AHORA Y SIEMPRE (CAPÍTULO 20)

Megan desembarcó en el aeropuerto de Nueva York, cuando el sol comenzaba a despuntar por el horizonte, ahora que estaba allí toda su fortaleza comenzaba a venirse abajo, obligándose a caminar salió del edificio y tomó un taxi, le indicó al joven afroamericano detrás del volante el nombre del hotel donde se alojaría los pocos días que permanecería en la ciudad. Una vez en su destino pagó y se dirigió al vestíbulo donde la atendieron amablemente y la acompañaron a su habitación. El hotel estaba situado en un barrio de clase media y un poco retirado del centro, nada que ver con el que la había llevado Colt cuando fue por primera vez, pero era lo máximo que podía pagarse.

La habitación pintada de amarillo pálido era pequeña, con una cama de cuerpo en el centro, dos mesitas a los lados y una mesa más grande con una silla apoyada en una de las paredes, el baño se componía de un pie de ducha, el lavabo y el inodoro, no era mucho pero todo estaba limpio, cosa que agradeció. Fue hacia la única ventana, desde ella se veía la carretera, los rascacielos quedaban bastante lejos. Abrió la maleta y colgó en el reducido armario empotrado la ropa que más se arrugaba, tomó una ducha y se tumbó un rato, estaba agotada y necesitaba pensar. Después de todo su libertad podía esperar unas horas más.

A la mañana siguiente, descansada y con ánimos renovados bajó a desayunar. Desde recepción hizo una llamada a la casa donde se alojaba Colt, esta vez un hombre le informó que estaba en el trabajo. Preguntó al joven tras el mostrador donde quedaba la siguiente dirección, el chico amablemente le dio las indicaciones pertinentes y le señaló que no quedaban lejos una de otra al ver ambas escritas. Al parecer era un barrio residencial a las afueras de la ciudad, donde vivían personas con una buena renta. Así mismo el muchacho se encargó de pedir un taxi y avisarla cuando este llegó.

Desde el asiento trasero del vehículo y con la música rap que el conductor llevaba a todo volumen, fue observando como el tumulto y la vida ajetreada de la ciudad iba quedando atrás para dar paso a una zona mucho más tranquila, los grandes edificios se iban convirtiendo en grandes y lujosas mansiones rodeadas por interminables y perfectos jardines. Bajó la vista hacia sus vaqueros gastados por el uso y su camisa roja que había comprado de saldo y se sonrojó, por un momento se sintió como una harapienta. Dio un manotazo en el skay rojizo y desgastado del sillón enfadada consigo misma. Que se jodieran Colt y todos sus amigos ricos si no les gustaba su vestimenta.

Tras pagar y ver como el coche se perdía calle abajo, Megan se quedó unos minutos con la mirada fija en la casa que tenía frente a si. Era una mansión de piedra blanca de tres plantas, un número increíble de ventanas salpicaban la fachada y en el dosel triangular de la entrada rodeada de columnas ondeaba la bandera de los Estados Unidos. La construcción estaba rodeada de una enorme verja negra, en cuya entrada principal en grandes y brillantes letras plateadas se podía leer: “C.D.R”.

¿Qué habría allí dentro? Parecía un edificio del gobierno. Tal vez eran las oficinas de algún departamento oficial, un sinfín de increíbles ideas cruzaron por su mente, desde que Colt era un simple funcionario hasta que era un espía encubierto, movió la cabeza riéndose de sus tontos pensamientos, sin duda veía la televisión más de lo que era razonablemente recomendable.

Tomando aire y armándose de valor cruzó la puerta y comenzó a caminar por el asfaltado camino bordeado de grandes árboles, que proyectaban su sombra sobre los bancos de forja que había debajo.

Apenas avanzó unos pasos cuando un hombre se cruzó en su camino, la miró de arriba abajo y le sonrió. El chico rondaría la treintena larga, era alto y vestía completamente de negro, de complexión fuerte llevaba el cabello rubio cortado al cepillo y las gafas de espejo estilo aviador le ocultaban el color de sus ojos, así como su expresión, aunque sus labios le parecieron muy bonitos. Un fino micrófono descendía de su oreja derecha hacia su boca y portaba un walkie talkie que emitía ruiditos en su mano.

-¿Puedo ayudarla en algo? –demandó con la voz más grave que había escuchado nunca.
-Estoy buscando al señor Colt Elliot –respondió tratando de no parecer nerviosa.
-Su nombre.—ordenó con tanta naturalidad que Megan se dio cuenta que era algo que estaba acostumbrado a hacer.
-Megan Elliot.

El joven se llevó la mano al pecho y dijo algo en voz baja al micrófono sin dejar de estudiarla, tras unos interminables segundos volvió a sonreírle.

-Bien, sígame por favor –dijo y se encaminó al interior, al llegar al amplio vestíbulo se volteó hacia ella–, espere aquí.

Cuando se quedó sola giró sobre sus talones y abrió la boca por el lujo que se desplegaba ante ella, una lámpara de araña colgaba del techo brillando con los rayos del sol que se filtraban por las altas ventanas, el suelo de baldosas enormes granates y blancas relucía, grandes cuadros con paisajes ensoñadores colgaban de las paredes, una escalera de mármol oscuro, se dividía en dos unos cuantos escalones más arriba, varías puertas de madera noble permanecían cerradas…, se tensó al oír el repiqueteó de unos tacones acercándose.

Una joven de veinte muchos años ataviada con un bonito traje de chaqueta rojo se acercaba hacia ella, el cabello negro cortado a lo garçon rozaba su rostro ovalado, sus enormes ojos castaños poseían un brillo fascinante, la nariz pequeña y una boca de sensuales labios rojos. Era muy guapa. Megan la estudió mientras continuaba acercándose y reconoció que si la cara era hermosa las curvas perfectas de sus caderas, su cintura y su busto la dotaban de un cuerpo de escándalo y para mayor desesperación sus andares resultaban increíblemente femeninos con aquellas piernas larguísimas.

-Hola, soy Sara Parker –extendió una mano a forma de saludo.
-Hola –aceptó la mano, ahora entendía el porqué de muchas cosas, esa mujer era bellísima–, soy Megan Elliot.
-Lo sé, ya me han informado, he dejado lo que tenía entre manos para recibirte –la joven la abrazó efusivamente -, no sabes las ganas que tenía de conocerte.
-¿A mí?
-Por supuesto, he oído cosas increíbles sobre ti —la repasó de arriba abajo sin mostrar ninguna expresión— ¿te apetece un refresco, un café… no sé cualquier cosa?
—No, la verdad es que no tengo mucho tiempo —murmuró entre la sorpresa y la estupefacción ante tal recibimiento, aquella mujer no sólo la trataba de tú sino que parecía sincera en su trato. —¿Podría ver al señor Elliot ahora?

-Naturalmente, por favor acompáñame –con un brillo malicioso en los ojos, la chica abrió una de las puertas y la invitó a seguirla–, te llevaré al despacho de Colt, será divertido contemplar su cara cuando te vea.

Mientras recorrían una serie de pasillos, todos alfombrados y con puertas a ambos lados, Megan se destrozaba la cabeza tratando de entender la efusividad del recibimiento de aquella muchacha, parecía sincera al decirle que se alegraba de conocerla, pero por otra parte la forma de decirle que la siguiera y la sonrisa burlona que se apresuró a esconder le dieron miedo. Iba tan concentrada en sus pensamientos que casi choca contra Sarah cuando esta se detuvo frente a una de las puertas, se llevó un dedo a la boca indicándole que guardara silencio antes de abrirla y asomar la cabeza.

-¿Te interrumpo? –preguntó.
-Tu jamás interrumpes cariño –la voz de Colt le llegó clara y alegre-. ¿Has venido a invitarme a comer?
-Ummmm –susurró sensualmente–, miraré mi agenda a ver si tengo algún hueco.
-No seas cruel cielo –al oír la risa franca, la conversación distendida y los piropos que llegaban del otro lado de la puerta, Megan se apoyó contra la pared sintiendo que el corazón le dejaba de latir, ya no tenía dudas Sarah Parker era la amante de Colt–, acércate y dame un beso.
-En otro momento, aunque quizá sea benévola y te invite a cenar –contestó la muchacha antes de volver la vista hacia ella, consciente de que escuchaba cada una de las palabras-. He venido a avisarte que tienes una visita.
-¿No puedes largarla sin más? –su tono ahora era de fastidio–, no me apetece ver a nadie más que a ti.
-Sí, claro que puedo –afirmó encogiéndose de hombros–, pero no quiero, te va a encantar.
-De acuerdo, en unos minutos recibiré a quien sea –gruñó sin ocultar su molestia–, pero no olvides que esta noche tenemos una cita cariño.
-No me la perdería por nada del mundo –aseguró coqueta.
-Contaré los segundos –concluyó guiñándole un ojo- unos minutos ¿si?
-Nos vemos luego –le lanzó un beso, antes de sacar la cabeza e indicarle a Megan que entrara.

Con el picaporte en su mano Megan no fue capaz de ver nada más que al hombre que tras su escritorio negro deslizaba sus ojos por un montón de documentos, el pelo suelto, lacio y brillante le caía sobre sus hombros y sus antebrazos cubiertos por una camisa azul, sus largos dedos tamborileaban sobre la superficie pulida mientras leía. Él no se había percatado de su presencia aún, así que empujó la puerta que emitió un leve chasquido al cerrarse y dio unos pasos al frente.

Colt estaba ocupado para perder el tiempo en visitas, pero si Sarah había insistido tanto tal vez fuera algo importante, la verdad que tanto misterio también le había intrigado un poco y siempre podría despachar a quien fuera rápidamente. Levantó la vista de los nuevos presupuestos al escuchar que alguien cerraba la puerta y unos pasos acercándose. Parpadeó un par de veces antes de clavar los ojos en la mujer que tenía enfrente. Cerró los ojos creyendo que era una mala jugada de su cabeza, al abrirlos ella continuaba allí, sin dejar de observarlo. Justo delante de él se encontraba la única persona a la que no hubiese querido volver a ver en el resto de sus días, de la que había huido como si le fuera la vida en ello, con la que había cortado todo tipo de relación y comunicación. Su esposa, a la que había evitado como a la peste, lo miraba fijamente apenas a unos metros de distancia.

-¿Qué diablos haces tú aquí? –preguntó fríamente crispando los dedos sobre la mesa.

Continuará...