martes, 30 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE. CAPÍTULO 18

Bob golpeó insistentemente la puerta de la casa de Megan, hacía un par de días había hablado con ella por teléfono y le indicó que estaba bien, sabía por Nicky y por María que no deseaba ver a nadie, que prefería pasar sus horas sola. No compartía su decisión, pero la respetó justo hasta el momento en que lo llamaron del hospital para indicarle que se saltó la consulta que tenía prevista para el día anterior. Ahora estaba irritado, Megan nunca se comportó de manera tan irresponsable. Si hubiese sido otra cosa quizá lo hubiese pasado por alto, pero no iba a permitirle que jugara de ese modo con su salud. Volvió a aporrear la madera, esta vez con más fuerza.

Megan permanecía tumbada en el sofá envuelta en una raída manta, se sobresaltó al escuchar los golpes contra su puerta, pero no se inmutó, cualquiera que fuera ya se cansaría y se iría. Se recostó de nuevo y se cubrió hasta la barbilla.

-Megan, sé que estas ahí, abre la maldita puerta de una vez–, la enfurecida voz de Spencer le llegó del otro lado–, no me hagas echarla abajo de una patada.
-Está abierto –logró decir después de sentarse, no quería ver a nadie pero sabía que Bob cumpliría su amenaza–, entra de una vez y deja de armar escándalo.

Robert giró el picaporte y se coló dentro, se detuvo ante la imagen de derrota de la mujer que se encogía en el sillón. Con grandes pasos se acercó a ella y se le cayó el alma a los pies, con el cabello enmarañado, la misma ropa que el día que salió del hospital, con los ojos hinchados y unas oscuras ojeras que le llegaban hasta los pómulos, Megan parecía una muerta en vida. Maldijo en silencio y le apartó la manta de un tirón.

-Dios Santo mujer –exclamó echándole una ojeada y arrugando la nariz–, ¿hace cuanto que no te miras a un espejo?, y ¿desde cuando no te duchas?
-Gracias –contestó mirándolo desde abajo–, sé que no tengo buen aspecto y no necesito que nadie venga a decírmelo.
-No he venido para eso –murmuró agachándose a su lado–, aunque lo cierto es que apestas.
-Genial –apartó las manos del hombre cuando intentó tocarla–, ya me has alegrado el día, puedes irte cuando quieras.
-¿Para qué sigas lamentándote? –preguntó poniéndose en pie-, ¿no te das cuenta que hay gente que se preocupa por ti? ¿Por qué no fuiste a la consulta del médico?
-Se me olvidó –se levantó y volvió a sentarse un tanto mareada–, ya iré.
-¿Te encuentras mal? –trató de ayudarla a incorporarse, pero se paró al verla negar.
-No es nada, debe ser por que no comí nada.
-¿Desde cuándo? –su tono era una mezcla de molestia e inquietud.
-No sé –con esfuerzo consiguió incorporarse, se olió la axila e hizo un mohín de asco–, creo que tienes razón, no huelo muy bien, voy a tomar un baño.
-De acuerdo, mientras prepararé algo de comer –asintió él–, y luego hablaremos.
-No es necesario que te molestes.
-Megan, mueve tu patético trasero hasta la ducha –ordenó señalando la puerta con un dedo–, y no discutas, estaré aquí con algo caliente y sabroso cuando vuelvas.
-Está bien –asintió sin ganas de pelear y se dirigió hacia el baño.
-Megan.
-¿Sí? –se giró justo bajo el marco.
-No escatimes en jabón –rió guiñándole un ojo.
-Idiota –le mostró el dedo corazón de su mano derecha, pero por primera vez en varios días sonrió de verdad.

La ducha le sentó de maravilla, el agua caliente le destensó los músculos y le mitigó un poco el cansancio. Lo cierto era que Bob tenía toda la razón del mundo, parecía haber pasado horas y horas rebuscando en el basurero, pero estaba tan sumida en su propia pena que no se percató del hedor que despedía su cuerpo. Mientras se enjuagaba, observó como el agua se colaba por el desagüe arrastrando la espuma, ojalá pudiera llevarse también parte de su pesar.
Envuelta en un albornoz se sentó frente al lavabo y comenzó a desenredar la maraña de nudos que era su cabello y que ahora tenía mejor aspecto. Frunció el ceño al recordar que había necesitado usar el champú hasta cinco veces para que quedara completamente limpio. Después de ponerse el pijama y la bata abandonó el dormitorio. Guiada por el delicioso aroma de la carne frita, se encaminó a la cocina. Se detuvo en seco cuando vio a Robert con el delantal negro canturreando mientras daba la vuelta a los filetes. La familiar imagen de Colt preparando la cena para ella se le dibujó en el cerebro y se le encharcaron los ojos. Parpadeó para apartar las lágrimas y los pensamientos y carraspeó para hacerse notar.

Bob se revolvió al oírla, la miró de arriba abajo y asintió satisfecho. Aunque aún había tristeza en sus ojos, su piel continuaba pálida y las ojeras daban miedo, su aspecto había mejorado y mucho. Sonrió y le indicó que se sentara.

Megan obedeció sin rechistar, llevaba varios días sin probar bocado y el olor de la comida hizo rugir su estómago, hasta ese momento no se percató de lo hambrienta que estaba. Una ensalada de lechuga, tomate, atún y aceitunas estaba depositada en un bol de cristal en el centro de la mesa, un vaso rebosante de jugo y el brick a su lado. Sin dejar de sonreír, el hombre plantó delante de sus narices un plato con dos filetes de ternera enormes, luego se sentó a su lado.

-Come.
-¿Y tú? –preguntó cortando un pedazo.
-Come –insistió él–, yo ya lo hice.
-Es demasiado –cerró los ojos deleitándose con el placer de la carne–, no voy a poder con todo esto.
-Tienes que recuperar fuerzas –se recostó en la silla y la observó comer con fruición.

Media hora después, tras acabar con los dos bistecs, media ensalada y una enorme manzana, Robert se acercó con dos tazas de humeante café, le tendió una y dio un largo sorbo al suyo.

-Te agradezco tu visita –comentó saboreando su bebida–, siempre has hecho un café impresionante.
-No está mal.
-¿Qué tal te va con María? –preguntó un poco incómoda al ver como la miraba–, es una chica estupenda.
-Sí, lo es y me va muy bien –dejó la taza–, pero no he venido aquí para hablar de ella, sino de ti-, le agarró la mano que tenía libre–, de ti y de tus estupideces.
-No –tironeó y se soltó–, no quiero hablar.
-Pues no hables, pero me vas a escuchar –se cruzó de brazos y alzó la cabeza autoritariamente-. ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Cuánto más piensas seguir así?
-¿Qué quieres decir?
-Mírate Megan –se puso en pie bruscamente–, maldita sea, pareces un alma en pena desde que ese capullo se marchó, te apartaste de tus amigos, de la gente que te aprecia y quiere para lamerte las heridas, ni siquiera nos dijiste que estabas embarazada.
-Yo… –sollozó–, no es fácil aceptar que el hombre que amas te ha abandonado, que se ha marchado sin darte una explicación..
-No debe serlo –aseguró palmeando la mesa enfadado–, joder, claro que no debe serlo, pero en vez de compartir tu situación con los demás te escondiste en tu caparazón.
-No quería molestaros con mis penas –replicó apartándose las lágrimas con el dorso de la mano–, no quise que nadie me tuviese pena.
-¿Pena? –gritó malhumorado–, los amigos no se tienen pena, los amigos están ahí para cuando se necesitan,.
-No me grites por favor –agachó la cabeza para no ver la furia en los ojos de Spencer.
-Debería darte una somanta de palos por imbécil – se incorporó y dejó la taza en el fregadero-. ¿Por qué no acudiste a mí?
-Ya te dije que no…
-Sí ya –interrumpió levantando una mano–, joder no tenías por que pasar por todo eso sola.
-Me siento tan desdichada, tan vacía –enterró el rostro entre las manos , soy despreciable, me dediqué a lamentar mi mala suerte y no me cuidé lo suficiente. Por mi culpa mi bebé está muerto.
-Maldita sea –se acercó, la alzó por los brazos y la rodeó estrechándola contra su cuerpo–, no vuelvas a decir eso nunca más. No fue culpa tuya que tuvieras ese aborto, son cosas que pasan, me he informado y ocurre más veces de lo que supones.
-¿En qué me equivoqué? –demandó empapando con su llanto la camisa del hombre-. ¿Qué hice tan mal para que mi marido huyera de mí sin volver la vista atrás?
-Nada Megan, no hiciste nada mal –le deslizó las manos por la espalda para tranquilizarla–, no sé los motivos que tuvo ese bastardo para tratarte como lo hizo y te juro que si lo tuviera cerca, le rompería todos los huesos a ese hijo de puta.
-Si al menos me hubiese dado un porqué –murmuró sobre su pecho.
-Nos engañó a todos Megan –la apartó un poco para verle la cara–, yo hubiese jurado sobre la misma Biblia que era sincero, hubiese apostado todo lo que tengo por que lo vuestro era de verdad, parecíais tan felices juntos.
-Al parecer Colt no lo era tanto –se dio la vuelta y se cruzó de brazos–, debí haberme dado cuenta cuando fuimos a Nueva York, cuando lo vi en su ambiente rodeado de sus verdaderos amigos.
-Estabas enamorada –dijo él apoyando las manos sobre sus hombros.
-¿Sabes lo peor? –se encogió de hombros–, soy tan gilipollas que a pesar de todo lo sigo amando.
-Tienes que olvidarlo Megan –se separó un poco de ella–, tienes que continuar tu camino, tu vida sin él.
-Lo sé –se revolvió para mirarlo de frente–, pero no puedo evitar que duela.
-Y seguirá haciéndolo durante un tiempo –aseveró Bob–, pero irá pasando, ahora debes aparcar el dolor y tomar las riendas de tu vida. Vuelve a tu trabajo en cuanto estés mejor, levanta la cabeza y saca el orgullo, busca una nueva meta y ve a por ella. Lucha, no dejes que esto acabe contigo.

Megan observó al hombre que tenía frente a ella, su amigo, su hermano…, él nunca le había fallado ni una sola vez en la vida. Hubiese sido tan fácil vivir a su lado, ¿por qué no pudo enamorarse de él? Era tan sencillo quererlo. María era una mujer afortunada por tener un chico como Robert a su lado.

-Recuéstate un rato –dijo Bob al ver su semblante serio y cansado–, voy a recoger los cacharros antes de irme.
-No hace falta –fue hacia él y le quitó el platillo que sujetaba–, ahora lo haré yo.
-Pareces cansada –comentó él–, y a mí no me importa.
-Estoy bien –aseguró ella–, de hecho voy a salir un rato, creo que me vendrá bien el aire fresco.
-Tengo una cita en 10 minutos –dijo mirando su reloj–, pero si quieres que te acerque a algún sitio.
-Me vendrá bien pasear –negó su ofrecimiento, se acercó y besó su mejilla–. Gracias por venir, gracias por hacerme sentir mejor.
-Estoy a tu entera disposición –sonrió devolviéndole el beso-, cualquier cosa que necesites lo que sea, sólo tienes que llamarme a cualquier hora, sin problemas.
-Lo sé y te lo agradezco –lo acompañó hasta la salida.
-Ah, una cosa más, mañana vendrán Nicky y María para acompañarte al médico –dejó caer sin darle importancia, ella frunció el ceño–, insistieron, así que no tienes opción.
-Puedo ir sola –protestó y le vio alzar las cejas–, vale, supongo que no me viene mal un poco de compañía femenina.

Tan pronto como Bob abandonó su casa fue a su cuarto, ya limpiaría la cocina a su regreso. Sacó ropa limpia para cambiarse y una muda, al sacar el sujetador el liguero de su noche de bodas cayó al suelo enredado con otra prenda, se agachó y lo recogió, no pudo evitar recordar la pasión vivida entre ellos aquel día y suspiró soñadora, se enfureció consigo misma por ser tan débil, lanzó la prenda con rabia al cajón y lo cerró.
Aún enfadada se vistió, tomó su bicicleta y pedaleó hacia la cabaña, no sabía por qué se diririgió allí, tal vez por que en ese lugar había vivido los momentos más felices de su vida. Llevaba las llaves en el bolsillo, pero no iba a entrar en ella, eran muchos los recuerdos y no estaba lista para enfrentarse a ellos, todavía no. Dejó la bici sobre un tronco y se deslizó pendiente abajo hacia el río.
Se sentó en una roca y recorrió con la vista el lugar, aún quedaban rastros de nieve bajo los árboles que el tibio sol de marzo no había logrado derretir, pero las plantas ya comenzaban a verdear anunciando la inminente primavera, su playa era ahora más grande y las cristalinas aguas estaban sucias, marrones como chocolate debido al deshielo que ya comenzaba a producirse montañas arriba. La calma que caracterizaba ese lugar, se veía interrumpida por la fuerte corriente y la crecida del río. Observó durante un rato el fluir de estas, fuertes, imparables camino del mar. Se levantó de un salto. La vida continuaba su curso a pesar del fracaso, del dolor, de la muerte. Y ella había detenido la suya sufriendo, culpándose y esperando a un hombre que no la quería, pero era hora de seguir viviendo, de seguir avanzando.
En cuanto regresó a su casa, sin siquiera descolgar el bolso de su hombro, tomó el teléfono y marcó el número del rancho de Spencer, en cuanto le contestaron pidió hablar con él, apenas tuvo que esperar unos segundos cuando oyó la familiar voz de su amigo.

-¿Qué sucede Megan? –lo oyó preguntar con un timbre nervioso–, ¿estás bien?
-Sí, perfectamente –respondió–, me gustaría pedirte un favor.
-Claro, lo que sea –contestó más tranquilo.
-¿Conoces a algún abogado que no sea muy caro?
-Bueno, conozco alguno, si –afirmó.
-Estupendo, necesito los servicios de uno –exclamó agitada-. Lo más pronto posible.
-Ok, pero…
-Tenias razón, no puedo seguir así –explicó casi riendo–, he tomado una decisión.
-¿Qué decisión? –durante unos largos segundos no se oía nada al otro lado–. ¿Megan, estas ahí?
-Voy a divorciarme de Colt Elliot –contestó secamente.

Continuará...

viernes, 26 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE. CAPÍTULO 17

Bob condujo a toda velocidad, en cuanto recibió la llamada del hospital dejó todo lo que traía entre manos, dio ordenes y avisó de su partida a María, que se empeñó en acompañarlo. Desde el coche y con los nervios de punta llamó a Nicky y le contó, esta le prometió que avisaría a los conocidos de Megan y que en cuanto pudiera iría ella misma al hospital por si podía ayudar en algo. De eso hacía casi una hora y estaba más alterado que antes, la joven que lo telefoneó apenas le supo informar que la señora Elliot había sufrido un accidente y estaba en quirófano. Aparcó en el primer hueco que encontró y a la carrera, con su novia pisándole los talones, subió las escaleras, se dirigió a recepción donde una joven les indicó fueran a la sala de espera, que en unos minutos sería informados. Allí estaba con María agarrada a su mano y sin dejar de golpear el suelo con el pie.
Se puso en pie cuando vio al hombre de unos 40 años, pelo entrecano y bata blanca que revisaba a los que esperaban con interés, sin dudarlo se acercó a él.
El doctor se percató del hombre y la joven que se dirigían hacia él, dio unos pasos y alargó la mano en gesto de saludo.

-¿El señor Spencer? –preguntó saludando de la misma forma a María–. Soy el doctor Taylor.
-¿Cómo está Megan? ¿Qué sucedió? –inquirió impaciente.
-Acompáñenme a mi despacho, por favor –sugirió el médico–, hablaremos más tranquilos.

Media hora después puestos en antecedentes y sabiendo con todo detalle lo sucedido, Bob se paseaba nervioso por el pasillo. María no le dejó entrar a ver a Megan hasta que no se hubiese calmado un poco.

-Lo último que necesita es que la alteres más, cálmate un poco –aconsejó sabiamente la mujer que ahora descansaba la espalda contra la pared.
-Si tuviera cerca a ese mal nacido de Colt Elliot, te juro que le rompería la cabeza a golpes –gruñó dando largas zancadas.
-Pues no está, así que deja la rabia a un lado –la voz dulce de su novia fue haciendo efecto en él–, ahora debes pensar en Megan, ella…, ella te necesita.
-María –caminó hacia la chica que bajó la cabeza –Megan es sólo una amiga, no debes preocuparte por eso, te amo.
-Lo sé –contestó–, no estoy preocupada, ni molesta contigo, es que no dejo de pensar en…, no importa, será mejor que entremos.

Tocaron suavemente con los nudillos, al no escuchar respuesta abrió sin repetir la llamada. La imagen de la figura encogida sobre la cama los impactó a ambos. Bob se acercó con paso firme, mientras María permanecía al fondo del cuarto.

-Megan, ¿estás despierta?
-Quiero estar sola –fue su respuesta.
-¿Cómo te encuentras? –demandó acariciándole el cabello.
-Como si me hubiesen arrancado el corazón –volteó la cabeza y lo miró–, perdí a mi bebé.
-Ya sé –se sentó al borde de la cama–, el doctor me contó, pero te recuperarás y tendrás hijos más adelante.
-¡No! –Exclamó–, quiero morirme Bob, quiero morirme.
-No digas tonterías –murmuró–, ahora estás nerviosa, asustada y confusa, en unos días lo verás todo de otra manera. Mira quien vino a verte.

Alzó un poco la cabeza y vio a la figura que permanecía quieta al final del cuarto, la joven bonita de ojos oscuros, con su cabello trenzado y una media sonrisa en sus gruesos labios. Megan trató de sonreír y asintió dejándose caer de nuevo en la almohada.

-Pensé que te gustaría tener a una mujer cerca –dijo Robert–. Acércate cariño.

Cuando la muchacha estuvo a su altura, Spencer se puso en pie y le ofreció la silla, Maria se sentó, él se puso a sus espaldas y descansó las manos sobre sus hombros.

-¿Por qué no vas a la cafetería y tomas un café? –María miró a Megan y luego a Bob–, yo cuidaré de ella.
-Está bien –Bob le regaló un beso en la frente y salió del cuarto.


En cuanto abandonó la habitación fue directo a uno de los asientos junto a la máquina de bebidas y se sentó llevándose las manos al rostro. Dios, esperaba que todo saliera bien, Megan siempre había sido fuerte, durante toda su vida luchó y sobrevivió levantándose de los reveses que había sufrido, más este…
El doctor le comentó que no era inusual que una culpa irracional fuera surgiendo en ella con el paso de los días, lo que podría provocarle algún tipo de trauma o incluso una fuerte depresión. Se frotó la cara con las manos. Ojala no le tocara ninguna de esas cosas, Megan no se merecía tanto dolor. Se incorporó y caminó por el pasillo dirección a la cafetería.

Megan observó a la chica que estaba totalmente envarada a su lado, hace algunos años fueron amigas íntimas, pero ahora nada o casi nada las unía, no quedaba ni rastro de la confianza de otros tiempos. Ambas estaban incómodas.

-¿Necesitas algo? –preguntó poniéndose en pie al verla removerse–. ¿Sientes dolor?
-No –contestó viéndola regresar a su asiento–. María…
-¿Sí?
-Gracias por haber venido –agregó–, siento causaros todas estas molestias.
-No digas estupideces –añadió la mexicana–, los amigos están para esto.
-¿Por qué no vas con Bob? –cerró los ojos–, estoy cansada, necesito dormir.
-Duerme –se incorporó y la arropó–, estaremos aquí cuando despiertes.

No supo cuantas horas durmió tal vez por efecto de algún medicamento o porque realmente estaba muy cansada, pero fueron muchas, porque la luz brillante del día se colaba por la ventana. Cuando giró la cabeza Nicky estaba a su lado, sentada leyendo una revista, cerró los ojos, no le apetecía hablar con nadie, aunque agradecía profundamente el gesto de sus amigos.

Tres días más tarde y después de pasar por varias pruebas con nombres tan complicados como histeroscopia, histerosalpingografía…, varios análisis y no sabía cuantas cosas más le dieron el alta. El doctor Taylor le aconsejó reposo y abstinencia sexual durante unos días y mucha tranquilidad.
Robert y María la aguardaban en la sala de espera del hospital para llevarla de regreso. Aunque durante todo el camino insistieron en que se mudara al rancho, donde estaría más cómoda y con todos los cuidados necesarios, se negó en redondo. Una hora después se despedía de ellos a la puerta de su casa.

Tan pronto entró fue a su habitación y se tendió en la cama, se encogió sobre si misma y comenzó a llorar. Lloró y lloró hasta que las lágrimas se negaron a salir, hasta que estuvo completamente seca por dentro. El dolor que durante días había sido su acompañante más intimo, dejó paso a una soledad abrumadora. Se sentía tan inútil, tan vacía que deseó con todas sus fuerzas dormir y no despertar jamás. Su vida era un completo fracaso, antes se aferraba a su bebé como si fuera un salvavidas, ahora ya ni siquiera tenía eso para seguir luchando. Estaba sola, completamente sola.


Sudoroso por el ejercicio Colt abandonó las pesas, se quitó el pantalón corto y se sumergió en el agua burbujeante de la enorme bañera, apoyó los brazos en los bordes de cerámica blanca y echó la cabeza atrás. ¿Qué estaría haciendo Megan en estos momentos? Miró el reloj de acero que descansaba en su muñeca.
Sin duda a esas horas estaría recogiendo todas sus cosas para tomar el autobús de regreso a casa, la imaginó quitándose el abrigo, yendo a la cocina y preparándose una suculenta cena, más tarde la ducha y a leer un rato sentada sobre sus piernas en el sofá. A su pesar sonrió, era tan predecible esa mujer suya.
Sin pensarlo agarró el teléfono que descansaba sobre un motón de toallas apiladas y marcó el número de su casa, era consciente que nadie le iba a contestar, aún así fue tecleando uno a uno los dígitos. Después de tres tonos saltó el contestador
automático, la voz dulce y pausada de su esposa le taladró los oídos. :"Acabas de llamar a Megan y Colt, como ves no estamos en casa pero deja tu mensaje y te llamaremos cuando nos sea posible".
Colgó despacio sin pronunciar una sola palabra, apartó el aparato y dejó vagar sus pensamientos en otra dirección totalmente opuesta, era preferible pensar en caballos, en torneos o en otras hembras.
Sí, decidió cualquier cosa era mejor que llenarse la cabeza con Megan, con la única mujer que no quería a su lado y que continuaba atormentándolo en sueños con su cuerpo ardiente, con sus labios sensuales y con su cabello desparramado sobre su pecho exhausta de pasión. Había perdido la cuenta las noches que ella había invadido su descanso transformándolo en una pesadilla. Se restregó el rostro con las manos húmedas alejando su imagen de él.
Se apresuró a dibujar una sonrisa cuando la puerta del gimnasio se abrió. Sarah, su dulce Sarah entró con una bandeja y dos copas de vino blanco en ella, lo miró detenidamente y se acercó.

-¿Qué te preocupa? –preguntó tendiéndole una copa.
-Nada –negó rechazando la bebida.
-¿Es por tu esposa? ¿Megan no? –demandó antes de tomar un sorbo observando como sus rasgos cambiaban rápidamente-. ¿Qué vas a hacer con ella?
-No lo sé –relajó los hombros que se tensaron ante las preguntas de Sarah–, en realidad no sé nada.
-Cariño, esto no puede seguir así –comentó la joven clavando sus oscuros ojos en él.
-Necesito tiempo, un poco más de tiempo –alargó el brazo y acarició la mano de la chica–, ahora dame esa copa y déjame solo.
-Colt… -devolviéndole la caricia le alargó lo que le pedía.
-Estoy cansado Sarah –agarró el pie de cristal y miró el contenido–, por favor, déjame ¿si?

Se incorporó y caminó hacia la puerta, en el último momento se giró, sus miradas se encontraron durante unos segundos hasta que él se cubrió el rostro con un brazo para ocultar lo que brillaba en sus ojos.

Continuará...

martes, 23 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 16)


A pesar de las tensiones y los nervios el embarazo seguía su curso normal, en pocas semanas tendría que pensar en comprar ropa nueva, la suya comenzaba a no servirle. Por encima de su jersey de lana acarició con calma la suave curva que ya se formaba en su vientre y sonrió con ilusión. Colt ya no pertenecía a su vida, pero le agradecía cada noche mientras se sentaba frente al fuego a tejer unas pequeñas botitas, que le hubiese dejado aquel regalo. Apagó el ordenador y dejó una nota sobre su escritorio con algunas indicaciones para la chica que iba a sustituirla esa tarde mientras visitaba al ginecólogo. Tomó su bolso y su abrigo, se despidió de un par de compañeros y salió a la calle.

El aire frío del invierno le golpeó el rostro, se arremangó las solapas del abrigo y comenzó a caminar acera abajo, aún era un poco pronto, pero la consulta estaba cerca y le apetecía dar un paseo. No pudo dejar de detenerse frente a la tienda “Baby’s Dreams” y mirar los productos expuestos en la vitrina. Los jerseys de tonos pastel, los abriguitos, los patucos… y la maravillosa cuna de madera de cerezo con las pequeñas figuritas talladas en el cabecero. Había pensado mil veces en entrar y reservarla, convencida que era la ideal para su bebé. Sí, la semana siguiente se encargaría de hacerlo y también de comenzar a preparar el cuarto, destinaría su tiempo libre a pintar y decorar la habitación junto a la suya, ya tenía ideas sobre el color de las paredes, el mobiliario y las cortinas. Lo almacenaba todo en su cabeza, cada pequeño detalle que convertiría en un lugar agradable aquella habitación de invitados, cerró los ojos soñadora. Estaba deseando que pasaran los meses para poder ver el rostro de su hijito.

Se imaginó millones de veces como sería, tan guapo como su padre, con el cabello negro y lacio, con sus ojos oscuros y profundos, con unos labios preciosos. Como su padre, sería igual que Colt por que a pesar del olvido, del abandono, continuaba amándolo con todas sus fuerzas. Alzó la mano y saludó a Betsy la dueña del local que desde dentro golpeaba con los nudillos el cristal, la mujer de cara afable y rasgos dulces le mostró una humeante taza y la instó a entrar. Megan ojeó su reloj y negó con la cabeza. Los minutos que pasó soñando frente al escaparate le dejaban el tiempo justo para llegar a la clínica. Le mostró el reloj indicándole que llevaba prisa y agitó los dedos en señal de despedida.

Se giró para continuar su caminó cuando un pinchazo le atravesó el vientre nublándole la vista y dejándola momentáneamente si aire en los pulmones; temblando y tambaleándose se apoyó sobre el cristal del escaparte, una patina de sudor frío le cubrió el cuerpo e instintivamente llevó la mano a la barriga en gesto protector. ¿Qué le estaba pasando? La pregunta murió en su cerebro cuando una nueva oleada de dolor la dobló por la mitad. Volvió la cabeza hacia la tienda, Betsy le daba la espalda, palmeó con las pocas fuerzas el cristal antes de caer de rodillas. Santo cielo que alguien la socorriera.

El golpe seco la hizo girarse, la joven Megan encargada de la biblioteca y que cada día pasaba unos pocos minutos frente a los productos infantiles que exponía en su coqueto local, la miraba con los ojos desorbitados y la palidez de la muerte reflejada en su rostro. Soltó la taza de té que se preparó unos minutos antes y corrió hacia la puerta al verla caer. Cuando llegó a su lado, Megan se abrazaba a si misma entre jadeos y murmullos incoherentes. Se arrodilló a su lado y apartó el cabello que caía por su sudoroso rostro, casi se cae de espaldas al ver la cara desencajada por el dolor.

-Querida ¿Qué pasa?
-Me duele –consiguió decir con voz entrecortada.
-Tranquila –la tomó por los hombros para ayudarla a incorporarse–, respira.
-Mi bebé –gritó al notar una viscosa humedad en su entrepierna–, por favor, mi bebé.
-Megan querida, trata de respirar –exclamó nerviosa Betsy al ver como la joven se quedaba sin color–, aguanta.
-Mi hijo.

La señora miró a ambos lados, angustiada e impotente ante el sufrimiento de aquella joven, eran pocos los que transitaban por la calle, al percatarse que unos chicos se acercaban, apoyó la cabeza de Megan sobre su regazo y comenzó a llamar su atención.

-¡Socorro! –chilló–, que alguien nos ayude.

La voz de Bestsy berreando y unos pasos acercándose a toda velocidad fue lo último que consiguió escuchar Megan, antes de que el pánico, el dolor y la angustia la sumieran en la inconciencia.

Los focos blancos pasaban a toda velocidad ante sus ojos, oía voces a su lado, gritos y susurros, una ligera bruma la envolvía y el dolor que antes creyó que la mataría comenzaba lentamente a disiparse, tenía sueño mucho sueño, alguien la agitaba levemente pronunciando su nombre.

-Megan, –la voz del hombre le llegaba desde la lontananza–, tranquila muchacha.
-Doctor –una voz femenina se unió a la conversación–, ¿deberíamos avisar a alguien?
-Que en recepción se ocupen de eso, usted lávese para asistirme en el quirófano –añadió. –Dese prisa.

Abrió los ojos muy despacio, una extraña sensación le aletargaba todos los músculos. Cuando consiguió enfocar la vista en la habitación en penumbra, observó las paredes blancas, rotas por una puerta también blanca y por una ventana con las cortinas corridas, justo a su lado una mesita de metal con un teléfono encima. Era una habitación aséptica e impersonal, el cuarto de un hospital. Estiró el brazo pero la tirantez la detuvo. Se percató en el gotero que vertía lentamente el líquido amarillento al tubo transparente y este lo conducía hacia la aguja clavada en su vena para que llegara a su interior. Se angustió. Trató de incorporarse, aunque se tumbó de nuevo al sentirse mareada.

La puerta de la habitación se abrió de repente, el doctor Taylor, su ginecólogo, aún con un batín verde se acercó hacia ella, tomó la silla apoyada contra la pared, la acercó a la cama y se sentó. No necesitó palabras, el rostro contrito del hombre se lo decía todo.

-¿Lo perdí? –preguntó sabiendo de antemano la respuesta, sentía su cuerpo vacío.
-Sufriste un aborto espontáneo –asintió el doctor–, tuvimos que hacerte un legrado, puede que te sientas un poco molesta, pero pronto pasará.
-¿Por qué? –apartó la vista del médico y la fijó en los pliegues de la cortina–, me dijo que todo iba bien.
-No es algo que se pueda predecir –palmeó la mano–, estás sana, no hay infecciones, ni fumas, bebes o te drogas, que son los factores de riesgo principales, pero has estado soportando mucha tensión y stress.

Taylor observó a la mujer un instante, no era plato de buen gusto dar noticias de ese tipo y menos aún a una chica que acudía a su consulta llena de ilusión ante su próxima maternidad. Conocía su historia hasta donde ella estuvo dispuesta a contarle, sabía por sus propias palabras que su marido se había ido semana atrás, sin saber siquiera de su futura paternidad. Era una historia común y corriente, como muchas otras de las que había oído en su dilatada carrera, jóvenes menores agobiadas por un embarazo no deseado, parejas en busca de soluciones por no poder tener hijos, mujeres abandonadas por sus compañeros, eran el pan nuestro de cada día y la de Megan no era diferente, mas la ilusión y las ganas de tener a su hijo en brazos si lo impactó. Recordaba perfectamente la primera vez que la vio, cuando le dijo que estaba embarazada sus ojos se iluminaron, días después a su regreso le había contado que su esposo ya no estaba a su lado, él la incitó pensando que era su decisión a abortar, aún estaba a tiempo, jamás olvidaría la indignación en su rostro ni sus palabras. “Él regresará…y si no lo hace mi niño tendrá a su madre siempre a su lado”.

-Trata de descansar –le sugirió el doctor–, mañana te haré unas cuantas pruebas más, pero por lo que he visto, te puedo asegurar que más adelante podrás quedarte embarazada de nuevo.

Megan siguió dándole la espalda, cuando él le soltó la mano, ni cuando oyó la silla arrastrarse. Sencillamente continuó con la mirada sobre la cortina, con los ojos cuajados de lágrimas.

-Hemos intentado ponernos en contacto con algún familiar utilizando la agenda que llevas en el bolso –informó el hombre antes de salir–, hemos localizado al señor Robert Spencer, nos dijo que se ponía en camino inmediatamente, supongo que no tardará en llegar.
-No quiero ver a nadie –musitó.
-Lo sé, pero es bueno estar acompañada en estos momentos –acabó antes de cerrar la puerta.


Por encima de las sábanas posó sus manos sobre su vientre ahora vacío. Embargada por el dolor, ladeó la cabeza y dejó que las lágrimas corrieran libres por sus mejillas y sienes. Ya no tenía a Colt, ya no tenía a su bebé. ¿Qué malo había hecho para que la vida la castigara de esa manera? Agotada por el duro día y por los medicamentos que corrían por sus venas, fue incapaz de encontrar una respuesta. Los ojos se le fueron cerrando a pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta, por regodearse en su pena y antes de que se diera cuenta, un reparador sueño se apoderó de ella.
Continuará...

sábado, 20 de marzo de 2010

¡LLEGÓ LA PRIMAVERA!


Digamos adiós al Invierno, a las bufandas, los abrigos y el frío. Abramos los brazos a la Primavera, la estación de la vida y las flores. Esa donde las alergias son el pan nuestro de cada día, en la que nos vemos obligadas a mentalizarnos a hacer dieta para lucir tipo en verano y en la que nuestras hormonas se disparan de forma alarmante (bueno, a algunas eso no nos afecta demasiado, las nuestras van por libre los 365 días del año). Pero sea como sea, no negaremos que las cosas se ven de otra manera y otro color en esta estación, así que ya saben ¡Disfrútenla!

viernes, 19 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 15)



Colt la llamó dos días más tarde aunque hubiese preferido que no lo hiciera, la conversación fue fría y distante, él se limitó a hacer preguntas sobre el tiempo y ella a asentir o negar, después de no más de 5 minutos se despidieron, él avisó que no sabría cuando podría volver a telefonearla y ella con un escueto “cuídate”, ni un beso, ni un te quiero. De eso hacía ya más de dos semanas, dos semanas, 3 días y 14 horas para ser exactos.

Megan procuraba continuar con su vida como si nada, durante el día se entretenía en el trabajo y casi no tenía tiempo de pensar; pero las noches eran otra cosa, sus pensamientos se llenaban de su marido, se rompía la cabeza intentando entender, queriendo comprender que había hecho mal, pasaba el tiempo abrazaba a la almohada imaginando que era el cuerpo de Colt, extrañando sus besos y sus caricias mientras una fría soledad le perforaba hasta el alma. ¿Pensaría en ella alguna vez?

Como cada tarde, bajó del autobús. El pueblo estaba más activo de lo habitual a aquellas horas, se fijó en el ambiente y el trasiego, la gente adornaban sus casas con guirnaldas de luces…, no se había percatado hasta ese momento que la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, a ella no le gustaba particularmente esas fechas, a no ser por los pocos días de vacaciones que disfrutaría y por la nieve que ya cubría los tejados.

Adoraba ver las montañas cubiertas de blanco, el reír de los niños con sus batallas de bolas, los muñecos con sus brazos de ramas y su nariz de zanahoria y deslizarse por las laderas en un trineo…, ese año sería diferente pensó, tendría que olvidar lo de lanzarse colina abajo, su estado no le permitía ese pequeño capricho, tal vez al año siguiente.
Un copo de nieve cayó sobre su nariz, se ajustó bien la bufanda, se subió las solapas del abrigo y apretó un poco el paso deseando llegar a casa y prepararse algo caliente.
Se detuvo al oír que alguien la llamaba.

-Megan –Nicky Preston con un abrigo rojo de pieles y unas botas más vistosas que cómodas se acercaba corriendo-, Megan.
-Hola Nicky –saludó echando de nuevo a andar.
-Megan, me gustaría hablar contigo -dijo Nicky-, ¿te apetece un café?
-Discúlpame, pero la verdad es que no tengo tiempo.
-Por favor, sólo serán unos minutos –casi suplicó–, prometo no tardar mucho.
-Está bien, tienes hasta la puerta de mi casa –aceptó más por curiosidad que por otra cosa.
-Megan, sé que tu y yo nunca hemos sido amigas –comenzó la chica caminando a su lado-, sé que te he criticado y me he reído de ti desde que te conozco.
-Nicky -se paró en medio de la calle-, ¿qué es lo que quieres?
-Quiero pedirte perdón -bajó la cabeza-, quiero ser tu amiga Megan.
-¿Mi amiga? -se rió.
-Bueno eso es pedir mucho –añadió–, pero al menos no quiero que me guardes rencor.
-¿Por qué? –preguntó estupefacta-. ¿Por qué después de tantos años?
-Me marcho –levantó la cabeza y la miró–, no ahora mismo, en primavera.
-¿Te vas? –aquello sí que era una sorpresa.
-Sí, aquí no hay nada para mí –suspiró.
-Pero ¿y tu padre y Bob?
-Mi padre lo entenderá y no sé que tiene que ver Bob con que me vaya o me quede.
-Pensé que él y tú… -se avergonzó un poco–, creí que salíais juntos.
-¿Robert y yo? –Nicky rió con todas sus ganas–, ni hablar, él es como un hermano mayor, o un primo–, observó la cara de sorpresa de Megan y sonrió–. Además, ahora es muy feliz con su novia.
-¿Tiene novia?
-¿Recuerdas a María, la hija de Felipe Salcedo, el capataz? –la vio asentir–, pues están enamorados. Al parecer la chica lo lleva amando en secreto así como unos 10 años.

Megan continuó caminando con Nicky sin parar de contarle detalles acerca de la nueva pareja, claro que recordaba a María Salcedo, una joven mejicana de cabello negro siempre trenzado, de grandes ojos oscuros que brillaban expectantes, habían sido compañeras en el colegio, aplicada y callada. Era una muchacha hermosa, tal vez algo tímida. Llevaba algún tiempo sin verla, desde que su madre había fallecido y María se hizo cargo de su padre y del lugar en la cocina que quedó vacante.
Se dio cuenta que ya no escuchaba a Nicky justo cuando estaban a la puerta de su casa.

-Piensan casarse este verano, al parecer Felipe no estaba muy convencido, por el asunto de clases y esas cosas –aclaró Nicky–, pero Robert le ha demostrado que va en serio.
-Espero que les vaya muy bien, siempre me gustó esa chica y le deseo lo mejor a Spencer de todo corazón. –dijo sinceramente–. Ya hemos llegado.
-Vaya, me desvié del tema –contestó Nicky al ver que estaban en el hogar de Megan-, quería decirte tantas cosas.
-No es necesario –rebuscó en su bolso en busca de sus llaves–, nunca te he guardado rencor.
-Pues me hubiese gustado –sonrió tristemente–, al menos hubiese tenido una excusa para mi comportamiento.
-La verdad es que nunca entendí por qué me tenías esa manía –se giró y metió las llaves en la cerradura–, siempre fui bastante sosa, era invisible a tu lado.
-Envidia –susurró–, siempre te tuve envidia.
-¿Cómo? –se dio la vuelta como un resorte-. ¿Tú a mí?
-Sí –aseveró con voz contrita–, eres tan perfecta, todo lo que siempre quise ser, educada, dulce, cariñosa…
-¿Aún quieres ese café? –no supo por qué la invitó, pero algo le decía que Nicky no era lo que todos creían–, pasa, hace frío.

Sentadas frente a la estufa tomando café y leche caliente, hablaron durante más de dos horas. Megan descubrió que la actitud desenfadada y el aspecto de devora hombres de Nicky, era más una pantalla para llamar la atención que otra cosa. “Es lo que todos esperaban de mí -confesó la muchacha tristemente– yo era la sexy, la sin cerebro y les dí lo que querían”. Al parecer Nicky era más sensible de lo que aparentaba y nadie se molestó en darse cuenta jamás, ella menos que ninguno. La señorita Preston era la oveja descarriada, no había solución para ella, así que la olvidaron, nadie pensó en sus sentimientos, ni en la falta de cariño que arrastraba al quedar huérfana siendo apenas un bebé y Megan se sintió un poco culpable por haberla juzgado tan a la ligera.

Su desilusión fue mayúscula al enterarse que la larguísima lista de amantes que todos le achacaban se limitaba sólo a tres, un joven que vino a un rodeo y dos hombres del pueblo de los que se negó a darle los nombres, ahora eran buenos padres de familia y no quería causar problemas. Eso hizo que Megan decidiera darle la oportunidad que le había pedido.

-¿Sabes lo duro que es tratar de ser otra persona? ¿Mostrar una seguridad que no tienes?
-Pero no entiendo –terció Megan –, si no te gustaba ser así, ¿por qué no trataste de cambiar?
-Lo intenté, me matriculé en un curso a distancia –dejó descansar la cabeza sobre el respaldo–, tuve que aguantar bromas pesadas, incluso mi padre me dijo que yo había nacido para lucir trapos en vez de para estudiar.
-No sé que decirte.
-Nada –se sirvió otra taza de café–, no es culpa tuya, es sólo que soñaba con ser tú. Siempre respetada, admirada por lo que haces, te escuchan cuando hablas y yo…, nadie me toma en serio. La coqueta, la tonta, la estúpida.
-Lo siento, de verdad –estaba acongojada.
-No tienes porqué –sonrió–, ya te dije que no es culpa tuya. Quería que por lo menos una persona de este lugar supiera.
-¿Por qué yo?
-Porque fue contigo con la que me ensañé –musitó–, a la que realmente quise hacerle daño.
-Entonces yo también debo pedirte disculpas –se puso en pie y se sentó al lado de una atónita Nicky–, soy culpable, envidiaba tu estilo, tu forma de ver la vida, siempre deseé tener tú coraje para coquetear, tu gracia para los desplantes…, y no me preocupé de conocerte. Estamos en paz.
-Necesito que sepas que no pasó nada entre Colt y yo –aclaró poniéndose en pie-, lo intenté, sin éxito alguno, él sólo se dedicaba a sonsacarme cosas de ti creyendo que no me daba cuenta. Por cierto ¿donde está?, hace semanas que no lo veo.
-Se ha ido –confesó con voz queda.
-Volverá pronto –aseguró–, ya falta poco para Navidades y querrá estar en casa.
-Hace casi tres semanas que no sé de él –las palabras salieron a trompicones–, creo que no va a regresar nunca.
-Dios mío, Megan –Nicky fue a su lado y sin decir nada más la abrazó.

Agarrada a aquella mujer que hasta hace pocos minutos era su enemiga declarada, dio rienda suelta a su llanto. Entre sollozos le confesó que estaba embarazada, que él no lo sabía y que las cosas no estaban muy bien, en realidad no tenía ni idea como estaban, que sospechaba que Colt tenía otra mujer y que ya no la amaba.

Nicky por su parte la consoló lo mejor que supo, animándola a seguir adelante por ella misma y por su bebé, que si la cambiaba por otra es que era estúpido y desde luego no se merecía una sola de sus lágrimas. Le aconsejó que le pagara con la misma moneda y se buscara un amante, después de todo eran todos iguales, y despotricó contra todos los hombres. Acabaron riendo de las barbaridades que se le ocurrieron hacerle a Colt. Si lo tuvieran cerca. Luego un poco más en serio, le indicó que no estaba sola, tenía amigos y podía confiar con su discreción y apoyo si la necesitaba para algo, incluso la invitó a pasar la Navidad con ella y con su padre, cosa que Megan amablemente le agradeció pero rehusó, asegurándole que estaba bien. Se excusó por terrible escena que montó, antes de que la chica se despidiera, estaba segura que era cosa de sus hormonas revueltas.

A pesar de la insistencia de Nicky, Bob y otros vecinos, Megan pasó las fiestas sola en casa. Se preparó un bocadillo y vio “Que bello es vivir” por enésima vez y como las otras veces acabó llorando sin consuelo. Su sentimiento de soledad se acrecentó camino de la cama. Apagó el pequeño arbolito que parpadeaba lleno de vida ajeno a su tristeza y le dio un puntapié al paquete liado en brillante papel rojo y con una cinta dorada, el regalo para Colt. Sí, hasta cometió la idiotez de comprarle un presente, había esperado inútilmente que se obrara un pequeño milagro navideño y que apareciera por la puerta, o al menos que la llamara, pero no ocurrió nada. Se detuvo y miró el teléfono que permanecía mudo sobre la mesita. Suspirando cansada fue a su cuarto, se puso el camisón y se acostó abrazándose a la almohada.

A miles de kilómetros de allí, tumbado desnudo bajo las blancas y arrugadas sábanas Colt se atusó el cabello y observó el teléfono; la imagen llorosa de Megan al marcharse apareció ante él, por un instante la culpa lo embargó. Agarró el aparato y comenzó a marcar. ¿Qué mierda estaba haciendo? Con un movimiento brusco colgó el auricular. No, Megan ahora no formaba parte de su vida, era la última persona a la que deseaba a su lado, frunció el ceño molesto consigo mismo. Megan era una chica dulce y soñadora y si la conocía la mitad de lo que creía, estaba sufriendo por su culpa.

Nunca debió precipitarse de aquel modo y pedirle que fuera su esposa, había sido el gran error de su vida, un error que no se perdonaría jamás, porque no la quería junto a él, mas tampoco pretendía herirla.

Sus remordimientos se esfumaron y sus labios se curvaron en una sonrisa cuando la puerta se abrió, una joven morena de brillantes ojos oscuros vestida de blanco lo miraba desde el umbral, la muchacha no se movió del sitio, alzó la mano y le mostró una copa rebosante de champagne.

-Feliz Navidad, Colt.


Continuará...

martes, 16 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 14. 2ª PARTE)


En cuanto giró las llaves en la cerradura al regresar de su trabajo, supo que Colt no encontraba ahí, de todas maneras lo llamó varias veces y recorrió la casa que estaba extrañamente silenciosa, fue recogiendo la ropa esparcida por el suelo, hizo la cama, fregó los cacharros del desayuno y arregló un poco el salón. Cuando creyó que todo estaba más o menos en orden fue al aseo, se desnudó y se metió bajo el chorro de agua caliente que como un bálsamo, comenzó a destensarle los músculos, después de la larga ducha se secó y se puso un cómodo chándal rosado; con el secador de pelo en la mano fue hacia el lavabo, antes de enchufarlo restregó el espejo con la palma, para apartar el vapor condensado en su lisa superficie y se quedó pasmada con su propio reflejo, sus ojos estaban hinchados y enrojecidos por el llanto, se percató entonces que había llorado inconscientemente mientras se bañaba.

Dejó el secador en un cajón, y comenzó a pasarse el peine con movimientos bruscos para desenredarse el cabello, sin dejar de observar su rostro en el ovalo del espejo, las lágrimas rodaron libres y por cuenta propia por sus mejillas, las apartó de un manotazo antes de soltar el peine, que hizo un sonido sordo al caer sobre la cerámica blanca. No podía continuar en ese estado de nervios, con la incertidumbre de no saber que pasaba y viendo como su marido se alejaba de ella un poco más a cada minuto.

Tenía que hablar con él, que le explicara su actitud cada vez más distante, si algo lo preocupaba o molestaba. Renunciaría a su trabajo si ese era el problema, después de todo en unos pocos meses iba a hacerlo de todos modos, se quedaría en casa, limpiaría, cocinaría y sería una perfecta ama de casa, haría lo que fuera necesario para acabar con aquella situación. Sí, era una buena idea pensó yendo al sofá, esperaría su regreso y conversarían hasta aclarar las cosas, eran un matrimonio, una pareja enamorada que compartían sueños y esperanzas, y no dos desconocidos viviendo bajo un mismo techo, a pesar que en los últimos días apenas si se habían dirigido la palabra y las pocas horas que se habían visto no fue de forma muy amigable.
Se llevó la mano al vientre aún plano, ellos tenían amor y algo muy importante por lo que luchar, un hijo que el próximo verano abriría sus ojos a la vida.

Colt llegó pasadas las once a su casa, dejó su abrigó en el perchero y fue directamente a la salita, la luz estaba encendida y por lo tanto Megan estaría allí. Se frotó las manos en los pantalones para secar el sudor que le inundaba las palmas, debía hablar con su esposa. La vio dándole la espalda en el sillón, se acercó con pasos lentos y alzó la mano para tocarle el cabello aún húmedo, pero la dejó caer sin tocarla. La rodeó y se paró frente a ella, que se arrebujaba en una manta con un libro en las manos.

-Ya estoy en casa.
-Ya veo –alzó la vista un momento antes de continuar con su lectura.
-Mírame Megan -ella lo hizo, sus ojos estaban humedecidos
-¿Por qué lloras?–, preguntó agachándose a su lado-, ¿te encuentras mal?
-No –giró la cabeza.
-¿Qué ocurrió anoche? -demandó sosteniéndole la barbilla con la mano obligándola a mirarlo.
-Bob te trajo a casa completamente ebrio.
-¿Y qué más? –Colt necesitaba saber, así que continuó al ver que ella no decía nada-, ¿te hice daño?
-No.
-Maldita sea, no consigo recordar –gruñó–, dime la verdad por favor, ¿te pegué?
-¡No! –aseveró espantada al ver el dolor en sus ojos–, no me pegaste ni me hiciste daño, al menos no físico.
-Gracias a Dios –soltó el aire contenido–, llevo todo el día reconcomiéndome pensando que pude…-, se detuvo un instante-. ¿Qué quieres decir con no físico?
-Me dolió llegar y ver que no estabas en casa –murmuró–, me horroricé al verte llegar en ese estado.
-Salí a tomarme unas cervezas con los amigos –explicó incorporándose-, algo muy común.
-Lo entiendo, pero eso no evita que me preocupe -tragó saliva-, pudiste dejarme una nota.
-¿Por qué no me pones un cascabel? –bufó dándole la espalda-, así sabrás siempre donde estoy.
-No seas sarcástico -se puso en pie y se acercó a él.
-¿Sarcástico? –se giró hacia ella–, joder Megan, me dejas todo el día solo porque necesitas sentirte ocupada y realizada con tu trabajo, y lo acepto sin pedir explicaciones.
-Tú trabajas en el rancho, pasas el día con los muchachos –susurró acariciando su brazo.
-Sí, pero necesito mi espacio, mis momentos de calma y tranquilidad –se apartó de su caricia–, siento si te molesta, es lo que hay.
-Soy tu esposa, es lógico que me preocupe por ti.
-¿Mi esposa? -sonrió sin ganas–, sí supongo, aunque difiramos en el significado.
-¿Cómo dices?
-Tu idea de esposa es mujer a la que hacer la cena y compartir cama, aunque no siempre –manifestó dibujando el signo de las comillas con los dedos–, ah, añadamos a la mezcla un poco de preocupación.
–¿Qué nos está pasando? –lo vio encogerse de hombros–. Colt, tenemos que hablar.
-No tengo tiempo para discutir ahora –se encaminó hacia la habitación-, tengo que hacer la maleta.
-¿La maleta? –corrió tras él-. ¿Por qué?
-He de coger un avión dentro de 4 horas –comenzó a sacar ropa de los cajones.
-¿Dónde vas?
-A Nueva York.
-¿Puedo ir contigo? –rodeó la cama y se puso a su lado–, la otra vez fue divertido.
-No, esta vez no puedo ocuparme de ti, -respondió sacando varias camisas del armario-, te aburrirías.
-Entiendo –le acercó un par de pantalones y se armó de valor-, hay algo que me gustaría decirte antes de que te marches.
-Tendrá que esperar a mi vuelta –se revolvió y agarró un puñado de corbatas que echó sin ningun cuidado sobre la cama. – Megan está vez voy por asuntos de negocios.
-Sí –le tendió el neceser–, supongo que ahora se llama así.
-¿Qué quieres decir? -preguntó tomando lo que le ofrecía.
-¿Aún me quieres? –espetó sin pensarlo
-¿A que viene esa tonta pregunta? –guardó los zapatos y cerró la cremallera.
-¿Hay alguien más Colt? –Apartó la mirada cuando vio crisparse sus dedos sobre el asa de la maleta-, ¿el motivo de tu viaje es otra mujer?
-¿Otra vez esos estúpidos celos? –gritó rabioso.
-No me has contestado –dijo ella.
-Porque no suelo hacerlo cuando no merece la pena –la vio parpadear para aguantar las lágrimas mientras abría la boca sin decir nada–, ¿que quieres que te conteste, qué sí o qué no?
-La verdad –chilló.
-La verdad es que pensarás lo que te apetezca pensar –agarró el equipaje y caminó hacia el salón–, si quieres mortificarte es cosa tuya y es lo que harás aunque te jure sobre la Biblia.
-Llevas más de una semana sin ponerme la mano encima –se exasperó–, no me buscas por las noches, ni siquiera me besas y me evitas cuando me acerco a ti. ¿Qué quieres que piense?
-Estás insatisfecha, discúlpame por no haber cumplido con mis deberes maritales, tal vez no sólo sea culpa mía, ¿no crees?

Permaneció callada, sintiendo cada palabra como puñales atravesar su cuerpo, pero lo que más le dolía, lo que realmente le hería era que él no hubiese afirmado que todavía la amaba, que no negara que iba a ver a otra. Una pequeña mentira era todo lo que pedía, lo hubiese creído a ojos cerrados, pero él ni siquiera le brindó eso.

Colt observó el dolor y las dudas en los ojos de su mujer y quiso golpearse mentalmente por idiota, pero en vez de eso gruñó de malos modos y la agarró por los hombros.

-Te llamaré cuando llegue y me instale, he dejado órdenes al capataz para que sigan con los trabajos del rancho –buscó sus ojos en vano-, volveré en dos o tres semanas, depende de lo que tarde en solucionar las cosas, cuando regrese hablaremos y escucharé eso que querías contarme.
-De acuerdo -vio como bajaba la cabeza para besarla, ella volteó la suya y el beso fue a parar a su mejilla-, que tengas un buen viaje.

Colt la soltó maldiciendo por lo bajini su rechazo, cogió su maleta y partió sin volver la vista atrás, Megan no pudo reprimir el dolor que le arañó el corazón al verlo marcharse. Se apoyó en la pared y deslizó el cuerpo por el muro hasta acabar sentada en el suelo, sin dejar de mirar la puerta por donde se había ido. Una soledad inmensa se instaló en su interior, se frotó los brazos para apartar el frío que la hacía tiritar, pero dejó de hacerlo al darse cuenta que ese helor provenía desde dentro de su cuerpo. Le faltaba el aire y los ojos le ardían pero no lloró. No tenía fuerzas para nada más que para mirar esa puerta que continuaba abierta, se arrastró hacia ella y con toda la furia que todavía era capaz, la cerró.


El viaje le resultó pesado e incómodo, así que se relajó cuando por fin llegó a su alojamiento, se duchó y pudo instalarse. Pensaba llamar a Megan en cuanto desembarcó, no había apartado de su cabeza su imagen de derrota al verlo salir, pero era mejor así, mejor para todos. Ya hablarían con calma cuando volviera.
Miró el salón atestado de gente, dejó su copa sobre la mesa y fue al teléfono, con él en la mano salió a la pequeña terraza todo lo que le permitió el cable y cerró un poco la cristalera para conseguir algo de intimidad. Marcó el número de su casa, al segundo timbrazo la voz dulce y tristona de su mujer le contestó al otro lado.

-¿Megan?
-Si.
-Hola, soy yo -un silencio-, bueno ya estoy aquí.
-¿Estás en el hotel? -preguntó al escuchar música y voces al fondo.
-No, me quedo en casa de unos amigos.
-¿Y que tal el viaje?
-Bien, sin problemas –respondió-. Espera un segundo, por favor.

-¿Qué haces aquí escondido? –interrogó una mujer.
-Hablo con Megan –lo oyó contestar.
-Ah, hola querida, soy Bárbara –la voz sonó burlona y más cercana, como si se hubiese pegado al auricular–, te envío saludos.
-Dame el teléfono –la risa de Colt le llegó clara.
-De acuerdo, en cuanto acabes de hablar con tu campesinita te estaré esperando junto a la piscina, he preparado un par de margaritas.
-Iré enseguida –aseguró él.

Megan se aferraba al teléfono con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos mientras oía la conversación en la lejanía, el coqueteo descarado de esa mujer y la satisfacción de sus atenciones en las notas de la voz de su marido, se ahogaba, iba a desmayarse, la voz de Colt pronunciando su nombre la sacó de su pensamientos.

-Megan ¿sigues ahí? -preguntó él ante el silencio-, ¿Megan?
-Sí –confirmó carraspeando para evitar reflejar su pena en su voz.
-Toma nota de este número por si necesitas algo –se lo dictó-, cualquier cosa me llamas, ¿de acuerdo?
-Ya lo tengo.
-Bueno, ahora tengo que dejarte, me están esperando, te llamaré pronto.
-Claro, llama cuando quieras -contestó-, adiós.
-Megan… -Colt colgó lentamente cuando oyó el incesante tututututu al otro lado.

Megan colgó violentamente el teléfono arrugando el pequeño trozo de papel entre sus dedos, era idiota, imbécil sin remedio, había derramado litros y litros de lágrimas preocupada por como se habían separado, culpándose de haberle negado aquel último beso, echándolo de menos y mientras él se lo pasaba en grande con aquella rubia. Ni siquiera se molestó en averiguar como se encontraba, ¿para qué la había llamado? ¿Para demostrarle lo poco que le importaba? ¿Para hacerle saber que lo suyo estaba muerto y él ya tenía a otra?
Se acarició la barriga, estaba de poco más de dos meses.

-Tú te lo pierdes –murmuró en voz alta, aunque nadie la iba a oír.

Colt no llegó a ir a la piscina, no le gustó la forma en que Bárbara habló a Megan ni que la llamara campesina, aunque no hizo nada al respecto. Al llegar a las escaleras, vislumbró a la chica con un escueto bikini rojo en la tumbona, escultural, preciosa y dispuesta. Sin vacilar, subió las escaleras de mármol gris que lo conducían a su habitación.
Continuará...

viernes, 12 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE. CAPÍTULO 14 (1ª parte)

Megan bajó del autobús cansada pero feliz, se arrebujó en el abrigo y se agarró con fuerza al bolso, en él llevaba algo muy importante y estaba deseando llegar a casa para compartir su alegría con Colt, seguro que se mostraría tan contento como ella. Caminó con paso firme por las solitarias calles sin dejar de sonreír, imaginando la cara de su marido cuando le diera la noticia y planificando su nuevo futuro. Apretó el paso tan pronto la casa apareció ante ella, las luces estaban encendidas y un escalofrío de placer la recorrió de arriba abajo al pensar que en pocos minutos estaría rodeada por unos fuertes brazos y acurrucada contra un cuerpo duro y cálido.
Entró, se quitó el abrigo y fue a la cocina, se detuvo en seco al oír maldecir a Colt que llevaba un cazo al fregadero y abría el grifo, una densa humareda y un horrible olor a quemado llenó la estancia.

-¿Qué ocurre? -preguntó acercándose.
-Nada, maldita sea -gritó soltando los cacharros en el fregadero-, he estropeado la cena.
-¿Te has quemado? -lo vio negar–, entonces no importa, podemos comer cualquier cosa.
-Claro que importa -se revolvió furioso.
-¡Colt! -dio un paso atrás, al ver la ira que reflejaba su rostro–, es sólo comida.
-Estoy harto Megan –bufó yendo hacia ella–, cansado de tener que hacerte la cena, estoy harto de que nunca estés en casa cuando vuelvo.
-Ya lo hablamos antes de casarnos -dijo cogiéndolo por el brazo-, no te importó que siguiera con mi trabajo, tenemos las noches y los fines de semana para nosotros.
-¡Pues ahora sí me importa! -exclamó apartándole la mano-. Me casé para tener a una mujer, una familia, no unas noches, eso ya lo tenía antes.
-Por favor, cálmate –contestó dolida con sus palabras–, siéntate y hablemos.
-¿Hablar? –se pasó las manos por el pelo nervioso-, ¿de qué?
-De lo que te tiene tan enfadado, seguro que es una tontería –fue hasta un armario y sacó un paquete de sopa–, prepararé algo y cenaremos.
-No tengo ganas de discutir –masculló al verla encender el fuego y verter agua en una olla–, cena tú si quieres, me voy a dar una vuelta.
-Colt espera –chilló al verlo salir de la cocina y se sobresaltó al oir el portazo que anunciaba su marcha.

Retiró la cacerola del hornillo y apagó el fuego, ella tampoco tenía apetito. Fue hasta su cuarto, se sentó en la cama, tomó el bolso y sacó la prueba de embarazo, la apretó contra su pecho, había pasado toda la tarde deseando mostrársela a Colt, sabía que se pondría muy contento al saber que para el verano nacería su primer hijo o hija. Dobló el papel con cuidado y lo guardó de nuevo.
Tal vez había tenido un mal día, pensó poniéndose en pie y yendo al baño, en cuanto tomara un poco el aire y se relajara volvería y entonces le diría que iba a ser padre. Se duchó y se acostó para esperarlo, no supo a la hora que era cuando regresó aunque supuso que tarde, la última vez que miró el reloj eran las 12:30 de la madrugada, parpadeó al sentir el colchón hundirse, cuando él se sentó en el borde.

-¿Colt? –murmuró soñolienta.
-Vuelve a dormir Megan –comentó dándole la espalda.

Colt regresó pasadas las dos a su casa, continuaba furioso, con Megan, con él mismo, con el mundo entero. Vio a su mujer dormida y sintió pena por ella, se sentó en la cama y se desnudó, ella lo llamó adormilada pero se dio la vuelta y siguió durmiendo, se tumbó y se cubrió con las sábanas, no iba a conciliar el sueño, no podría.
Clavó la vista en el techo y pensó en la llamada que un par de días antes recibió de Nueva York, giró la cabeza hacia su esposa, que se abrazaba a la almohada ajena a todo, pobre Megan, había pagado su ira con ella, había borrado su sonrisa con un par de maldiciones.
¿Por qué la vida era tan asquerosa? Paz y tranquilidad era lo único que deseaba, un hogar, una familia y cuando pensó que ya lo tenía… ¡Maldita llamada! Pero debía tomar una decisión y esa misma semana a más tardar. Suspiró y se frotó los ojos, en realidad no había nada que decidir, sólo encontrar el momento adecuado para contarle a Megan que se iba.

Megan se levantó a las 7 como cada mañana, fue al baño, se vistió y salió de la casa sin hacer ruido, Colt dormía y no quería despertarlo. Caminó hasta la parada del autobús donde ya había varios niños esperándola, les sonrió, bromeando con ellos al subir al vehículo, como siempre.
Pasó la mañana enfrascada en su trabajo y a la hora de comer lo telefoneó pero no logró localizarlo, seguro estaba ocupado con los trabajos del rancho. Por la tarde estuvo tan ocupada que ni lo intentó.
Bajó la primera del autocar y corrió hacia su casa, estaba deseando abrazarle y decirle que estaba embarazada, la besaría y le haría el amor durante toda la noche. Sin aliento abrió la puerta, tiró el bolso y se quitó el abrigo que no se molestó en colgar; lo llamó buscándolo en todas las habitaciones, pero no recibió respuesta, Colt no estaba en casa.
Se dejó caer en el sofá y esperó su vuelta, una hora después se levantó y cenó sola, se duchó y se puso el pijama, regresó al salón y encendió la tele, apagándola de inmediato, miró su reloj que marcaba las 23:00, y comenzó a inquietarse, descolgó el teléfono y lo colgó de nuevo. ¿A quien iba a llamar? Echó otra ojeada al reloj y comenzó a pasearse por el salón, se sobresaltó cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta.
Casi a la carrera fue hacia ella y abrió. Robert Spencer estaba en el umbral, sujetaba con esfuerzo a un ebrio Colt que no se mantenía en pie, se apartó y los dejó entrar, ayudando a su amigo a acostarle en el sofá.

-Está desde temprano en el Lloyds sin parar de beber –explicó Bob cuando consiguió zafarse del brazo que Colt insistía en pasarle por el hombro-, he tratado de convencerlo que no tomara más, pero me mandó al diablo, lo he traído a casa cuando se derrumbó en el suelo.
-Gracias.
-No tiene importancia –dijo caminando hacia la puerta.
-Para mi la tiene –susurró acompañándolo–, te agradezco que no lo hayas dejado solo.
-¿Estás bien? –preguntó preocupado al ver las lágrimas en sus ojos.
-Sí, no te preocupes, gracias otra vez.
-No hay de qué, para eso están los amigos -ya en el umbral se volvió y achicó los ojos poco convencido–. Megan, cualquier cosa no tienes más que avisarme.

En cuanto Bob se marchó, regresó junto a Colt que balbuceaba incoherencias intentando incorporarse, tirando de sus brazos consiguió que se irguiera, él alzó la vista y la miró, sus ojos despedían un brillo vidrioso, velado y peligroso, una mueca burlona curvó sus labios. Megan dio un paso atrás cuando alzó una mano y le apretó un pecho.

-Vaya, mi mujer blanca me rechaza –dijo con voz pastosa.
-Colt estás borracho, será mejor que vayas a la cama –contestó con calma.
-Ufff -se puso en pie tambaleándose–, pobre princesa, tienes un marido indio y borracho.
-Anda ve a acostarte –lo sujetó por la cintura para encaminarlo al cuarto.
-Debiste pensártelo mucho mejor antes de casarte conmigo –trató de besarla, ella apartó la cara, los ojos de Colt se endurecieron–, y yo jamás pedirte que lo hicieras.
-Colt, por favor –tragó sonoramente al escuchar sus palabras–, acuéstate, mañana estarás mejor.
-Déjame en paz –la apartó de su lado de un empujón–, no necesito tu ayuda, maldita sea, soy capaz de ir solo hasta la jodida cama.

Megan permaneció inmóvil mientras lo veía alejarse tropezando con los muebles, gruñendo y maldiciendo. Se abrazó a si misma cuando lo perdió de vista y dejó que las lágrimas contenidas fluyeran con total libertad bañando sus mejillas. Limpiándose el rostro fue al dormitorio. Vestido, tumbado a lo ancho de la cama, Colt dormía la borrachera, sacó dos mantas del armario, lo tapó con una y con la otra en los brazos arrastró los pies hasta la sala, se acostó en el sofá y se cubrió con ella, cerró los ojos y suspiró, ¿qué le estaba pasando a Colt? ¿Por qué le había dicho aquellas crueles palabras? ¿Ya no la amaba? Las preguntas le llenaron la cabeza y tuvo miedo de saber las respuestas.

Cuando Colt se despertó y estiró el brazo, se dio cuenta que su mujer no estaba a su lado, se levantó gimiendo cuando el cerebro le chocó contra el cráneo, llevó los pulgares a las sienes y las masajeó tratando de aliviar en vano el fuerte dolor que sentía. Tenía la boca seca y le costaba horrores mantener los ojos abiertos debido a la luz del sol que bañaba el cuarto.
Casi a rastras, se obligó a salir para buscar una pastilla y un vaso de agua, al pasar por el salón se fijó en la manta junto al sillón, encima, pulcramente doblado estaba el camisón de su esposa. Sacudió la cabeza tratando de entender, cosa de la que se arrepintió de inmediato cuando una punzada de dolor lo atravesó. Llegó a la cocina, llenó un vaso con agua y sacó un par de aspirinas de un cajón y se las tomó.
Sentado con la cabeza apoyada en la mesa, pensó en la noche anterior, no recordaba mucho, había ido al Lloyd’s para ahogar sus penas en el alcohol, o mejor para dejar de pensar en lo que iba a hacer, y bebió hasta casi perder el sentido. Alguien tuvo que llevarlo a casa o quizá fue por su propio pie, no se acordaba de nada y por más que se esforzaba no era capaz de mucho más con el terrible tormento que le taladraba la cabeza.
A pesar de eso, era incapaz de dejar de darle vueltas el por qué Megan había dormido lejos de él. Escudriñó su mente a pesar del dolor y retazos de una discusión tomaron forma, su esposa trataba de ayudarlo y él la había empujado quitándosela de encima. Se pasó las manos por el rostro y el cabello nerviosamente ¿le habría hecho daño? ¿Había agredido a Megan?, se desesperó y se angustió ante la sola idea de haberle puesto una mano encima. No, él no era violento, no era capaz de pegar a una mujer y mucho menos a la suya, mas aunque se iba convenciendo a sí mismo, la duda no dejaba de roerle el alma.

Continuará...

martes, 9 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 13)



El avión aterrizó a la hora prevista en el aeropuerto JFK de Nueva York, Megan aguantó con estoicismo las bromas de Colt, era la primera vez que volaba y los nervios no la abandonaron en ningún momento, durante el despegue cerró los ojos tan fuerte y durante tanto tiempo que sólo los abrió cuando Colt le indicó que hacia mucho que habían alcanzado la velocidad de crucero, el aterrizaje fue peor, clavó las uñas en la mano de Colt al sentir las ruedas rebotar sobre la pista y se hizo sangre mordiéndose el labio para no gritar pensando que se iban a estrellar. Megan respiró aliviada cuando sus pies tocaron tierra firme.

Después de pasar por los controles y recuperar sus maletas tomaron un taxi para ir a su alojamiento. Durante los casi 20 minutos que duró el trayecto, no pudo dejar de mirar por la ventanilla del coche, maravillándose por la grandiosa ciudad que tomaba forma ante ella.
Colt había reservado una suite en el Wellington, en el mismo centro de la ciudad, el hotel era fabuloso, tan pronto se apearon del taxi y subieron las escaleras un portero les saludó y les abrió las enormes puertas para que entraran, cruzaron el enorme vestíbulo, donde la gente iba y venía o simplemente descansaban en los cómodos sillones de cuero marrón, hacía la recepción. El recepcionista, un joven de veintipocos años, con una deslumbrante sonrisa les atendió amablemente, después de cerciorarse de que todo estaba en orden, le entregó la tarjeta llave y un amable botones, que empujaba un carrito con sus maletas los condujo hasta la décima planta donde estaba su habitación, tras indicarle algunas cosas y asegurarse que estaba todo en a su gusto, se marchó con una enorme sonrisa y una más que generosa propina.

La suite era magnifica, con las paredes pintadas en un tono crema, con una gran cama en el centro, cubierta con una colcha de flores azules, una salita individual con un sofá beige, una televisión, una mesa con un enorme centro de flores frescas y otra mesita auxiliar con una elegante lámpara y un cesto de frutas, la habitación disponía también de una pequeña cocina y el baño era espectacular, con un vater, una antigua bañera enorme que descansaba sobre unas patas en forma de garras, un lavabo doble, sobre la encimera una cesta con pequeños tubos de champú, gel, aceites corporales…, se sonrojó ligeramente al ver que también habían varios preservativos.
Se quitó los zapatos y corrió sobre la suave moqueta marrón hacía la ventana, descorrió las cortinas y abrió los ventanales, soltó un pequeño grito de entusiasmo cuando observó los grandes rascacielos recortando el aire, cuando el ruido del trafico le llegó claramente…Por unos minutos Megan corrió frenética de un lugar a otro, como si fuera una niña pequeña el día de Navidad con el árbol lleno de regalos y sin tener claro cual abrir antes, bajo la atenta y divertida de Colt que sonreía recostado en la cama.

-Es precioso, todo es precioso –dijo ella oliendo una de las rosas de encima de la mesa -, me encanta esta ciudad, se ve tan viva.
-Y eso que aún no has visto nada -se sentó en la cama-. ¿Estas muy cansada?
-No
- ¿Por qué no vamos a dar una vuelta?
-¿Y el equipaje?
-Podemos deshacerlo después –contestó poniéndose de pie -ahora quiero llevarte a un par de sitios que te van a gustar.
-¿De veras? -abrió los ojos como platos.
-Sí –se acercó y le acarició el rostro con los nudillos -, y quiero comprarte algo bonito para la cena de mañana noche.
-¿Una cena? –lo miró fijamente-. ¿Dónde?
-En casa de unos amigos -volvió a sonreírle -te van a gustar.
-Está bien –comentó cogiendo su neceser y yendo al baño –dame 5 minutos.

Los 5 minutos fueron 20, los que necesitó para asearse un poco, arreglar su maquillaje y cepillarse el cabello, cuando salió, Colt la esperaba con gesto impaciente, ella lo miró con ojos inocentes, lo que provocó que la tomara por los hombros y devorara su boca hasta borrar todo resto de carmín, antes de rodearla por la cintura y salir camino del ascensor.

Colt le mostró parte de la ciudad, pasearon por Central Park cogidos de la mano, besándose como adolescentes apoyados en los troncos de los árboles, subieron al Empire State y mezclándose entre la gente la llevó a la 5th avenida, tras mirar varios escaparates, Colt la arrastró dentro de una tienda. Megan no sabía muy bien donde estaba, pero al ver la elegancia y la clase del establecimiento se sintió como Julia Roberts en Pretty Woman, y más cuando una solicita dependienta vestida con sobriedad se dirigió a ellos y tras unas palabras de Colt la guió a los probadores y comenzó a llevarle un montón de vestidos de noche.

Megan andaba perdida entre tantos bonitos modelos donde elegir, ella una simple chica de campo tenía frente a si un despliegue de trajes que jamás pudo soñar, se probó uno tras otro dejándose guiar por la experiencia de la chica, pero ninguno le gustaba, demasiado escote, demasiado brillo…Colt sonreía cuando salía sujetándose las faldas y le indicaba con la cabeza si le gustaba o no, ya iba a tirar la toalla, cuando la muchacha le llevó un modelo negro, de un solo tirante y escote diagonal, que se ajustaba a su cuerpo desde el torso a las caderas y luego se ensanchaba levemente hasta los tobillos, cuando vio el brillo en los ojos de Colt al salir con él puesto, supo que aquel era el adecuado. Colt compró los zapatos y el bolso a juego, protestó al ver la factura, pero él la acalló con un beso.

Tras las compras la invitó a un perrito caliente en uno de los puestos ambulantes y pasearon entre risas y bromas al hotel, después de deshacer las maletas, tomar una relajante ducha y hacer uso de la enorme cama, se quedaron dormidos completamente exhaustos.

A la mañana siguiente Colt volvió a hacerle de guía, la llevó hasta la Estatua de la Libertad donde compraron varios ridículos souvenirs, comieron en una hamburguesería y regresaron en metro al hotel con tiempo más que suficiente como para compartir un relajante baño de espuma antes de arreglarse.

Megan se recogió el cabello en un moño suelto y se aplicó una ligera capa de maquillaje que daba a su rostro un aspecto natural, se puso unos pequeños pendientes de oro y se vistió, estaba dándose los últimos retoques frente al espejo cuando los brazos de Colt la rodearon y se deslizaron por sus costados, le apartó las manos con disgusto, nada le apetecía más que quedarse en aquella habitación, se revolvió y observó a su marido que se inclinaba para besar su clavícula desnuda. Vestido con su smoking negro y el cabello peinado hacia atrás estaba guapísimo y a pesar de su elegante porte un aura salvaje e indómita lo rodeaba, acentuando su atractivo. Suspiró con fastidio cuando él le indicó que debían partir ya o llegarían tarde.


Megan no pudo evitar ponerse nerviosa conforme se iban acercando a su destino, era la primera vez que Colt le iba a presentar a sus amigos, en esos instantes se dio cuenta que ni uno sólo de ellos había asistido a su enlace, ni tampoco ningún familiar. En ese momento sintió como Colt apretaba sus dedos para tranquilizarla, pero su cariñoso gesto fue en vano. A pesar de que le comentó varias veces que eran gente normal, con gustos normales, una extraña sensación le roía el estomago que se acrecentó cuando la enorme mansión de piedra blanca apareció ante ellos. La casa era enorme, y parecía sacada de una película antigua, estaba rodeada por un gigantesco jardín y la fachada estaba salpicada de enormes ventanales que desparramaban su luz sobre el perfecto césped. Colt entrelazó sus dedos y la guió al interior, donde la fiesta estaba en todo su esplendor, los hombres y mujeres iban exquisitamente vestidos y se sintió fuera de lugar. Si durante el trayecto estuvo nerviosa ahora era una desagradable sensación de miedo lo que la poseía.

Antes de degustar una excelente aunque escasa cena en el maravilloso salón, Colt le presentó a varias personas, abogados, médicos, domadores de caballos, un juez, varias modelos, una de publicista y hasta un futuro senador, que la acogieron con naturalidad como si la conocieran de siempre, lo que la animó, relajándose y disfrutando de la fiesta, bailó con Colt y con un par de hombres más, de los cuales no recordaba el nombre, pero que fueron amables y la felicitaron por su matrimonio. En un momento tuvo necesidad de escapar del bullicio y abandonó la estancia donde se desarrollaba el baile escabulléndose una puerta lateral. No iba a ir lejos, sólo pasear y apartarse un poco, se encontró en un largo pasillo de suelo brillante y altas paredes atestadas de cuadros, deslizó la vista por algunos de ellos y comenzó a caminar despacio observando las maravillosas obras de arte.

Colt observó la tensión de Megan al llegar, y como poco a poco se fue relajando y disfrutando, la vio bailar, hablar y reírse con sus amigos, la vio feliz, contenta, sólo entonces él también se relajó, si uno sólo de ellos la hubiese tratado de forma que se siéntese incomoda se habría disculpado y se habrían marchado sin contemplaciones.

Megan disfrutaba de los valiosos cuadros, estaban dispuestos sin orden ni concierto, abstracto con bodegones, paisajes con cubismo…, y le hizo gracia, pero al fijarse en la firma de los autores de las obras, se estremeció, ninguna de aquellas pinturas valía menos de millón de dólares, y por la cantidad de cuadros allí había una fortuna en obras de arte, se paró ante uno de ellos donde se veía una mujer de espaldas mirando al mar, leyó la firma y no reconoció al autor, pero la pintura era tan fascinante que se embelesó, casi podía sentir el rumor de las olas, ver el cabello oscuro ondearse con la brisa.

-Bonito ¿verdad? -una voz de mujer tras ella la sobresaltó, se giró para encontrarse con una chica alta, joven, elegante y hermosísima, de bellos ojos azules y cabello dorado.
-Sí, parece vivo –asintió.
-Perdona si te asusté, te vi sola y tan concentrada que no pude evitar acercarme –dijo sonriendo y tendiéndole una mano- soy Bárbara Abbot.
-Megan Til…Elliot, Megan Elliot –estrechó la mano que le ofrecían.
-Sí, la mujer de Colt -la rubia la miró de arriba abajo como tratando de descubrirle una segunda cabeza-, fue una verdadera sorpresa cuando nos enteramos, nadie creía que un hombre como él acabaría casado.
-¿Por qué? -preguntó ante la mirada inquisitiva de la mujer.
-Bueno, Colt no es lo que se llamaría un monje -movió una mano como quitándole importancia-, ha huido del matrimonio como si se tratara de una enfermedad, y desde luego nunca pensé que lo cazara una mujer como tú.
-¿Una mujer como yo? –preguntó con un susurró -¿Qué tengo de malo?
-Nada por supuesto, -se encogió de hombros-. Simplemente no eres su tipo. Colt ha tenido mujeres espectacularmente hermosas y bellas entre sus brazos –alzó una mano al ver que Megan iba a decir algo- no te ofendas, tu no eres fea y no estas mal, pero jamás hubiésemos creído que acabara casado y menos con alguien de un pueblo que ni siquiera sale en los mapas.
-Pues ya ves -trató de parecer calmada ante los insultos que esa mujer le lanzaba sin miramientos-, las vueltas que da la vida.
-Sí, ya veo -la chica volvió a sonreírle-. Pero te daré un consejo de amiga, cuídalo Colt está acostumbrado ir de un sitio a otro y cambiar de compañía femenina como de camisa –volvió a recorrerla con la mirada haciendo un mohín -los hombres como él no son muy de fiar, cuando menos te lo esperes buscarán cualquier excusa para dejarte en casa, una reunión, un viaje de negocios…
-Colt no es así –dijo guardando su irritación y las ganas de sacarle los ojos a aquella rubia oxigenada –él es…
-No apuestes nada querida –interrumpió- puedes llevarte una desagradable sorpresa por que está visto que no conoces a tu esposo.
-¿Y tú sí?
-Sí, y muy bien por cierto –le dedicó una sonrisa ensayada –bueno querida, será mejor que vuelva a la fiesta, un placer conocerte.

Megan la vio alejarse mientras apretaba los puños a sus costados, respiró profundamente controlando su rabia y apartando las palabras de aquella víbora de su cerebro, aunque en una cosa sí tenía razón, apenas conocía al hombre con el que se había casado, sacudió la cabeza, no se iba a dejar atormentar por aquellas palabras y no iba a tener dudas respecto a su marido. Colt la amaba, se lo había dicho y demostrado mil veces y de mil maneras diferentes, más calmada echó una última ojeada al cuadro y dibujó una sonrisa antes de volver con los demás.

Buscó entre la gente a su esposo y lo vio hablando en un corrillo animadamente con varios hombres y mujeres, para su propia sorpresa y disgusto, una de ellas se agarraba a su brazo, la tal Bárbara que la miraba desafiante y triunfante, y a él no parecía molestarle en absoluto que se le pegara como una lapa. Colt alzó la vista y le sonrió, Megan le devolvió la sonrisa a su vez, pero esta no llegó a sus ojos.

Colt se percató que algo no iba bien con Megan, apenas había abierto la boca de regreso al hotel, le insistió varias veces al ver la tristeza en su mirada, pero ella se limitó a decirle que eran imaginaciones suyas, tal vez fuera verdad, porque tan pronto como cerró la puerta de la suite y la estrechó entre sus brazos, se entregó a él con el mismo ardor y pasión de siempre, por lo que dejó de darle importancia.

Megan se despertó y se estiró en la gran cama, miró el reloj digital que marcaba las 10:14 minutos y se giró perezosamente hacía Colt, pero su lado de la cama estaba vacío, se levantó y fue al baño. Se había marchado sin despertarla, sin avisarla, dejándola sola.

Llamó al servicio de habitaciones y pidió el desayuno, le dijeron que tardarían un cuarto de hora en subirlo, se dio una ducha y se vistió, a la hora estipulada un camarero llegó con una bandeja que dejó en la mesita de la sala, le dio una propina y se marchó. Se sentó a desayunar pero ya no tenía apetito; las palabras de Bárbara Abbot vinieron como dardos a su cabeza. ¡Qué tontería! No tenía ningún motivo para dudar de Colt, tal vez habría ido a desayunar, o a pasear y no tardaría en subir.

Pasó la mañana encerrada en la suite, nerviosa, paseándose de un lado a otro sin dejar de mirar una y otra vez el reloj que marcaba impertérrito una hora tras otra, cuando oyó abrirse la puerta, corrió al baño y se encerró, quería tranquilizarse antes de verlo.

-Cariño -oyó como Colt la llamaba-. Megan, ¿dónde estás?
-Estoy en el baño -gritó-, ya salgo.

Colt estaba tumbado en la cama con los brazos tras la cabeza mirando al techo, cuando por fin salió y se quedó observándolo, él palmeó la colcha para que fuera a su lado.

-¿Dónde estabas? -preguntó tumbándose.
-Tuve que salir temprano, no quise despertarte - murmuró besándole la oreja,- aburridos asuntos de negocios.
-Ah -recordó las palabras de aquella mujer y se tensó.
-¿Qué ocurre, Megan?
-¿Quién es Bárbara Abbot? –demandó antes de poderlo evitar.
-¿Bárbara? –apartó los labios de su piel y se removió inquieto –la mujer de Steven, un abogado que creo te presenté anoche.
-¿Y qué tiene que ver contigo? –cerró los ojos al notar como él dejaba de tocarla.
-Nada –se atusó el cabello y la miró de soslayo –durante un tiempo fuimos pareja, pero no funcionó.
-¿La amabas? –se mordió el labio esperando una respuesta.
-No me molestó que se casara con uno de mis mejores amigos –replicó –creí amarla sí, pero me di cuenta que lo nuestro fue sexo, bueno sí pero sólo sexo –observó a su esposa y vio la humedad de las lágrimas que bañaban sus pestañas, aquello le dolía pero no le iba a mentir y ella era la que había preguntado, quizá alguien comentó algo en la fiesta y llegó a sus oídos.
-Bien –parpadeó inútilmente para evitar llorar.
-Aquello se terminó, nunca he vuelto a estar con ella y no me interesa Bárbara en absoluto, no es mi estilo liarme con mujeres casadas.
-Claro –le dio la espalda y se limpió los ojos.
-Megan ¿qué ocurre?-se apoyó en un codo y le acarició un hombro -¿acaso Bárbara te dijo algo para molestarte anoche?
-No –mintió –pero la vi como si…creo que le sigues gustando.
-Opih –sonrió enterrando la cara en su cuello -¿acaso me viste hacer o decir algo que te diera pensar que estaba interesado en ella o en cualquier otra? –ella negó -¿entonces a que se debe esta ridícula escena de celos?
-Yo…
-No hay nadie más para mí que tú tontita –pasó un brazo por su cintura y la acercó a su cuerpo-no te imaginas cuanto te amo.
-No me hagas caso ¿si?-se dio la vuelta y quedó frente a él.
-Dejaré de hacerlo cuando me digas por que estas tan triste –susurró sobre sus labios.
-No es nada –alzó la mano para apartar un mechón de su oscuro cabello-, es que añoro las montañas.
-Bueno, pues será por poco tiempo cielo, ya acabé con lo que vine a hacer aquí, -dijo antes de besar su mandíbula, -mañana nos volvemos a casa.
-¿Lo dices de verdad? –preguntó tironeando de la camisa
-Ajá –se cernió sobre ella y comenzó a desnudarla entre besos y caricias.

Bajo el cuerpo endurecido de Colt, olvido sus miedos, sus dudas, gimió cuando sus manos callosas resbalaron por su piel y alzó las caderas para recibirlo en su interior. Ahora estaba a su lado susurrándole palabras de amor que ella creía ciegamente Colt era suyo, sólo suyo… fue su último pensamiento antes que el placer la dejara al borde del desmayo.



Continuará...

domingo, 7 de marzo de 2010

DISFRUTEMOS NUESTRO DÍA, CHICAS (Cosa que ellos no tienen, jejeje)


viernes, 5 de marzo de 2010

AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 12)



Un mes de vino y rosas pensó Megan cuando llegó del trabajo, abrió la puerta de la casa y un agradable olor a manzanas asadas le llenó la nariz, se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero, un mes en el que su vida era simplemente perfecta. Se dirigió a la cocina donde escuchaba a Colt canturrear y se apoyó despreocupadamente en el marco de la puerta observándolo remover algo en una cacerola, la camisa de cuadros rojos no disimulaba amplia espalda cuyos músculos se contraían con sus movimientos y los vaqueros se pegaban a ese trasero apretado que la volvía loca.

Él se giró y le sonrió de esa forma tan sensual que hacían que sus rodillas se doblaran, la miró con ese fuego negro brillando en sus ojos que hacía que su cuerpo comenzara a arder de inmediato, llevaba un delantal verde con grandes letras rojas impresas “el señor de los hornillos” leyó y no pudo evitar reír. Se acercó y lo rodeó por la cintura metiendo las manos en los bolsillos traseros de sus pantalones. Colt levantó el cazo para no quemarla y le rozó suavemente los labios.

-Eres todo un amo de casa –dijo mordisqueando su barbilla –un amo de casa muy sexy.
-Vas a hacer que me sonroje – contestó alargando la cuchara de madera hasta los labios de su mujer que jugueteaban sobre su pecho-. Prueba esto.
-Está riquísima -dijo ella cerrando los ojos deleitándose con el sabor especiado de la salsa, sintió los labios de él sobre los suyos.
-Sí, deliciosa –susurró dejando la cacerola sobre la encimera antes abrazarla y profundizar el beso-. En su punto justo.
-Ummm..... –se pegó un poco más a él, para que continuara besándola.
-Ve a ponerte cómoda, la cena estará enseguida.-le sugirió soltándola.
-Bésame un poco más -se puso de puntillas y se agarró a sus hombros-, te eché de menos.
-Vete a duchar -después de volver a besarla le dio la vuelta y le palmeó el trasero-, o te juro que este amo de casa se enfadará si se enfría la cena.
-Aguafiestas –exclamó saliendo de la estancia.

Megan abandonó la cocina con desgana, fue hasta el baño y se dio una ducha rápida, se puso uno de sus cómodos vestidos, se sujetó el pelo con un pasador y regresó junto a Colt, este ya había puesto la mesa, le sonrió cuando la vio entrar, sacó una fuente de espaguetis y la colocó en el centro, junto a una botella de vino.

-¿Qué tal te fue el día? -preguntó él mientras le servía.
-Bien, ¿y a ti?
-Como siempre, estuve en el rancho con los muchachos, todo avanza a buen ritmo, en un par de meses podremos mudarnos allí -dijo sirviéndose él.
-¿Y cuando me dejarás ir a mi? -preguntó vertiendo salsa por encima de la pasta-, tengo ganas de ver las obras.
-En unos días, ahora está todo manga por hombro, te prometo que te llevaré para que des ordenes con total libertad y vuelvas locos a los chicos con tus exigencias en cuanto pueda –sonrió al verla fruncir el ceño-, pero antes, quiero estar seguro que no corres ningún peligro entre tablones y herramientas.
-¿Seguro? –lo vio asentir, enrolló la pasta en el tenedor y continuó comiendo en silencio.

Colt contempló a su mujer sentada frente a él, estaba deliciosamente hermosa con los mechones sueltos cayendo por su rostro, el suave aroma del jabón que utilizó para el baño le llegaba sutilmente, la vio cerrar los labios sobre el tenedor y masticar lentamente, luego tomar su copa y beber un sorbo de vino y se encendió de deseo, ya no tenía apetito o al menos no de alimentos, ella lo miró por encima de la copa y parpadeó al verla observarla tan fijamente con los ojos cargados de promesas lujuriosas.

Colt emitió un extraño sonido al ver el amor y las ganas de él que se reflejaban en sus iris castaños. Estuvo a punto de levantarse, echársela al hombro y llevarla al dormitorio, pero era mejor que la dejara cenar, tenían toda la noche, toda una vida para dar rienda suelta a su pasión. Arrugó la frente y dejó de mirarla.

Tenía que darle una noticia que tal vez no le iba a gustar, debía dejar el pueblo por unos días, a pesar que sabía que estaría bien no quería dejarla sola, en realidad no pensó en ella sino en él, en las noches que pasaría lejos sin su calido cuerpo pegado al suyo en una fría e impersonal habitación de hotel, así que sin consultárselo había hecho una tontería.

-Megan -dijo de pronto-, hay algo que me gustaría decirte.
-Te escucho –dejó los cubiertos sobre el plato y le prestó toda su atención.
-Tengo viajar en unos días –alargó la mano y la posó sobre la de ella.
-Oh –bajó la vista para ocultar la tristeza que comenzó a embargarla – ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
-Cariño –presionó su mano al ver sus ojos húmedos sé que debí preguntarte primero, pero la verdad es que hice la reservas para los dos.
-¿Quieres que vaya contigo? –preguntó asombrada.
-Tengo que ir por negocios a Nueva York y puesto que no tuvimos viaje de novios, creí que era una buena idea – habló rápidamente –puedes pedirte unos días en el trabajo y conocer la ciudad, el asunto que me reclama no me ocupará mucho así que podría ser tu guía, podríamos ir al teatro o de compras.
-Colt…
-Entiendo que si no puedes o no te apetece… –la interrumpió –sé que es precipitado, que debí avisarte antes…-contuvo la respiración –bueno ¿Qué dices?

Megan no podía dejar de sonreír como una boba, había pasado de la tristeza al saber que se iba a la alegría por que quería que fuera con él. Sí, se pediría esos días, no creía tener problemas, no era de las que se tomaban bajas o permisos, pero si le ponían alguna pega le daba igual, que la despidieran, pero por nada del mundo iba a dejar de irse con aquel hombre que amaba más que a su propia vida. Arrastró la silla y se puso en pie.

-Te quiero -gritó lanzándose a sus brazos.
-¿Eso es un sí? -contestó acomodándola sobre su regazo.
-Sí –se abrazó a su cuello -¿Cuándo nos vamos?
-El domingo por la mañana –, explicó rodeándole la cintura con un brazo- el sábado tomaré parte en el espectáculo de monta y el domingo temprano partiremos hacia Nueva York.
-¿Vas a participar? -se revolvió buscando su mirada.
-Bob me pidió el favor y no me pude negar -le tomó el rostro entre las manos-, serán un par de vueltas nada más, además me pareció buena idea nunca me has visto montar así podrás ver como me ganaba la vida, al menos en parte, no voy a competir en la doma, sólo exhibición.
-Está bien.-su voz sonó algo preocupada.
-Quiero que te sientas orgullosa de mi, Megan. – musitó acunando su cara entre sus manos.
-Yo ya estoy orgullosa de ti, vaquero –susurró sobre sus labios-, muy orgullosa.
-¿Tanto como para perderte la cena? -preguntó con burla.
-¿Qué cena? –deslizó la mano hasta su endurecida entrepierna para dejarle claro donde estaba centrado su apetito en esos momentos.

Soltando una carcajada que retumbó por toda la cocina, Colt se incorporó con ella en brazos, olvidándose de las horas que había pasado cocinando, al diablo con los espaguetis, con las manzanas asadas y con los cacharros que quedaban por fregar ya lo haría por la mañana, ahora iba a darse un festín de aquella mujer que llevaba asida a su cuerpo.

La semana pasó volando, entre el trabajo y la frenética actividad del pueblo, el sábado llegó en un suspiro. La pequeña feria era todo un acontecimiento en la localidad, acudían gentes de todas las poblaciones y ciudades cercanas, era un buen modo de comprar y vender, de hacer tratos de ganado y al mismo tiempo divertirse, así que todos se volcaban para que las cosas salieran a la perfección. Las mujeres preparaban tartas y comida para alimentar a un regimiento, los hombres sacaban pecho luciendo sus Stetson y los niños lo pasaban en grande correteando por entre los puestos de algodón de azúcar, dulces y palomitas.

Megan nunca asistía al evento, pero ese año tenía una poderosa razón para hacerlo. Mezclándose entre la gente se dejó embriagar por el jubilo y la algarabía a pesar de los nervios que le atenazaban el estomago.
Buscó un lugar tranquilo donde poder ver el espectáculo, cosa harta difícil por la cantidad de personas reunidas allí, al final encontró un sitio menos concurrido donde acababan las gradas, se apoyó en la valla y buscó a Colt con la mirada, lo encontró hablando animadamente con otros participantes, él alzó la cabeza y levantó una mano para saludarla, automáticamente le devolvió el saludo.

Las fanfarrias anunciaron el comienzo del evento, un locutor con voz grave expuso el programa, lo primero era un concurso para los más pequeños, luego la exhibición y al final la doma y el rodeo. Megan agradeció en silencio que Colt no participara en esa última parte. Rió con ganas al ver a los niños tratar de sujetar a los terneros, que pese a tener pocas semanas se mostraban bastante esquivos y poco predispuestos a colaborar a pesar del interés y las ganas de los pequeños que acaban rebozados en la tierra como albóndigas.


Bob se acercó a ella cuando comenzó la parte de exhibición, ella le sonrió amablemente pero no apartó la vista de su marido, que esperaba junto a otros su turno.

-Hola Megan.
-Hola Bob -saludó-. ¿Qué tal estás?
-Bien –se colocó a su lado y se agarró a la cerca-. Megan, quería pedirte disculpas.
-¿Disculpas? –lo miró un momento asombrada.
-Me porté como un cerdo cuando te abordé en la calle aquel día, tenías razón, no podía obligarte a casarte conmigo -la miró y bajó la vista. –no debí insultar a Colt, no tenía ningún derecho.
-No importa Robert –contestó girándose hacia él –ya está olvidado, sé que no lo hiciste con intención de hacerme daño.
-Nunca podría hacerte daño, -alzó la cabeza rápidamente para mirarla –me di cuenta que siempre te he querido como a una hermana, y te he protegido como a tal, me ofusqué pensando que era otro tipo de sentimientos y me enfadé cuando apareció Elliot por que vi un rival –se detuvo un momento y se rió antes de continuar- en realidad él nunca tuvo rival ¿verdad?
-No, no lo tuvo.
-Me di cuenta el primer día que os vi juntos- añadió sonriente –pero estaba confuso y no quería que nadie te hiciera sufrir.
-Lo sé –posó su mano sobre la del hombre- y te agradezco que estuvieras a mi lado todos estos años y que fueras mi padrino de bodas.
-Siempre estaré ahí cuando me necesites, y seré el padrino de tus hijos si es necesario –le aseguró sonriendo –y tengo que decirte que me equivoqué con Colt, es un buen hombre y se desvive por hacerte feliz, hiciste una buena elección.
-Gracias, tú también encontrarás a alguien -le sonrió cálidamente-, estoy segura.
-Bueno -lo vio sonrojarse-, en realidad creo que ya la encontré, desde hace unos días salgo con alguien, siempre ha estado ahí pero no me di cuenta y ahora que lo he hecho puedo asegurarte que es la mujer perfecta, creo que me estoy enamorando.
-Me alegro mucho por ti -Bob la abrazó y ella le devolvió el abrazo.-¿Quién es?
-Todo a su debido tiempo –dijo besando sus mejillas –no quiero gafarlo.
-Sea quien sea, será muy afortunada –contestó sinceramente.

Colt vio a Robert acercarse a su mujer, hablar con ella y abrazarla, no dudaba del amor de Megan, pero no pudo dejar de sentir una punzada de celos al verla en los brazos de otro, aunque no significara nada. Bob y él se habían hecho buenos amigos, pero no se le había olvidado que ese hombre, que ahora sonreía a su esposa, quiso casarse con ella. Soltó un bufido y fue hasta el caballo que lo esperaba en uno de los cajones de salida.

Megan no se perdió detalle de la actuación de Colt, estaba majestuoso sobre el caballo manchado que le había tocado en suerte, toda la magia de su raza se desplegó a su alrededor y no tuvo ningún problema en imaginarlo por las praderas, vestido con un taparrabos, con la larga cabellera ondulando al viento mientras galopaba detrás de los búfalos. De pronto el animal se alzó sobre sus patas traseras con un violento relincho, ella se agarró con tanta fuerza a la valla que sus nudillos se le pusieron blancos, el corazón le latía a mil por hora y respiraba con dificultad aterrada, a pesar de que Bob la tranquilizó explicándole que todo eso formaba parte del numero, luego lanzó el caballo al galope deteniéndose a escasos centímetros del público, hizo algunas cabriolas y terminó con el animal inclinándose sobre sus patas delanteras a modo de saludo, la gente se levantó de sus asientos aplaudiendo y silbando como loca. A ella le dolían las manos de aplaudirle también.

Colt bajó del caballo saludando alegremente, esperaba que a Megan le hubiese gustado la representación, le hubiera gustado ver su cara mientras montaba, pero no podía perder la concentración, observó a su mujer que charlaba despreocupadamente con Robert con la espalda apoyada en la cerca, frunció el ceño molesto se imaginó que lo estaría mirando con los ojos cuajados de emoción, pero al parecer se equivocó, no estaba muy interesada en su trabajo. Emitió un bufido cuando Spencer le acarició el hombro y ella le devolvió la caricia, tal vez necesitaba algo más fuerte para obtener su atención, se giró y anduvo sobre sus pasos hacia el estrado.

Megan estaba deseando que Colt fuera a recogerla, iba a comenzar el rodeo en sí y no le gustaba, lo pasaba fatal viendo a aquellos hombres dar botes sobre los toros y los caballos. Se volvió para no verlo y continuó hablando animadamente con Bob, tratando de sonsacarle el nombre de la misteriosa dama que lo tenía tan embelesado, Nicky se unió a ellos, hizo un mohín de disgusto, pero al ver las miradas que se lanzaban sospechó que tal vez fuera ella, así que a pesar de la molesta presencia de la chica se aguantó y trató de ser lo más amable posible, olvidándose de lo que ocurría a sus espaldas. Casi se cae de bruces, al tropezar con sus propios pies, cuando por megáfono anunciaron el nombre de Colt.

A Megan dejó de latirle el corazón cuando el enorme toro salió al recinto dando saltos como un poseso con su marido encima, aferrándose precariamente a un trozo de cuerda para no caerse, no quería mirar, pero al mismo tiempo era incapaz de apartar los ojos del cuerpo que se agitaba de un lado a otro, gritó aterrorizada cuando lo vio salir despedido y caer al suelo. Soltó el aire que había estado conteniendo, al verlo incorporarse y sacudirse con el sombrero el polvo de los pantalones. Alguien le hablaba, pero un extraño zumbido le llenaba los oídos. Se volvió y vio que Robert y Nicky le decían algo. Movió la cabeza para sacudirse el miedo que hasta ese momento la mantenía inmóvil.

-Ha ganado –gritó lleno de jubilo su amigo –más de 8 segundos, es el mejor sin duda.

Megan sonrió ¿8 segundos? A ella le había parecido una eternidad, que el tiempo se paraba mientras él seguía vapuleándose sobre aquel inmenso animal, sollozó y se tapó la cara con las manos incapaz de controlar las lágrimas.

Colt recogió el pequeño trofeo y fue en busca de su esposa, continuaba donde la había visto, Bob estaba a su lado y le pasaba las manos por los brazos mientras le decía algo, Nicky Preston también estaba con ellos y parecían muy divertidos.

-Bob, Nicky –saludó secamente al llegar.
-Colt -Nicky le sonrió-, una actuación magnifica.
-Sí, ha sido espectacular -dijo Bob tocándose el ala de su sombrero a modo de saludo-, aunque Megan lo ha pasado un poco mal, sobretodo en esta última parte.

Colt se volvió hacia su esposa que lo miraba fijamente, una inquietante palidez le cubría la cara y las lágrimas humedecían sus mejillas, soltó el pequeño galardón, pasó las manos por entre los tablones de la valla y la atrajo hacia él, sujetándola por las caderas.

-¿En serio lo pasaste mal? -dijo preocupado.
-No vuelvas a hacerme esto nunca más –sollozó empujándole para que se apartara.
-Opih –la agarró con más fuerza – no llores.
-¿Cómo pudiste? –lo miró sin dejar de llorar –podías haberte matado.
-Es mi trabajo cariño –sonrió para tranquilizarla- no hay peligro, estaba todo controlado.
-¿De verdad?
-¿Pasaste miedo? –preguntó enjugando sus lagrimas –lo siento.
-Un poco -contestó subiéndose al primer tablón para estar a su altura, amarrándose a sus hombros-, pero ha sido increíble verte sobre el caballo.
-¿Me viste?
-De principio a fin –respondió reposando la frente sobre su barbilla-y en mi vida me he sentido más orgullosa de alguien.

Colt la atrajo un poco más y buscó su boca para fundirse en un largo beso, Megan le respondió al instante, olvidándose de Bob, de Nicky y del resto del mundo, cuando acabaron de besarse, se dio cuenta que estaban solos, Colt saltó ágilmente la valla, recogió el plateado trofeo del suelo, pasó el brazo por los hombros de Megan que se agarró a su cintura y caminaron rumbo a su casa.



Continuará...

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