miércoles, 3 de agosto de 2011

EL PRECIO DEL AMOR. Capítulo 20



De un fuerte manotazo apagó el despertador y se arrebujó bajo el caliente edredón dispuesta a recuperar la falta de horas de sueño que el traidor de Morfeo no quiso proporcionarle la noche, pero su yo maduro se negó a concederle tal deseo. Con una larga exhalación se volteó, abrió los ojos fijándolos en el techo y disfrutó de la paz que se respiraba en su hogar.

Recordó la tarde tan terriblemente larga que tuvo el día anterior y que debido a la pesadez de la misma se encontró varias veces mordiéndose el labio para evitar gritar, salir corriendo, comprarse un billete y perderse en los confines de Alaska. Allí sin duda nadie la encontraría y con un poco de suerte se podría topar de frente con el atractivo Zarek, ese Dark Hunter si sabría protegerla y terminaría con todos sus problemas en un abrir y cerrar de mandíbulas. Pero estaba en el mundo real y este tenía sus reglas.

Tras contarle a Theo casi todo el calvario por el que pasó durante esas semanas, éste le obligó a echar el cerrojo en la tienda e ir a la comisaría a poner la denuncia. Le resultó duro tener que callarse algunas cosas sólo que no quería tener que soportar más instigamientos por parte de nadie ni mucho menos que la tachasen de loca, bastante tenía con lo suyo para encima tener que soportar la charla de un psiquiatra. No, ya tenía suficiente con el desasosiego de Lewis y de todos sus compañeros que en cuanto la vieron sentarse en la mesa se acercaron tímidos para saber que sucedía, sorprendiéndola con su sincera preocupación y ofreciéndose para cualquier cosa que necesitase. Incluso J.J. le invitó a trasladarse a su casa hasta que todo se solucionase, asegurándole que su Jenny estaría encantada de tenerla ahí con ellos. Rechazó la proposición emocionada justo en el instante que Charlie traspasaba la puerta. Quiso que se la tragase la tierra no sin antes darse de cabezazos contra la pantalla del ordenador para borrar lo escrito en ella, aunque todo lo que hizo fue encogerse en la silla y ladear el cuerpo hacia Theo, si a las avestruces les funcionaba el cuento de esconder la cabeza para que no les vieran ¿a ella por qué no? Pero lo que ya se sabía se terminó por demostrar en menos de un minuto, ese truco era un engaño para el que lo realizaba.

—¿Qué está pasando aquí? —su grave tono se le filtró a través de los oídos haciendo que todo su ser temblase por lo que se avecinaba.
—Estamos ocupados Charlie, lárgate —espetó Theo tecleando.
—No te lo preguntaba a ti imbécil —inquirió sin dejar de mirarla.
—No es nada... —intentó explicarle Rachelle.
—¿Nada? —repitió apoyando las manos en ambos reposabrazos acorralándola entre ellos—. Cuéntame—, la exigencia en esa única palabra no pasó desapercibida a pesar del bajo volumen en que la dijo.
—Apártate de ella O´Sullivan.
—Rae, dime que te pasó —reiteró ignorando a su compañero.
—Te he dicho que la de...
—¡No! —exclamó al ver como Theo se levantaba para apartarle—, todo está bien.
—¿Estás segura? Porque sino es así le saco de aquí cagando hostias.
—Tienes que comer mucho para conseguir algo así, niñato.
—Mira carcamal...

Unos aplausos cortaron la fluida conversación e hicieron que todos se girasen hacia el fuerte sonido.

—Bravo caballeros.
—Esto no es lo que parece, capitán —terció J.J al ver el rostro rubicundo del recién llegado.
—Si, ya sé pelirrojo que siempre pienso lo que no es —masculló fulminándole—, sin embargo agradeceré infinitamente y contando que no sea una molestia, por supuesto, que todos ustedes salgan a patear las calles como es su deber.
—Molestia ninguna, señor —dijo Michael con una fingida sonrisa—, estamos para servirle a usted y a los ciudadanos.
—¡Pues ya estáis tardando! —escupió perdida la paciencia.

En cuestión de segundos la zona se despejó quedando sólo cuatro personas cerca de la mesa.

—¿Alguien quiere explicarme que pasa aquí?
—La señorita Adams vino a poner una denuncia, señor —señaló Theo.
—¿Por qué? —la interrogó Charlie que seguía en la misma postura inicial.
—Si te quitas yo...
—¿Por qué Rae? —volvió a repetir.
—O´Sullivan, deje respirar a la muchacha —ordenó su jefe.

Con renuncia se incorporó poco a poco sin dejar de observarla.

—Habla.
—Tu no eres nada mío para darme órdenes.
—¡Maldita sea! —dio un golpe en la madera—. Estoy preocupado—, confesó agarrando con firmeza el tablón para evitar sujetar sus hombros y zarandearla por no haberse dado cuenta de eso.

Rachelle dejó escapar un tenue suspiro. Era absurdo seguir guardando silencio, ya no había escapatoria.

—He estado siendo acosada.
—¿Quién es el cabrón que...?
—No lo sé, Charlie.
—¿Desde cuándo? —interrogó intentando calmarse.
—Hace unas semanas.
—¿Qué?
—Unas semanas —reiteró sabiendo muy bien a que se refería con esa pregunta.
—¿Has estado sufriendo en silencio todo este tiempo? —giró para mirar al rubio policía—, ¿o acaso él...?
—¿Crees que de saberlo antes no hubiese hecho algo? —destacó Theo acercándose amenazadoramente.
—Los dos gallos de corral —profirió el capitán interponiéndose entre ambos—, separaros ahora o me veré obligado a amonestaros.

Con el corazón bombeando aceleradamente y agradeciendo que el mandamás estuviese allí, observó como a regañadientes obedecían sin desprender la mirada uno en el otro.

—A partir de ahora yo me haré cargo de todo.
—Pero señ...
—¿A estas alturas de mi vida tengo que aprender otro idioma para explicaros las cosas? —inquirió de mal humor.
—Le hemos entendido, es sólo que me gustaría terminar lo que empecé, Rachelle es...
—¡Me importa una mierda lo que la señorita Adams es para ti, Lewis! —se giró un instante hacia ella—, perdón por mi vocabulario—, cuando obtuvo un leve asentimiento volvió a encararse a sus hombres—. Quiero ver vuestros culos saliendo por esa puerta para que cumpláis con vuestro deber en cuestión de cinco segundos. Uno. Dos. Tres.

Dejó de contar al comprobar como tras lanzarle una malévola mirada, cogían sus cosas y se marchaban. Evitó sonreír cuando uno detrás de otro se giraron para contemplar a la mujer antes de desaparecer por el portón.

—Acompáñeme a mi despacho, por favor, ahí terminaremos el papeleo —pidió al tiempo que apagaba el ordenador.

Después de volver a contarlo todo, tomarse tres vasos de café —lo ideal para sus nervios— y que le asegurase que en cuanto el juez diese el visto bueno su línea telefónica sería intervenida, se despidieron y se fue a su casa directa a llamar a un cerrajero. Imposible  dormir tranquila sin asegurarse que sólo ella tenía las llaves de su hogar. Y claro, para rematar la jornada, al rato de que el hombre se marchase y mientras ordenaba el desastre que había dejado el día anterior se presentaron Charlie y Theo, ambos intentando ser mejor que el otro, ambos con poderosas razones para convencerla a quedarse con alguno de ellos vigilando su casa y ambos siendo magníficos levantándole una jaqueca de campeonato haciendo que su poca paciencia desapareciese absorbida por el mal humor. Harta de soportar tanto infantilismo  les echó sin muchos miramientos y con el cargo de conciencia ahogado por los pinchazos en las sienes, se metió en la cama tras desvestirse y tomarse un analgésico. Y ahí estaba ahora, después de pasadas unas horas, con la testa libre de dolores y sin muchas ganas de salir a encarar la jornada. Pero la cobardía no estaba entre sus palabras favoritas. Se duchó, se arregló, desayunó un café con leche junto con unas galletas y cuando ya iba a salir abrigada hasta las cejas, se dirigió a toda prisa al baño para eliminar de su cuerpo la primera comida del día que no había echo más que darle vueltas al estómago. Se incorporó lentamente, tiró de la cadena y dejó que el agua fluyese mientras apoyaba las manos en el lavabo y dejaba que su cabello le cubriese el rostro. Todo iba malditamente mal, incluida ella misma.

El repiqueteante sonido del teléfono reverberando por toda la casa no logró esta vez asustarla.

—No me vas a vencer, tu no —musitó con rabia antes de lavarse los dientes.

óóóóó

—No vas a hacer que llegue antes sólo porque mires el escaparate tan fijamente —indicó Dylan acercándose con pasos largos hasta situarse al lado de O´Sullivan.
—Ya sé que no tengo ese poder.
—Los dioses no quisieron otorgártelo.
—¿Dioses? —repitió soltando una risilla—, unas brujas de mucho cuidado, diría yo.
—Tratándose de ti, seguro que lo son —posó una palma en su hombro—. Dale tiempo.
—Ella siempre es muy puntual.
—No lo digo por eso.

Charlie dirigió la vista a la mano que reposaba sobre él para dirigirla después al dueño de ella. Hacía muchos años que conocía a Dylan y aunque pocas veces habían hablado en serio sabía que ese hombre guardaba en su interior no sólo bromas y cachondeo, sino también un corazón tan grande como lo era su cuerpo.

—¿Sabes que aún no he logrado explicarle por qué hice aquello?
—Yo tampoco lo sé, pero sería interesante que primero lo sepa ella y luego los demás.
—Si lo sería, pero o bien no hay manera de que escuche o bien siempre se interpone el rubiales de mierda.
—Eh ¿qué tienes contra los rubios? —preguntó señalando su propio pelo.
—Tu no gilipollas, el que por desgracia tengo de compañero.
—Ya lo sabía idiota —aseguró revolviéndole el cabello—, pero de Theo no tienes nada que temer.
—Joder que no, están saliendo.
—¿Él y Rachelle?
—Sí.
—La creía con mejor gusto, espera retiro lo dicho, se lió contigo ¿no? —dijo retirándose para evitar el puñetazo directo a su brazo—. Que poco humor tienes.
—Tengo mucho ¿de qué otra manera te hubiese podido soportar todos estos años?
—Touché.
—Creo que iré a buscarla, no es bueno que esté sola en estos momentos.
—Corre a hacer de superhéroe —le empujó para que se fuese—, veré que digo ahí dentro para protegerte.
—Gracias, te debo una —dijo poniéndose en marcha.
—¿Una? Ya van como cien.
—Tendrás un regalo cojonudo en Navidad para compensar tu gran bondad.
—Vale, que sea plateado, con una potente cilindrada y a ser posible de la marca Mercedes o BMW —gritó para hacerse oír, aunque la risa de Charlie le llegó alta y clara a través del helado viento que les rodeaba.

óóóóó

Miró su reloj y se sorprendió al comprobar que llevaba más de diez minutos de retraso. Esto no era lo habitual en ella, si era conocida mundialmente como doña puntualidad, y todo por darle mucho a la cabeza y bueno, por la visita al cuarto de baño. ¿Cuántas veces se había dicho a lo largo de estas semanas que tenía que cambiar y hacer algo con su vida? Centenares de veces por no decir millares, pero debía llevarlo a cabo, aunque siendo sincera consigo mismo le estaba y le iba a costar lo suyo cumplir con la promesa que se hizo a si misma. Por lo menos salió del cascarón donde se había quedado encerrada al principio de su declive y no sólo eso, sino que también empezó a relacionarse con Theo, un hombre demasiado guapo para que se hubiese fijado en ella, sin embargo ahí estaba, apoyándola desde el principio y mostrando claros signos de interés hacia su insignificante y voluminosa persona. Una sonrisa se grabó en su rostro al recordar los fogosos besos que este le dio. Besaba de vicio y o era muy buen actor o estos parecían ser sinceros. No, no le veía con el Oscar en su poder.

Animada por ese pensamiento aceleró el paso para encontrarse al torcer la esquina con un gran muro que la sujetó con fuerza por los brazos. Alzó la cabeza y el terror se apoderó de ella. Un alto y musculoso hombre, con un pasamontañas que le cubría la cara y que sólo le permitía ver unos oscuros ojos, la observaba con un brillo maléfico revoloteando en sus orbes. Tragó el nudo que se le había puesto en la garganta e intentó serenarse, pero pensarlo era más fácil que hacerlo y más cuando ese individuo acercó su cara a la de ella.

—Vaya, vaya ¿que tenemos aquí? —preguntó con una voz pastosa que le revolvió las tripas.
—Siento... siento haberme chocado con usted —balbuceó intentando desprenderse del agarre.
—Yo no lo siento para nada —afirmó apretándola contra su cuerpo.
—De... déjeme ir, por... favor.
—Me gusta que me supliquen —le susurró al oído.

Desesperada miró a su alrededor, pero en esa pequeña calle sólo estaban ellos dos. Ahora que empezaba a salir del fango no podía permitir que su vida se llenase de mierda. Con ese pensamiento empezó a notar como desde la boca del estómago se formaba un grito que subía con velocidad hasta la faringe y salía con potencia por la boca, pero sólo se escuchó un segundo escaso, porque un enérgico puñetazo en su vientre le cortó el oxígeno.

—Las putas sólo chillan cuando yo se lo ordeno.



Continuará…



8 comentarios:

Noel Arias dijo...

Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Nooooooooooooooo
Quedare sin uñas hasta el sabado, como nos hacen esto!!!!
Pobre Rae!!!!
Espero llegue pronto Charlie y le de una buena paliza al tipo.

¿Quien sera este hombre que la acosa?¿Que habra en ese sobre misterioso??

Chicas son unas Reinas!!!
Saben como tenernos al borde de la locura con sus historias!!

Ni modo, tendre que esperar y mantener la calma.
Bessos y mucha inspiracion para ustedes!!!

ana dijo...

dios lo unico que le faltaba a la pobre encima del embarazo por que lo esta no? eso son sintomas que yo los e tenido por cierto asido el capi buenisimo un beso

Laura dijo...

Pobre Rae ojala no le pase nada malo!!!el capi quedo buenisimo y mas el final me dejaron con la intriga de saber q pasa con Rae ojala publiquen pronto el siguiente capi bye!!!

J.P. Alexander dijo...

Uy se atreve por fin a enfrentarse a su miedo y pum la atacan. Pobre Rae que pasara? lo dejaron muy interesante haber si Theo o Charlie la salvan.

Loli dijo...

Chicas un capitulo genial. Me he quedado con las ganas de saber mas. Una petición el sabado es mi cumple, regalenme otro capitulo, por favor.
Esta embarazasa???

AKASHA BOWMAN. dijo...

Me he reído un montón con esos dos gallos de corral, porque lo son y cada vez que se juntan lo demuestran más y más. Personalmente y por mucho Adonis que sea el cuerpo, si se comportan como críos en cuanto los sueltan en el patio de recreo para mí no tienen demasiado que hacer; y sigo insistiendo en que deberían de dejarse de tanto competencia estúpida cada vez que están juntos y centrarse en lo que verdaderamente importa, que es Rae.

No sé por qué me huele raro tanto vómito, tanta náusea y tanto dolor de cabeza... jijijiji

Ahora y visto lo que sucede no estaría de más que Charlie se dejase ver y ejerciera de héroe, quizás serían los puntos que el héroe necesita para subir al podio del corazón de Rachelle. Eso sí, por favor mis niñas, concedezle algo de fuerza impropia a Rae en estos momentos de presión para que le propine una buena patada en la entrepierna a este sucio machista, que es que me enervan estos malditos depravados constantemente humillando a la mujer con su osesión enfermiza y su machismo exagerado. Una patadita tan solo ¿si?

Besos y hasta la semana, lindas.

MariCari dijo...

¡¡Vaya, ahora sí que está metida en un buen lío y sola!! ESta chica como se las busca por ser tan poco precavida ¿no? Muy bueno!! Bss...

Irene Comendador dijo...

La madre que parió!!!!!!!!!!!!!
Me cago en la p....!!!!!
Pero vamos a ver, ¿que os había dicho de mi pobre estado arterial?
¿es que no me quereis ni un poquito?
Por favor, que me dan los siete males ahora mismo...
(Irene hiperventilando)
vale, tranquilidad que puedo leer el siguiente, calma calma...
Bueno, ahora intentaré centrarme, a ver, bien que Charlie ya sepa lo del acosador, punto gallifante para la muchacha, bien que todos, sobre todo él quieran ayudarla, otro punto, pero eso de que ahora me salga este "elemento" por sorpresa y quiera hacerle daño, por dios que LJ?=¿?(/&/&%7)(=)YUIHKJG
uuuuffffffff
Nada, resignación y a por otro que si no muero, ah! si, se me olvidaba, un beso amores mios :DDDD

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