viernes, 29 de noviembre de 2013

REMEMBRANZAS ROTAS BAJO LA LLUVIA (por Mariola)



Hacía mucho tiempo que no visitaba esta ciudad y a pesar de las altas horas, del frío y la tormenta, los pies y la añoranza me llevan a la calle donde la vi por primera vez. Aún me acuerdo de la cara hermosa, los iris cuajados de estrellas, la sonrisa llena de quimeras. Todavía recuerdo las caricias compradas y los besos teñidos de falsa roja pasión y los juramentos vacíos que adquirí por unas pocas monedas, por que todo tenía un precio para la pequeña vendedora de humo, y aun así la amaba.

La calle oscura me contempla como si fuese un demente, realmente no sé muy bien que hago aquí, dispuesto a regresar a mi hotel comienzo a girar sobre mis talones, cuando un relámpago cruza el cielo y en su brillante camino me deja ver una silueta apoyada en la pared. Arrastro mis plantas entre los charcos hacia la mujer, lo suficientemente cerca para que ambos podamos observarnos.

Ella me mira sin verme, yo veo casi sin mirar. Ya no queda nada de lo que fue, de lo que un día yo, como tantos otros, me volví loco por comprar. No es más que una muñeca rota a la que la vida se le ha ido escapando entre los dedos dejando la huella de la amargura en su rostro castigado y aun así la sigo amando.

Habla ofreciéndose como lo que siempre fue, simple mercancía, tratando de embaucarme con huecas promesas, pero en su voz, que apenas es un susurro, ya no hay melodía y en los ojos perdidos ya no centellea ni un mísero atisbo de magia.

Maldice recostándose sobre el muro cuando niego. Asqueado me revuelvo para irme de allí pero soy incapaz de dejar el lugar sin verla una vez más. Por encima del hombro vuelvo a vislumbrarla. Cabizbaja bajo el aguacero, dejando que la lluvia le empape y le cale hasta los huesos como si el agua que le cae encima pudiera limpiar la podredumbre de su alma, como si el olor a tierra mojada que emana del asfalto lograra, aunque fuera por un segundo, mitigar el hedor a viciada soledad que la envuelve.

Retomo mi camino sin volver la vista atrás. Suspiro, me subo las solapas de la gabardina, voy andando despacio hacia un nuevo horizonte, ordenando al helor de la noche congele todos mis recuerdos y los quiebre en mil pedazos.

Hoy  por fin lo entiendo, ella, cansada, vapuleada y castigada, seguía siendo la puta que dijo ser y yo…, yo sólo fui un pobre imbécil soñador. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

VENTUS - 2ª Parte (por Ade)



No sólo desafió a su hermano invadiendo el espacio que le correspondía, sino que con su comportamiento mostró una falta grave de respeto por una ley tan antigua como el mundo.
Desde que el tiempo es tiempo todos en su familia habían ocupado el lugar que les pertenecía sin interferir en el de los demás, hasta ahora.

Contempló a la mujer que tenía enfrente y el labio se le curvó en una sonrisa plena de satisfacción. Por esa hembra merecía que se transgrediera cualquier norma, aunque fuese momentáneamente.

Curioso que nunca la percibiese y precisamente esa noche algo... o alguien le incitó a abandonar su morada, como si las Parcas le hubiesen atrapado con el dorado cordel, impulsándole directamente hacia ella.

Soltó precipitadamente la ornamentada ánfora derramando un poco del transparente líquido que se hallaba dentro y al incorporarse sopló suavemente secándole la satinada piel y el cabello, complaciéndose con el bajo gemido que afloró de la arqueada garganta. Se sorprendió cerrando los ojos e inhalando el olor que procedía de ella, niebla y tempestad, cualidades inherentes en él y que le deleitaron los sentidos, mas éstos se expandieron cuando el aroma de la lujuria sobresalió golpeándole en el centro de su ser. Atrapó el candente aliento con su boca besándola con una pasión como jamás había gozado, mientras su lengua arrasaba la suya y con las grandes manos le enlazaba la nuca, atrapando el sedoso pelo entre los dedos, y la cadera acercándola a la suya que osciló lentamente provocando que el duro miembro se embraveciese aún más.

Los hinchados senos se aplastaron contra su torso y los tensos pezones le marcaron a fuego la descubierta dermis, grabándole en el interior un único e indestructible vocablo. Suya.
Levantó de golpe la cabeza y la miró fijamente, le oteó el rostro embelesándose con las rosadas mejillas y los húmedos labios ahora inflamados por su toque, y cuando se vio reflejado en las llameantes pupilas tembló, al darse cuenta de la realidad. Si, la mortal era suya.

Ella deslizó las yemas por su frente, trazó el arco de una de las cejas y le acarició el pómulo hasta la fuerte mandíbula, desencadenando con ese simple gesto un ardiente seísmo dentro de él. Capturó la palma cuando las falanges le bordeaban la boca y los mordió, regocijándose con su jadeo y deleitándose con el sabor a ambrosía al lamerlos. Su lengua jugó con ellos tal y como haría con el rociado sexo.

Una helada ventisca los rodeó vapuleándolos y supo que su tiempo por hoy había terminado. Debía regresar, era la época de su gruñón hermano.

La abrazó intentando calmarle la tiritera a la par que se grababa su cuerpo en el suyo. Regresaría una y mil veces, se saciaría de ella y alejaría la soledad que sin darse cuenta le gobernaba. La besó con ansias dejándoles con ganas de más a ambos, se obligó a alejarla, cogió la urna del suelo y salió.

—Regresaré —prometió girándose y mirándola con intensidad.
—¿Cómo te llamas? —pregunté con un hálito de voz.
—Soy Austro —contestó apoyándole la mano sobre el galopante corazón—. No me olvides.

Alzó el vuelo tras el ruego tapizando el cielo con sus plomizas alas y de pronto desapareció dejando una estela de densas nubes tras de si.

—¿Olvidarte? Imposible —afirmé cubriendo el sitio que él había tocado antes en mi pecho—. Aquí estaré.

viernes, 15 de noviembre de 2013

VENTUS - 1ª Parte (por Ade)




Desperté asustada y con los tímpanos sacudidos por el ruido de la persiana manipulada por el enloquecedor viento. El bombeo de mi corazón rivalizaba con la desaforada labor que ejercían los pulmones y apenas si lograba que una porción de aire entrase en ellos.
Encendí la luz de la mesilla y tras una detenida exploración visual, me obligué a tranquilizarme. Exhalé e inspiré cada vez más lentamente, hasta que por fin noté como mis órganos se calmaron.

Me tumbé y alargué la mano para dejar de nuevo la habitación en penumbras, pero ésta se quedó suspendida a mitad de camino. Algo no iba bien. Volví a incorporarme y, como arrastrada por un hilo invisible, me dirigí hacia la ventana. Levanté con premura la celosía y abrí de par en par las amplias cristaleras. El gélido aire me castigó el rostro revolviéndome el cabello, pero el anhelo lo desechó a un lado mientras oteaba con avidez y terror el exterior y la corriente invernal se mudaba en una tibia impregnada de humedad.

La calle estaba desértica y sin embargo tenía el pálpito de que alguien o... algo —tragué temerosa ante esta última idea tan absurda— estaba ahí, observándome.

No pude reprimir un escalofrío cuando una fresca gota cayó en mi frente, seguida de otra y de otra, hasta que la parte de mi cuerpo que sobresalía del ventanal quedó empapado. Quise resguardarme, cerrar los cristales y ocultarme en la calidez del dormitorio, mas no pude, me encontraba clavada en el sitio.

Mis ojos quedaron incrustados en el hombre que, como arte de magia, había aparecido en medio de la carretera.
Me quedé sin aliento contemplando como se acercaba con zancadas largas y seguras y con la amplia capa que le cruzaba el ancho torso ondeando tras él. Con cada paso que daba, mi corazón palpitaba frenéticamente y la piel se electrificaba calentándome por dentro.
¿Se podía una morir ahogada por el magnetismo de una persona? Parecía que si, porque notaba como conforme se aproximaba todo mi ser agonizaba presa de la fascinación.

Plegué los párpados por un instante para intentar mitigar la cegadora fuerza y al separarlos le encontré tan cerca de mi que nuestras respiraciones se ligaban, tal y como mis labios querían hacerlo con los suyos.

—Te encontré —proclamó él con una voz tan abrasadora como los grisáceos orbes.


martes, 5 de noviembre de 2013

PELIGROSA PASIÓN (Por Mariola)



Siento la punta del puñal ahí donde mi pulso palpita, un segundo eterno y comienza su lento descenso.

Una voz apagada, temor, jadeos, deseo.

Serpentinas de acero van dibujando mi cuerpo, tatuando a fuego mi piel que arde con cada una de las frías caricias, haciendo que el calor que me consume vaya empapándome de lava ardiente, derritiendo el mundo tras mis párpados cerrados.

Confianza, anhelo, placer.  


Y cuando el universo estalla haciéndome pedazos, abro los ojos y observo tu boca curvada de satisfacción, clavo mi mirada en tus iris incandescentes de pasión y aun sintiendo el filo del estilete recorrer mi pecho, elevo el cuerpo y con el susurro silencioso de quien se abrasa en la hoguera del éxtasis suplico. Más.

DIPLOMA CONCURSO BELLAS Y BESTIAS CON "EL BESO DE LA MUERTE"

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DIPLOMA CONCURSO EL BIEN Y EL MAL CON "EL ROSTRO DE LA INOCENCIA"

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