante torso masculino con avidez. Carraspeó y disimuló al oír las risitas de algunos de los hombres de Aldair.

—Perdón por interrumpir el entrenamiento.
—Vos nunca interrumpís nada –aseguró con voz ronca.
—Espérate que lo haga más a menudo y ya me contarás –dijo divertida.
—Ansío comprobarlo –murmuró acercándose más a ella.

Liana se movió a su derecha intentando separarse de él.

—Me enteré de lo sucedido a Cromwell y como no llegué a tiempo a la reunión, decidí venir aquí.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudaros? –preguntó elevando una ceja.
—Más bien venía a ofrecer mi ayuda, otra mente pensante no os vendría mal para intentar esclarecer el caso.

El hombre con el que Aldair había estado peleando se echó a reír sin ningún disimulo, Liana dio unos pasos hasta colocarse delante de él y le miró de arriba abajo.

—¿Qué es lo que te hace tanta gracia? –demandó con un tono duro.
—Perdonad mi señora, pero no pude evitarlo al oír vuestro ofrecimiento.
—Explícame que tiene de chistoso.
—No quisiera.... —miró a su Laird que le observaba seriamente y de nuevo a ella—, importunaros.
—Ya es demasiado tarde, así que larga por esa bocaza –exigió golpeándole el pecho con el índice.
—Vos lo habéis querido –avisó irguiéndose—. Sois mujer y como tal débil, no sólo de cuerpo sino también de mente.
—Un Homo neanderthalensis a tu lado se llevaría como mínimo el premio Pulitzer –afirmó acercándose a él—. ¿Te atreves a llamarme tonta cuando tú no eres más que un équido lleno de músculos al que se le da de vicio rebuznar?—, preguntó dándole golpes en el torso—. Sólo sirves para luchar, porque estoy segura que si ahora te preguntase cuanto son dos más dos tendrías que contar con los dedos para al final acabar diciéndome que cinco—, remató clavándoselos uno a uno demostrándole lo que haría.

Colin sujetó por la muñeca la mano que le estaba incordiando, momento que Liana aprovechó para darle un sonoro guantazo con la que tenía libre dejándole las falanges marcadas.

—¿Quién te crees que eres para tratarme de ese modo? estaba tan absorta en el hombre que tenía delante que no pudo ver como las bocas se abrían estupefactas ante su intrepidez.

Parpadeó sorprendido, era la primera vez que una hembra osaba golpearle y le costó reaccionar, por ese motivo no se dio cuenta que ella giró hacia arriba la palma izquierda tomándole su mano derecha, mientras intentaba desprenderse del agarre con que él la tenía sujeta al tiempo que efectuaba una llave de muñeca. Con los brazos bien extendidos Liana ejerció una presión hacia abajo desestabilizando a Colin que cayó como peso plomo enterrando su rostro en la arena, sin llegar a soltarle, asió la articulación del codo flexionándoselo e inmovilizándole totalmente haciendo que el caído gritase como un loco por el fuerte dolor que eso le producía. Liana le soltó enseguida y se incorporó.

—¡Toma sexo débil, gilipollas! –le espetó cuando se dio la vuelta agarrándose reciamente el maltratado hombro.
  
Continuará...


CONQUISTADO POR UN SUEÑO REGRESA ESTE MARTES





Queremos agradecer el apoyo, cariño y comprensión que nos habéis mostrado durante toda la semana, que por circunstancias que ya conocéis nos impidieron continuar con el curso normal del blog.

Nos supo muy mal tener que dejar de subir los capítulos correspondientes de "Conquistado por un sueño" y más cuando la historia está acabada en nuestros respectivos pcs, aunque a falta de los últimos retoques, pero fue terminar la mala racha (tocamos madera) y ahí que nos pusimos a trabajar como locas.

Así que esperamos que nos alegréis con vuestras visitas, que disfrutéis de su lectura y nos ayudéis a seguir adelante con vuestros comentarios.

domingo, 24 de octubre de 2010

EL SECRETO DEL DESEO




Completamente vestida me revuelvo a mirar al hombre que permanece tumbado entre las sábanas revueltas y que con los ojos llenos de amor me contempla ensimismado. Le sonrío cuando alarga una mano hacia mi, sin dudarlo ni un instante me acerco a él y dejo que me envuelva en la calidez de su abrazo, en el ardor del intenso beso que hace que mi piel se erice y todo mi cuerpo palpite una vez más por el deseo, que apenas unos minutos antes ya ha sido saciado.

Toda yo se muere por volver a hacer el amor con ese hombre que tanto amo, por sentirme colmada una y otra vez, por permanecer arropada por sus caricias y sus besos eternamente, por estallar en llamas con toda su pasión. Con frustración me aparto de esa boca que ahora desciende por mi garganta encendiendo cada centímetro de mí, me pongo en pie con un gruñido y aliso la falda, enrollada a la cintura, de mi recatado vestido. Él me muestra su desencanto frunciendo el ceño mas no dice una palabra, sabe que aunque con desgana debo marcharme.

Bajo su atenta mirada me remiro al espejo, arreglo con los dedos mi sencillo peinado y pinto mis labios con el tono rosado que tanto le gusta, pongo unas gotas de perfume tras las orejas, tomo las llaves, el abrigo y mi bolso, antes de salir me vuelvo hacia él que ya incorporado y mientras sube la cremallera de sus pantalones,  me regala una sonrisa que hace temblar mi alma al tiempo que se lleva las manos al corazón, sobre el que hace un par de meses se hizo grabar mi nombre, y cierra el puño como señal que me pertenece. Yo también sonrío con una muda despedida hasta el jueves siguiente  y sin más dilación salgo a toda velocidad del apartamento.

El aire frío del mes de Diciembre me golpea de lleno al salir a la calle, me subo las solapas y me ajusto bien la bufanda, antes de enfundarme los guantes ojeo el reloj de oro que descansa en mi muñeca —un regalo por mi décimo aniversario de casada— son las 19:30, a sabiendas que ya no llego a tiempo echo a correr acera arriba, esquivando a la gente que atiborra las calles y se acumula frente a los escaparates enloquecidos con las últimas compras navideñas. Sin hacer caso a la señora que me increpa por mis prisas, cruzo entre los coches sin respetar el semáforo, lo que me acarrea algunos bocinazos e insultos.

Casi sin resuello y con el sonido de mis tacones repiqueteando sobre el pavimento doblo la esquina y enfilo la hilera de casas de la tranquila zona donde habito. Me detengo y tomo aire una y otra vez hasta que me sosiego. Con andares calmados rebusco entre mis cosas el manojo de llaves, elijo la correcta y la meto en la cerradura de la coqueta puerta acristalada que preside mi vivienda, entro y me despojo de las prendas que ya no son necesarias dentro del calor del hogar. No se escucha nada, con suerte aún no habrá vuelto del trabajo, quizá una reunión de última hora, o él tráfico lo tenga retenido en algún atasco, en estas fechas todo el mundo coge el coche.

Con un suspiro de alivio enfilo las escaleras que me llevan al dormitorio para cambiar mi bonito traje de amante,  por uno más cómodo y más acorde al del ama de casa que vuelvo a ser, cuando una fotografía llama mi atención. Allí desde detrás del cristal mi familia me sonríe. Mi hija con su impertérrito gesto de disgusto, mi hijo mostrando el dedo corazón y mi marido me mira con esos enormes ojos azules que me enamoraron, paso un dedo por el vidrio y exhalando levemente dejo a un lado la atávica imagen y continúo mi ascensión, aún no he acabado de subir cuando la puerta se abre, me giro y allí está él, el hombre con el que hace más de veinticinco años decidí compartir mi vida.
Como cada día y con movimientos metódicos deja su maletín junto al perchero, se saca el gabán y lo cuelga pulcramente, luego alisa la imaginaria arruga hasta que queda perfecto, sólo entonces eleva la vista hacia mí. Lo estudio con la cabeza ladeada y me doy cuenta lo predecible que es, lo rutinaria en que se ha convertido nuestra vida. Desde hace décadas siempre es lo mismo, la casa, los niños y esperar que regrese del trabajo para ponerle la cena, ver la televisión en silencio y acostarnos dándonos la espalda hasta la mañana siguiente y así día tras día, año a año.

Él continúa clavado en el mismo lugar, impecable con su traje de marca, la corbata con el nudo perfecto y el cabello —ahora salpicado con algunas hebras blancas— como recién peinado. Sí, a pesar de que ya no es el jovencito impaciente y ambicioso que me cautivó sigue siendo muy guapo, quizá mucho más que antes ahora que ha alcanzado una tranquila madurez.

Paseando sus añiles retinas por mi cuerpo castigado por la edad y los partos, curva sus carnosos labios y tiende una mano hacia mí. Con las rodillas temblando deshago lentamente el camino y voy a su lado. Con suavidad me acaricia la mejilla con los nudillos antes de depositar un tierno beso en mi frente.

—Hola amor —murmura con voz grave.

Yo no digo nada, aparto la vista de su cara y la clavo en la punta de sus zapatos italianos último modelo. Enreda los dedos entre los míos y tira de mí hacia el salón, sin más palabras entre ambos se sienta en el sillón de piel oscura que tanto le gusta y me acomoda en su regazo. Con toda la sensibilidad que siempre le ha caracterizado desliza la palma por mi espalda, mientras con la otra mano aparta un mechón de pelo y lo coloca tras mi oreja, antes de acariciarme con el pulgar el labio inferior.

—Que hermosa estás —susurra acercando su rostro al mío—, siempre lo has sido, pero cada jueves pareces resplandecer.

Tragando saliva llevo mis trémulas falanges hacia las solapas de la elegante chaqueta, y la deslizo por sus anchos hombros, él sin soltarme me ayuda a deshacerme de ella, sigo con el nudo y tiro la corbata lejos. Ansioso suelta los botones de mi vestido mientras yo ataco sin dilación la hebilla de su cinturón y tiro de los faldones de la impoluta camisa, cuando siento su aliento recorrer la columna de mi cuello y el calor de su piel en mis brazos ahora libres de la tela que los aprisionaban.

—Cuanto te amo —musita regando de besos mi pecho—, eres mi luz, mi vida, la única mujer que gobierna mi corazón.
—Lo sé —respondo con tono ronco por el deseo que va naciendo en mi.

Con los ojos brillantes de lujuria, se incorpora y sin contemplaciones me desnuda totalmente antes de tumbarse en el sillón y arrástrame con él que, con mi colaboración, se ha liberado de todos sus ropajes. Tocándome como si fuese de cristal y con toda la lentitud del mundo, como otras tantas veces me hace suya.

—¿Eres feliz a mi lado? —demanda aún en mi interior.
—Sí —contesto mordiéndome los labios.

Se detiene un instante y en las profundidades de los celestes lagos veo un intenso dolor, sé lo que está pensando y avergonzada aparto la vista, pero me obliga a fijar la vista en él, a aguantarle la mirada.

—Lo siento tanto mi vida —sisea tomando mi cara entre las manos elevando las caderas.

Cierro los párpados para no continuar viendo en sus orbes ahora oscurecidos por la pasión el pesar que lo atormenta, el miedo a que un día diga que no puedo más y lo abandone para siempre, ha estado tan cerca. Pero no puedo hacerlo, sinceramente nunca he podido, cada día que me he sentido sola, triste y lastimada he buscado una excusa para quedarme a su lado porque sé que me quiere y yo…, yo lo amo.

Con los ojos empañados en lágrimas y mi cuerpo convulsionándose por el clímax dejo mi cabeza reposar sobre su pecho sintiendo en el centro de mismo de mí ser todo el amor que me profesa y me aferro a él con garras y dientes dando gracias por haber sabido poner la chispa que faltaba en nuestra vida. No sé si fue él o fui yo, me da igual lo único importante es que supimos encontrarla, lanzar lejos el aburrimiento y volver a ser felices.

Acurrucada entre sus brazos deslizo mi mano por su tórax al tiempo que mi boca besa mi propio nombre, un par de meses antes tatuado sobre su acelerado corazón.

 FIN

Mariola

Aviso: este relato lo encontró Mariola en su baúl de los recuerdos y con él hemos querido volver a los orígenes del blog.

miércoles, 20 de octubre de 2010

CUARTO BOOK TRAILER DE SOKALY: CONQUISTADO POR LA PASIÓN

El primer libro de la Serie Highlander de Fuego no se podía quedar sin su book trailer. Niall y Brianna no nos lo hubiesen perdonado, ni nosotras tampoco.

Esperamos que os guste pues fue hecho con mucho cariño, como todos los demás.





Visítanos en: http://www.youtube.com/watch?v=dq4xXkzMzk0

CONCURSOS DE BEA Y DÁCIL

Aquí os traemos un par de concursos (ambos independientes) de las chicas de Pasajes-Románticos, que comenzaron el día 18 y finalizan el 18 de noviembre, eso sí, son de ámbito nacional (España).


CONCURSO 250 SEGUIDORES (ahora 296 y aumentando)




CONCURSO: AQUELLAS JOYAS ROMÁNTICAS



Para más información y matar la curiosidad pinchar en:
http://pasajes-romanticos.blogspot.com/2010/10/concursos.html

Animaros a participar.


martes, 19 de octubre de 2010

AVISO PARA NUESTRAS LECTORAS



Debido a un lamentable incidente con la muñeca izquierda de Mariola (si es que esta mujer tiene un don especial para caerse, sobre todo cuando mira lo que no debería de mirar, jajaja) no vamos a poder subir los capítulos de Conquistado como hasta ahora veníamos haciendo, pues el que tenga el brazo vendado hasta el codo impide drásticamente que pueda escribir de manera adecuada.
Así que pedimos disculpas a todas las que nos seguís cada martes y viernes incondicionalmente, emocionándonos con vuestras palabras y dándonos ánimos para seguir adelante.
Os prometemos que en cuanto vuelva a tener dedos y no morcillas tendréis los capítulos.

sábado, 16 de octubre de 2010

CONQUISTADO POR UN SUEÑO CAPÍTULO 29



Tras finalizar el banquete Liana se despidió de sus agradables compañeros de festín y sin dirigir ni una sola mirada a Aldair salió del salón. Subió con pesar los pocos escalones que la llevaban a los aposentos que compartía con él, abrió la puerta y deambuló por el cuarto nerviosa durante algunos minutos. Soltando un suspiro empezó a rebuscar y a amontonar sus cosas, los pocos vestidos, la ropa interior, su frasco de perfume, cuando tomó la bolsa de las hierbas entre sus manos la observó detenidamente, ahí en aquel saquito oscuro reposaban inocentes la causa de sus problemas con el hombre que amaba. Tuvo ganas de romperla y esparcirlas al viento, pero la metió en su mochila.

La vio izarse y abandonar el recinto con el porte de una reina, esa noche se había colocado un vestido verde que realzaba su figura y contrastaba con su cabello y su piel. El escote se ceñía a su busto de forma provocadora dejando parte de este tan expuesto que sentía celos del mismo aire que la rozaba, por no decir de los hombres que a su lado se la comían con los ojos mientras la agasajaban con sus cumplidos. Tuvo que hacer acopio de todo su valor y del de su padre para no levantarse, echársela sobre el hombro y llevarla al dormitorio a pesar de haberse y haberle jurado que no la tocaría.

Esperó unos minutos charlando y bebiendo antes de incorporarse e ir tras ella, debían hablar, hacer las paces, porque no podía seguir en aquel estado de excitación permanente, porque le dolía tenerla lejos cuando lo que más ansiaba era enterrarse en su cuerpo, saciarse de ella y amarla. Casi corrió para acortar la distancia que los separaba, empujó la gran hoja de madera de su cámara esperando encontrarla en la lecho, pestañeó confuso al ver todas sus pertenencias dobladas sobre el baúl. Con la ira fluyendo por sus venas, cerró de un portazo y en dos zancadas estuvo a su lado.

—¿Qué es esto? —demandó señalando el montón de ropa.
—Son mis cosas —respondió dando un paso atrás al ver la furia que destilaban sus ojos.
—No estoy ciego —alzó una ceja y la agarró por los hombros—. ¿Qué significa esto?
—Voy a pedir una nueva alcoba, no quiero seguir compartiendo esta contigo —contestó sin despegar la mirada de la suya mientras se retorcía para que la soltara—, no deseo ser la causa de que enferméis por tenerme cerca.
—Dejad de decir necedades, colocad las prendas en su lugar y disponeos para dormir —ordenó con un gruñido—, y olvidad esa idea de abandonar nuestra habitación.
—Pues mira tú por donde que no —enfatizó lo dicho dando un fuerte pisotón—, no voy a compartir cama con un hombre que se siente asqueado de mi, ni a recibir órdenes de un tipo que se cree el ombligo del mundo y no...
—¡Ya basta! —ordenó tomándola por los antebrazos y zarandeándola—, he sido condescendiente con vos, os he dado libertades que ninguna otra mujer ha tenido nunca, pero todo tiene un límite mi señora.
—¡Suéltame bruto! —alzó la voz casi tanto como él—. ¿Acaso te crees mi dueño y señor?
—Exactamente —exclamó soltándola—, así que haced lo que os dije antes que mi paciencia se acabe.


Estaba tan enfadada que era incapaz de abrir la boca, no sin que por ella escaparan palabras poco aptas incluso para los oídos de aquel bárbaro, se mordió el labio tragándose los insultos, levantó la cabeza desafiante y pasó por su lado como una locomotora. No pudo ni avanzar dos pasos cuando una de las grandes manos de Aldair la aferró por la muñeca y tiró de ella.

—¿Dónde os creéis que vais?
—Puedo dormir en el establo, o en el salón o donde sea —espetó con rabia.
—Dormiréis aquí —la empujó dejándola tendida sobre el ancho de la cama y se tumbó sobre ella sosteniéndole ambas manos por encima de la cabeza—, en mi lecho, junto a mí.
—¡No! —negó casi sin aliento cuando los labios de Aldair comenzaron a recorrer la columna de su cuello—, prefiero pernoctar con los caballos antes que contigo.
—Liana —susurró con voz ronca mientras besaba su mandíbula—, ¿no veis como os deseo? ¿No os dais cuenta como mi cuerpo palpita por el vuestro? Rendíos, deponer esa actitud beligerante, comportaos como una hembra de bien y ceded ante vuestro señor.

Liana comenzaba a derretirse bajo las suaves caricias, sus sentidos se imponían a la razón, la pasión afloraba en su piel y la humedad del deseo se abría paso entre sus piernas. Oh sí, toda ella ardía porque esas manos que le sujetaban los brazos tocaran cada centímetro de su anatomía, porque esos labios que ahora recorrían su mentón besaran cada hueco de su cuerpo, hasta que las últimas palabras de él la congelaron por completo. Posesión, sumisión eso era lo que él quería, lo que él pedía y no, no estaba dispuesta a ser sólo un objeto, un desahogo. Giró la cabeza negándole la boca que Aldair buscaba, se retorció bajo él para que la liberara de su peso.

El rechazo le sentó como una patada en los testículos, le hirió el corazón y le golpeó el orgullo. La liberó de su agarre y de su peso tumbándose a su lado, clavó la vista en el techo respirando con ansiedad por el deseo no satisfecho y por la rabia contenida, no quería mirarla, no podía sin agarrar ese precioso cuello y apretarlo, no sin hacerle daño.

Liana se sentó en la cama, casi sin aliento aún afectada por sus caricias.

—Decidid donde vais a yacer esta noche señora —dijo sin moverse—, como veis no hay mucho donde elegir o compartís jergón conmigo o podéis descansar sobre la fría piedra del suelo.
—¿No hablaras en serio? —preguntó torciendo la cara hacia él.
—Completamente —se puso en pie y comenzó a desnudarse.
—Está bien —contestó tristemente agarrando una almohada—, supongo que el piso no estará tan mal.

Una vez desnudo apartó las sábanas y se metió en el tálamo cubriéndose con ellas, mientras Liana permanecía de pie aferrando el almohadón a su cuerpo, perpleja.

—Aun estáis a tiempo —palmeó el hueco vacío a su lado.

Con el orgullo herido pero con soberbia al ver la burla en los verdes iris, lanzó el cojín al suelo y sin siquiera soltar las cintas del vestido se acostó, reprimió el quejido cuando la piedra se clavó en su costado y los juncos atravesaron la tela de su vestidura.

Aldair apagó la pavesa de un soplido y sonrió en la oscuridad, Liana necesitaba un escarmiento, un poco de humildad y sumisión. Su sonrisa se detuvo cuando la oyó removerse incómoda.

—Liana venid aquí —susurró—, os aseguro que estaréis más a gusto entre la suavidad y la blandura del colchón.
—No.
—No seáis terca mujer —murmuró incorporándose sobre un codo—, os dolerán los huesos al amanecer.
—Son mis huesos, así que no te preocupes —se giró buscando una postura más cómoda sin éxito.
—Buenas noches pues —añadió con sorna.
—Buenas noches.
—Soñad conmigo mo gràdh —se tumbó y pasó los brazos bajo la nuca divertido.
—¿Aldair?
—¿Si?
—Vete a la mierda.

La masculina carcajada resonó por toda la estancia, logrando que Liana frunciera el ceño. <<El que ríe el último, ríe mejor tontito>> pensó golpeando el almohadón dispuesta a dormir a todo costa.



Llevaba demasiado tiempo esperándole y la inquietud le impedía dejar de abrir y cerrar los puños, tenía que mantener la calma o sería capaz de salir en busca del decrépito anciano para hacerle pagar por el desplante. ¿Qué se había creído ese viejo? Nadie, absolutamente nadie se atrevía a despreciarle y salir ileso.

Un ruido en el exterior le paralizó durante un instante. Con sigilo se acercó a las altas puertas y a través de la pequeña abertura que había dejado percibió un movimiento. No le cupo ninguna duda de quien se trataba al observar esos andares encorvados. Esperó pacientemente a que se acercase, cuando la endeble figura apareció abriendo con cautela los portones le sujetó fuertemente de un brazo y le introdujo con rudeza en el interior cerrando tras de si.

—No me hagáis daño –rogó Cromwell presa del pánico intentando desembarazarse de la dolorosa garra.

Los continuos intentos por poner distancia le impidió ver la sonrisa triunfante que se dibujó en el rostro de Donald, ni tampoco como este acariciaba lenta y reverentemente el puñal con el pulgar de la mano que mantenía oculta.

Cromwell trastabilló -al tiempo que soltaba el aire que retenía en los pulmones- cuando recobró la libertad, se revolvió furioso hacia el hombre que lo había sujetado deseoso de hacerle saber quien era él, pero el brillo malicioso de sus ojos lo detuvo.

Donald observó al anciano, a pesar de que su gesto era altivo no podía disfrazar el reflejo de terror que bullía en su mirada, una gran satisfacción lo recorrió, si había algo que le gustaba sobremanera era despertar el miedo en aquellos que se creían mejor que él. Curvó los labios con burla al percatarse del leve temblor que atravesaba a aquel vetusto arrogante.

—Creí que no vendríais —comentó guardando el cuchillo en su cintura.
—Y yo creí que no me atacaríais —sentenció el druida dando un paso atrás.
—Disculpadme Cromwell —contestó encogiéndose de hombros—, no era mi intención asustaros simplemente me protegía, no estaba seguro que erais vos.
—No me habéis asustado —se defendió arrastrando los pies hacia él, molesto al verlo enarcar una ceja divertido—, sólo me sorprendisteis.
—Está bien —espetó Donald intentado acabar con aquella absurda conversación que no los llevaba a ninguna parte—, ahora que todo está claro vayamos al asunto que nos compete.
—Dejad que me siente —sugirió el druida dirigiéndose hacia unos toneles que descansaban junto a una de las paredes—, ya no soy joven.

Impaciente por acabar con aquello Donald esperó hasta que acomodó su cuerpo sobre el barril, en dos largas zancadas se posicionó a su lado cuando lo vio alargar la mano hacia una de las velas.

—No —negó con vehemencia—, no quiero visitas inesperadas en esta reunión.
—¿Acaso pensáis que soy capaz de traicionaros? —musitó abandonando la pavesa.
—Por vuestro bien así lo espero —siseó entre dientes acariciando la daga—, y ya que estáis cómodo comencemos con esto de una vez.

Cromwell se removió inquieto ante el despectivo y amenazador tono de voz de aquel hombre, lo miró a los ahora oscuros orbes y un estremecimiento recorrió su columna, por primera vez deseó haberse dejado guiar por los instintos que le habían empujado a regresar a su alcoba y no acudir a la reunión, mas levantó la barbilla orgulloso pues no pensaba darle el placer de que descubriese su debilidad.

—¿Qué deseáis saber? —demandó confuso—, y sobre todo ¿qué gano yo?
—Poca cosa —dijo con desinterés—, decidme donde está la joya y como podría conseguirla y tal como os dije, acabaré con esa mujer.
—¿Qué garantías me ofrecéis? —preguntó desdeñoso.
—Las mismas que vos a mi, deberá bastarnos con nuestra palabra —sonrió con suficiencia—, ahora contadme donde está, como puedo acceder a ella.
—No sé de que me habláis —respondió Cromwell incómodo.
—No juguéis conmigo viejo estúpido —susurró Donald entre dientes agarrando la pechera de la túnica del druida y levantándolo de un tirón—, sabéis perfectamente que os hablo del medallón McRea.
—No sé nada de él desde que nuestro Laird regresó de su misión —contestó con voz atropelladamente mientras se sacudía de su agarre—, aparte que lo poseía esa maldita hembra que trajo con él—, resolló al sentir el vapuleo al que lo sometía el otro—, además ¿para qué querríais vos esa joya?
—Eso no es asunto vuestro —exclamó lanzándolo contra el muro.
—¿Acaso pensáis que podréis venderlo? —dejó escapar una carcajada—, creéis que os haréis rico, pero nadie os lo compraría, ese medallón es demasiado conocido por toda Escocia.
—No sabéis de lo que habláis —sacó el puñal de la cincha y lo presionó sobre la arrugada garganta del hombre que dejó de sonreír y abrió los ojos aterrorizado— sé lo que se oculta en esa gema —rió al ver aun más terror en los cansados iris azulados— sí viejo estúpido, se lo que se esconde. ¿Rico? No, no me interesa una minucia cuando puedo ser el dueño del mundo una vez me digáis como liberar a Carman.
—Estáis loco si…
—¡Basta! —apretó un poco más la hoja sobre la piel hasta que unas gotas carmesí comenzaron a correr por ella—, hablad, decidme donde y como puedo conseguirla.
—Está en posesión de nuestro Señor —contestó con la voz trasmudada por el pánico—, o de esa mujer.
—¿Donde la tiene?
—Os juro que no lo sé, se ha negado a devolvérsela a los druidas, sus verdaderos guardianes —tragó mientras un temblor le subía por el cuerpo retorciéndole las tripas—, no me hagáis daño, os he dicho todo lo que sé.
—Dejad de lloriquear cobarde –escupió disfrutando ante tan escasa bizarría-. Decidme mi buen sabio ¿qué he de hacer para liberar a la ancestral bruja?-, inquirió presionando el arma logrando que brotase más sangre.
—No os lo diré -murmuró al borde del llanto.
—Estimáis muy poco vuestra vida -musitó deslizando el filo a lo largo de la estirada dermis de su garganta.
-La valoro en demasía, mas está en vuestras manos y sé que acabareis con ella con o sin la información que me requerís.

Los azulados ojos de Donald perdieron el centelleo punzante y se dulcificaron, apartó la daga del anciano que se llevó las manos al cuello y luego las observó manchadas del enrojecido flujo.

-Tenéis mi palabra que no os haré daño, ahora confesad.

El aplastante silencio sólo quebrado por el acelerado resuello del druida fue roto cuando éste comenzó ha hablar en un tono bajo.

-Aunque os dijera lo que necesitáis no seriáis capaz de lograrlo.
-Estáis acabando con mi escasa paciencia -gruñó amenazante-. Hablad presto antes de que retire la promesa que os hice.
-Debéis conseguir el fluido de una casta doncella previamente drogada con el carragahen, para que su sangre adquiera mayor liquidez y no espese rápido.
-¿Y dudáis de mi capacidad de encontrar a una virgen? -rió con sorna.
-Aún no poseéis el medallón -escupió Cromwell con malicia-, ni el último de los ingredientes que despertará a Carman de su largo letargo.
-La maldita joya caerá en mis manos más pronto que tarde -masculló sin deje de diversión acercándose tanto al asustado vetusto que sus alientos se mezclaron-, y ahora si queréis vivir me haréis partícipe de ese pequeño detalle que obviasteis antes.
-En cuanto la bruja comience a dar señales de vida -tartamudeó-, debe ser alimentada con la fuerza vital de la amada del Laird McRea.
-¡Maldito bastardo! -le empujó con tanta fuerza que cayó sobre sus arcaicas posaderas-, tratabais de engañarme ¿no es cierto?
-Os aseguro que no.
-Por eso vuestro afán de que cumpliera mi parte del trato, si Liana de Edimburgo moría jamás hubiese podido liberar a Carman de su encierro.
-Yo... no...
-Callad vuestra infame boca y salid de aquí antes de que me arrepienta.

Apoyando una de sus caducas palmas sobre el muro se incorporó y sin mediar una palabra comenzó a caminar hacia la ansiada libertad con pasos tambaleantes. Una sonrisa de alivio se dibujó en su cansado rostro cuando el leve aire procedente del exterior le rozó a través de los tablones al apoyar las manos en las puertas, mas esta se transfiguró en una mueca de terror al sentir como su cabello era agarrado y tiraban de él haciendo que su cabeza se estirara dolorosamente hacia atrás, quiso gritar cuando el frío acero rozó su garganta, pero no fue capaz de emitir sonido alguno, alzó las manos para sujetar las muñecas de su agresor, para detener a la muerte que se acercaba hacia él con la burla en sus labios.

—Os daré un tardío consejo, jamás os fiéis de la palabra de un traidor —oyó la siniestra voz un instante antes de que su laringe se abriera en dos.

Limpió la sangre en la túnica del druida que aún se convulsionaba presa de los últimos estertores mientras la vida se le escapaba a borbotones por la encarnizada herida. Apreció con una extraña complacencia como se iba aplacando hasta quedar inerte, dio un leve puntapié al finado para apartarlo de su camino.
Miró de soslayo una vez más a aquel estúpido que se creía por encima del bien y del mal cuando esa seguridad le había hecho descuidado, pagando con su exigua existencia tan desmedida arrogancia. Lanzó un escupitajo a los inmóviles pies y tras asegurarse que nadie deambulaba por los alrededores y envuelto por las sombras, se adentró en la espesura del bosque que cual fantasma lo engulló en su vientre.

 Continuará...


FELIZ FIN DE SEMANA

DIPLOMA CONCURSO BELLAS Y BESTIAS CON "EL BESO DE LA MUERTE"

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