AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 21)

La pregunta y el tono gélido en que fue hecha resonaron y rebotaron en el fondo de su cerebro, dejándola momentáneamente aturdida. Si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago Megan no habría sentido más dolor, si la hubiesen tirado de cabeza al más helado de los mares no hubiese sentido más frío que el que recorría en ese momento cada célula de su cuerpo, congelándole hasta el alma. Por un instante creyó que caería fulminada ante la intensidad del odio que destilaban aquellos ojos negros. Sí, sin duda había sido una sorpresa, pero desde luego no agradable.

Colt estudió a su mujer, que permanecía rígida como una estatua frente a él y con una expresión de asombro. Deslizó la vista por su cuerpo y se percató del ligero temblor de sus manos, que se agarraban fuerte la correa de su bolso como queriendo asirse a algo. Ascendió hacia su cara, tras detenerse un segundo en su boca continuó hacia arriba hasta encontrarse con sus ojos.

Físicamente Megan no había cambiado ni un ápice en estos meses, seguía tan hermosa como el día en que la conoció, como el día en que se marchó; sin embargo, los hermosos y castaños iris de su esposa, que antaño refulgían incandescentemente, estaban ahora opacados por la tristeza.

–¿Qué haces aquí? —repitió está vez más suavemente.
—Yo… —obligándose a aparentar una calma que no poseía avanzó un paso más-, necesito hablar contigo.
—Hablar —extendió las palmas de las manos sobre la mesa, para disimular la tensión—, podías haberme llamado por teléfono.
—Sí, supongo —se apoyó en el respaldo de una de las sillas que había delante del escritorio—, pero creí que era mejor hacerlo cara a cara. ¿Puedo sentarme?
—Adelante –hizo un gesto hacia la silla-. ¿Quieres beber algo?

Negó y tomó asiento, restregó las sudorosas manos sobre sus muslos y bajó la cabeza para observar como temblaban debido a los nervios. Las entrelazó sobre su regazo y tragó saliva.

–Estoy esperando ­–alzó la cabeza bruscamente, él se había reclinado hacía delante y jugueteaba con un lapicero-. Soy un hombre ocupado.
—Podrías disimular al menos que te alegras de verme —espetó sin pensarlo.
—Sinceramente, no, no me alegro de verte –tiró el lápiz sobre los papeles y curvó falsamente los labios—, pero si quieres que te mienta.
—No te molestes —dijo sintiendo la furia crecer en su interior—, aunque sin duda no te costaría nada, eres un maestro de la mentira.
-Mira Megan —sonrió sardónicamente—, si has venido a montarme una escena…
—No te preocupes —interrumpió poniéndose en pie—, no he venido para eso, estoy aquí porque quiero el divorcio.

Megan fijó sus ojos en él esperando una reacción, cualquier gesto que le revelase que le producía su anuncio, una mueca, un tic, un guiño, cualquier cosa, pero el rostro de Colt permaneció inmutable, como si le hablara a una piedra, como si estuviera ante una pared.

—Creo que es lo mejor —le dio la espalda dolida, esperaba que dijera algo, un sí, un no, un por qué; estaba preparada para replicar mas no para aquel cortante silencio—, no puedo seguir casada con un hombre que no está a mi lado, necesito continuar con mi vida…, yo…-, se calló notando como las palabras se atoraban en su garganta.

Colt oía pero no escuchaba lo que ella iba diciendo, su cerebro se quedó atascado cuando había dicho “divorcio”. Paseó la vista por la habitación antes de volver a mirar a Megan, continuaba de espaldas. No le veía el rostro, ni le hacía falta tampoco, por el sonido amortiguado de su voz y el leve estremecimiento que la sacudió supo que estaba a punto de llorar.

—Tienes razón —se apresuró a decir, tratando de evitar una escena de gritos y lamentos—, estoy de acuerdo en lo del divorcio.
—¿Así, sin más? —se apartó una solitaria lágrima que corría por su mejilla, antes de girarse para enfrentarlo.
—Como dices es lo más lógico —se encogió de hombros—, hace meses que estamos separados, sólo es darle legalidad a nuestra situación.
—¿Por qué? —caminó hacia la mesa apretando los puños a los costados, tragándose la furia, el desengaño de saber que sólo ella había amado.
—¿Por qué? —alzó una ceja interrogante.
—¿Por qué te casaste conmigo? —demandó rabiosa—, ¿no era suficiente para ti con verme suplicar en tu cama?
—Megan.
—¿Me quisiste alguna vez? –bajó tanto el tono de su voz que ahora apenas era un murmullo—, ¿aunque fuera sólo un poco?

Colt examinó el rostro compungido de su mujer, había tanto dolor y tantas dudas en aquellos ojos castaños cuajados de lágrimas que ella mantenía bajo control con mucho esfuerzo, pestañeando continuamente para evitar que se vertieran delante de él.

—No lo sé Megan —contestó soltando el aire que retenía en sus pulmones-, no sé por qué me casé contigo ya que nunca te amé.

La vio apretar los párpados y dos pequeñas y solitarias gotas se deslizaron por sus pálidos pómulos, alzó la mano para atrapar una de ellas entre los dedos, ella abrió los ojos y se apartó como si se hubiese quemado.

—Debí darme cuenta, te esforzaste mucho las últimas semanas que pasamos juntos para que me quedara claro —soltó una risa histérica—, que estúpida fui. Supongo que tuvo que ser un suplicio para ti todo el tiempo que pasaste a mi lado–, se detuvo para tomar aire—, tuvo que ser cómico ver a la pobre pueblerina mendigando tu atención. ¿Te divertiste viéndome hacer el ridículo, Colt?
—Megan, estás sacando las cosas de quicio –contestó abrumado por sus palabras—, reconozco que no debimos casarnos nunca, pero te deseaba, sabes que no miento en eso. Yo…, creo que confundí ese deseo con amor.
—Hasta que dejaste de hacerlo y deseaste a otra –afirmó más que preguntó—, y entonces volaste hacia una nueva cama, sin importarte nada.
—Las cosas no son así —terció.
—¿Ah no? —se sentó sintiendo que no la sostenían las piernas—, ¿acaso me vas a negar que hay otra mujer en tu vida?—, al ver que iba a replicar hizo un gesto con la cabeza—. No Colt, no más mentiras por favor, estaba tras la puerta, escuché toda la conversación.
—Nunca quise hacerte daño Megan.
—Ya no importa —rezando para que sus débiles extremidades la sustentasen, se puso en pie, lo vio apoyar las manos para incorporarse—, no te molestes conozco la salida.

La vio colgarse el bolso, secarse la humedad de las mejillas y alzar la barbilla dignamente.

-Adiós Colt –extendió la mano hacia él, estremeciéndose cuando la sostuvo entre la suya.
—Megan —retuvo la mano un segundo más de lo necesario—, lo siento mucho, sé que no he sido lo que esperabas, yo…, bueno lo que quiero decir es que hablaré con mi abogado, le daré orden que ponga la mitad de mis propiedades, de mi dinero a tu nombre, es lo menos que puedo hacer por ti.

Aquello fue una nueva bofetada a su orgullo, ¿aquel bastardo creía que poniendo un par de acres de tierra a su nombre iba a poder borrar todo el daño que le había causado? ¿Qué con un puñado de dólares iba a hacer que sanaran las profundas heridas que le había infligido?

—No —se apartó bruscamente, visiblemente dolida—, no hay nada de lo que poseas que me interese.
—Piénsalo, podrías vivir cómodamente —aseguró él—, deja atrás ese aire de dignidad y acepta lo que te ofrezco, tómalo como un regalo.
—No sigas insultándome Colt, no te lo voy a permitir –le señaló con un dedo—, puede que compres a tus amantes con presentes, pero no soy una de ellas, si te hubieses molestado en conocerme un poco lo sabrías, yo no me casé contigo esperando un fajo de billetes Colt, me casé contigo porque te amaba.
—No trataba de comprarte —dijo atónito ante su reacción—, sólo intentaba reparar el daño que te causé.
—Si lo que quieres es tranquilizar tu conciencia te informo que no tienes dinero suficiente, que por mucho que pudieras conseguir jamás sería bastante –desvió la vista de él para que no viera la desolación que la recorría—, nunca podrías compensarme por la vida de mi hijo.
—¿Tu hijo? —la sangre se le heló en las venas y el corazón se paralizó en su pecho.
-Mi…, nuestro hijo —las lágrimas se derramaron libremente sin importarle si la veía, si se reía o se humillaba, pero él no decía nada, simplemente miraba su vientre plano—, lo perdí.
-¿Sabías que estabas embarazada el día que me fui? —se dejó caer en la silla que crujió bajo su peso.
—Es lo que trataba de decirte desde hacía días —asintió entre sollozos—, lo que no quisiste escuchar hasta que regresaras de tu viaje.
-Lo siento mucho —se pasó las manos temblorosas por el rostro—, yo, lo siento de veras.
—¿Habrías regresado si hubieses sabido mi estado? —ni siquiera supo por qué hizo la pregunta, pero se arrepintió al instante.

Si pensaba que no era posible sentir más dolor del que ya sentía al oír todo lo que había escuchado en aquel despacho. Si creía que Colt no era capaz de hacerle más daño del que ya le había producido en aquellos largos meses de abandono, se equivocaba. Aún podía hacerle mucho más, lo supo cuando al escuchar sus palabras, sus oídos retumbaron con el estruendoso chasquido de su corazón partiéndose en añicos, para siempre.

—No Megan, no hubiese vuelto —aseguró sereno y aliviado—, de hecho doy gracias a Dios de que ese bebé no haya nacido.

Sin esperar nada más echó a correr y salió del despacho, no pudo siquiera mirarlo, no sin vomitar. No la quería, nunca lo había hecho y eso le dolía profundamente porque lo amaba, pero que le aliviara saber que su bebé estuviese muerto. Oh Dios, ¿Qué clase de monstruo era Colt? ¿De qué bestia sin sentimientos se había enamorado?

Continuará...